david Villa es uno de esas personas que no necesitan comer ni beber. De esos futbolistas a los que le sobran sus dos pulmones. Sus músculos no necesitan oxígeno para trabajar a toda máquina, su sangre no tiene que llevar carburante a ningún rincón de su cuerpo. Villa vive única y exclusivamente del gol. El asturiano es un cruel depredador, un animal cuya única obsesión desde que pisa el césped es saborear las redes de la portería rival. Sin medida, sin control. Nunca se sacia.
Desde que llegó a la élite del fútbol se vende con el gol como única tarjeta de presentación, como su aval. Puede que alguien le quiera añadir a sus cualidades y virtudes la velocidad, la tenacidad en la presión o su técnica, pero a él no le sirven esos cuentos. Sólo quiere goles. Y el día que no sea capaz de marcar, se consumirá como futbolista. Simple y llanamente, por inanición.
Tras el partido contra Suiza se volvió a la caseta con mariposas en el estómago. No por estar enamorado, sino por haber conseguido un sólo bocado. La maquinaria roja que tenía asu espalda no consiguió construirle el escenario perfecto para darse un festín, a pesar de la supuesta debilidad del adversario. Mucho se habló de la traición del equipo español a su estilo de juego, del acierto o desacierto a la hora de estructurar el equipo en la zona de creación, pero lo cierto es que Villa ha podido demostrar su voracidad cuando ha tenido otro delantero en punta acompañándole. La entrada de Torres en el once titular ante Honduras supuso ayer una liberación para el delantero blaugrana. Con Torres sujetando a los centrales y peleando continuamente en la media luna del área, Villa tuvo carta blanca para hacercarse a las bandas cuando le vino en gana y construirse sus propias oportunidades de gol. Sin cadenas y con todo el equipo volcado al ataque, con Ramos y Capdevila doblando en las bandas y abriendo el campo, el Guaje fue un peligro constante. Villa en estado puro.
Para el minuto seis ya había estrellado un balón en el larguero desde treinta y cinco metros. Pero fue un cuarto de hora después cuando destapó el frasquito del buen fútbol. Encaró a dos defensores en el pico derecho del área hondureña y se escurrió entre los dos. Camino del área pequeña recortó para esquivar a un tercer defensor y estirándose en el suelo enganchó un derechazo que se coloco en la escuadra más lejana. Ya había probado su primer gol en este Mundial, ya había estrenado el casillero de España.
No es un sabor nuevo, lo conoce muy bien. Con el gol que marcaría más tarde, Villa se convertía en el máximo goleador español en los Mundiales juntoa Raúl, Hierro, Morientes y Butragueño, todos con cingo dianas. El doblete de ayer, además, le sirve para sumar 39 goles con la selección, a sólo cinco de Raúl, el máximo goleador de la historia del combinado español.
El asturiano tuvo la oportunidad de firmar un hat-trick. Navas fue derribado en el área y el árbitro japonés concedió un penalti a los epañoles. Villa, que ya tuvo el honor de transformar la primera pena máxima del Mundial de Alemania, se anotó otro mérito al convertirse en el primer jugador español en errar un penalti en un Mundial.