JEAN Marc Guillou no pasó de ser un modesto jugador que vivió el cénit de su carrera cuando tuvo la oportunidad de lucir la camiseta de Francia en el Mundial de Argentina"78. Su carrera en los banquillos tampoco dejó ninguna impronta salvo el hecho de haber sido el hombre que en 1983 confió en Arsene Wenger como ayudante en el Cannes antes de que el actual técnico del Arsenal comenzase su carrera hacia el estrellato. Donde sí que Guillou fue un visionario fue en la faceta de formación de jugadores. En 1993 observó que el fútbol africano empezaba a vivir una explosión, por lo que decidió poner rumbo a Abidjan, capital de Costa de Marfil, y fundó una escuela de fútbol al amparo del ASEC Mimosas, el club más importante del país. El éxito fue rotundo. En las primeras semanas el centro de formación recibió más de 6.000 solicitudes, aunque sólo unos pocos privilegiados lograron entrar. El centro ha ido convirtiéndose en una factoría de estrellas -con polémica incluida después de que Guillou pasara a ser director deportivo del Beveren y el club belga se convirtiera en punto de entrada de las promesas marfileñas a Europa- y, a día de hoy, todas las estrellas de la selección, salvo Didier Drogba, se han formado en su Academia MimoSifcom.
Uno de los aspirantes a figura que aprendió las bases futbolísticas en Abidjan es Salomon Kalou. El delantero del Chelsea, que aterrizó en el fútbol europeo en 2003, con 17 años, por mediación del Feyenoord, donde militaba su hermano mayor Bonaventure, fue captado por el centro de Guillou a los 12 años y se formó en sus instalaciones durante 5 cursos en los que compartió experiencias con Didier Zokora, los hermanos Yaya y Kolo Toure o Emmanuel Eboue, entre otros. Kalou recuerda aquel periplo con agrado. Como a cualquier niño de su edad, le costó separarse de su núcleo familiar, pero reconoce que aquellas enseñanzas le sirvieron para ser el jugador que ahora es. "Lo primero que me dijeron cuando llegué es que me quitara las botas. Tenía que entrenar descalzo", reconocía recientemente en la prensa inglesa explicando el modus operandi utilizado en su tierra natal. "Permanecí cinco temporadas allí y me costó dos ganarme el derecho a llevar botas. Nuestro entrenador, Jean Marc Guillou, nos decía que si éramos capaces de sentir el balón descalzos lo haríamos mucho mejor cuando jugásemos con calzado. No te permitían llevar botas hasta que ellos veían que tenías ya un cierto nivel, e incluso entonces tenías que pasar una especie de examen", relata. Ese control de calidad consistía en una serie de pruebas técnicas que los jugadores debían superar. "Una de ellas consistía en cruzar el campo a lo largo en menos de 45 segundos controlando el balón con la cabeza. Fallar en una de las pruebas era sinónimo de suspenso y tenías que esperar a tener otra oportunidad. Los que aprobaban recibían sus botas, unas Adidas Copa Mundial preciosas, pero los que no lo lograban seguían jugando descalzos, incluso contra aquellos que ya tenían calzado. Recuerdo que no logré pasar la primera prueba y me pasé aquella noche temiendo que iba a seguir jugando descalzo toda mi vida", rememora, al tiempo que reconoce que todavía conserva cicatrices en sus pies que le recuerdan aquellos años de formación.
Crear profesionales Pese a esas heridas de guerra, Kalou no se arrepiente de su periplo de formación, sino que argumenta que todo se debía a un programa perfectamente estudiado. "Ellos confiaban ciegamente en su metodología, en su programa para mejorar sus habilidades y todo iba encaminado a un único fin: crear futbolistas profesionales. No vi mucho a mi familia en mis cinco años allí. Como mucho teníamos un día libre a la semana y mi casa estaba cuatro horas de Abidjan, demasiado para tener que regresar el mismo día. Al menos eso sirvió para crear un fuerte vínculo entre los jugadores, quienes seguimos siendo muy buenos amigos", relata.
Siete años después de abandonar la academia de Guillou, Kalou se ha ganado cierta jerarquía en el fútbol europeo gracias a sus goles y a su habilidad, fruto probablemente de aquellos años de contacto directo entre la piel y el cuero.