HOLANDA: Stekelenburg, Van der Wiel, Heintinga, Mathidsen, Van Bronckhorst, Van Bommel, De Jong (Min. 87, De Zeeuw), Sneijder, Van der Vaart (Min. 68, Elia), Kuit y Van Persie (Min. 77, Afellay).
DINAMARCA: Sorensen, Kjaer, Agger, Jacobsen, Simon Poulsen, Cristian Poulsen, Jorgensen, Kahlenberg (Min. 73, Eriksen), Enevoldsen (Min. 55, Gronkjaer) Bendtner (Min. 62, Beckmann) y Rommedhal.
Goles: 1-0: Min. 46; Simon Poulsen, en propia puerta, con la colaboración de Agger. 2-0: Min. 85; Kuyt.
Árbitro: Sthepane Lannoy (Francia). Amonestó por Holanda a De Jong y por Dinamarca a Kjaer.
Incidencias: Primera jornada del grupo E. 83.465 espectadores en el estadio Soccer City de Soweto.
vitoria. La historia le debe un Mundial a Holanda por su aportación al fútbol. No por lo ofrecido ayer frente a una desafortunada Dinamarca, sino por la filosofía que inculcó a través de las botas de Johan Cruyff. La oranje debe agradecer su triunfal estreno a Simon Poulsen, extremo izquierdo reconvertido en defensa que fue capaz de reírse ipso facto de su propia gracia. La que protagonizó nada más arrancar la segunda parte cuando trató de despejar un centro de Van Persie y, en lugar de dirigir lejos el Jabulani, giró su cabeza antes de tiempo para mandar el balón a la espalda de Agger, que acabó de introducirlo en la red de un incrédulo Sorensen. Acción que provocó el harakiri de la tropa de Morten Olsen y allanó el camino a la insípida escuadra de Van Marwijk, que debió guardarse el talento para mejor ocasión.
Añorando a Robben, que presenció el duelo desde el banquillo con unos pequeños impulsos eléctricos sobre el muslo dañado, el binomio compuesto por De Jong y Van Bommel, jugadores del mismo corte, no hizo sino restar ingenio a la ofensiva holandesa, con Van der Vaart perdido en la banda. Desde el inicio Holanda se dedicó a hacer aquello que va en sus genes y mejor sabe, tocar y retocar, pero su dominio no podía resultar más infructuoso. Es más, los daneses, aunque atrincherados en su retaguardia y con las líneas partidas, disfrutaron al contragolpe de las mejores opciones de gol de la primera parte. Primero, en un cabezazo de Bendtner, que después se retiró con molestias en la ingle; luego, en un remate de Rommedhal, bastante egoísta; y por último, merced a Kahlenberg, que obligó a lucirse a Stekelenburg.
El conjunto tulipán adolecía de ritmo, iba con el freno de mano echado, como si fuera a llevarse la victoria con el mero peso de su camiseta. Como si tuviera encendidas todas las luces pero sin haber nadie en casa. Apenas firmó un par de disparos de Van der Vaart y alguna aparición del deslucido Sneijder, alejado del visto en el Inter campeón. Y con este panorama Poulsen no hizo sino irrumpir de la peor forma para otorgarles la razón, certificando que las pifias no son propiedad exclusiva de los metas. Brillaba el sol en el Soccer City, mediodía primaveral a la espera de la ola de frío anunciada, cuando se produjo la bufonada para que Holanda se encontrara con la ventaja casi sin querer. El alivio perfecto para los efectos secundarios del debut, esos que apuntan al fútbol timorato.
Un extremo prometedor Con ventaja, la propuesta de conservar el balón engordó sin que Dinamarca diera con la tecla para enmendar la plana. La agitación del banquillo por parte de Olsen, confiando en Gronkjaer y Beckmann, fue inútil. Todo lo contrario que en el bando opuesto, ya que la entrada del jovenzuelo Eljero Elia, del Hamburgo, revolucionó las operaciones por el flanco izquierdo con su repertorio de amagos, desbordes, taconazos y sprints que, al fin, levantó al público del asiento. Guión que le sitúa en la agenda del Bayern una vez superados sus problemas de tobillo. Un jugón no exento de polémica, dado que mediante el Twitter calificó de "marroquí canceroso" a un amigo en su país mientras jugaba en la videoconsola con sus compañeros Babel y Van Bronckhorst en la concentración. "Me refería así Reduan, que siempre me llama negro. Era una broma. No soy racista, crecí en el distrito Molenwijk de La Haya, donde el 75% son marroquíes", se excusó posteriormente. Vamos, que más por inercia que por codicia la papeleta oranje estaba resuelta.
Un buen derechazo de Van Bommel y una parábola de Sneijder que, con la ayuda, otra vez, de Agger, se estrelló en el travesaño fueron el prólogo de la sentencia. Elia envió el esférico al poste y Kuyt, siempre atento, sacó jugó del rechace para reivindicar su estatus de obrero del fútbol con la extraña capacidad de marcar del modo menos estético posible. Holanda embelleció su casillero pero dejó dudas. Como si esperara a Robben, su guía espiritual.