Barcelona. Sandro Rosell trató a lo largo de toda la jornada de disimular la euforia que rodeaba a los miembros de su candidatura ante las diáfanas señales que todos los sondeos le enviaban de que iba a convertirse en el nuevo presidente del Fútbol Club Barcelona. Aguardó hasta que los pronósticos se transformaran en realidad para dar la cara y celebrar su victoria. A partir del 1 de julio, se convertirá en el sustituto de su otrora amigo y ahora enemigo Joan Laporta, el tipo que puede presumir de haber encabezado la época más gloriosa en la historia del barcelonismo.

Rosell barrió en las urnas a los otros tres candidatos a la presidencia del club azulgrana. Dos de cada tres votos emitidos en una jornada en la que se batieron todos los récords de participación lo escogían como ganador. Los resultados no hicieron más que ratificar los pronósticos que arrojaban las encuestas de las semanas previas y la avalancha de firmas con las que formalizó su candidatura sumando más apoyos que las del resto de aspirantes juntos.

Una hora antes de que los resultados se hicieran públicos, en torno a las 22.00 horas, todos los rivales del nuevo presidente culé salieron a la palestra para felicitarle por su victoria virtual. Nadie quería esperar hasta el final. La suya era una victoria cantada. "Hay que dejar trabajar a Rosell, por su bien y el del Barça", manifestaba Agustí Benedito. Jaume Ferrer, el delfín de la línea continuista de Laporta, aseguraba que el proyecto del nuevo presidente había "sido legitimado por los socios". Mientras que Marc Ingla felicitaba al ganador y aseveraba que el resultado de ayer era la consecuencia lógica de "cinco años de trabajo con los socios".

Ahora Rosell, a quien sus contrincantes han atacado al unísono durante la campaña, debe poner en marcha un programa que, en principio, debe variar poco las coordenadas que han regido los designios de la entidad azulgrana en los últimos años. Aunque asegura que pretende "despolitizar" el club, también ha repetido en numerosas ocasiones que su primer paso como presidente ha de ser "hablar con Guardiola", técnico al que todos los candidatos han alabado y al que se quiere atar por mucho tiempo a la entidad.

Rosell, amigo personal de Ronaldinho y decidido a devolver a Cesc Fàbregas al vestuario del Barça, ya sabía lo que es ganar unas elecciones, en este caso las que coronaron como nuevo mandamás del Barça a Laporta, antiguo amigo suyo que lo nombró vicepresidente del Barça. Las discrepancias entre ambos, que acabaron aireándose y provocando su salida de la directiva, supusieron una ruptura de relaciones entre ambos que a la postre han condicionado el rechazo del presidente saliente a su candidatura.

Otro de los pasos que tomará el nuevo presidente del Barcelona en cuanto se haga cargo del club -Laporta termina mandato el próximo día 30- estriba en la búsqueda de un nuevo director deportivo, dado que el actual, Txiki Begiristain, no entra en sus planes, tal y como manifestó hace unos días. La papeleta más complicada que se le presenta tiene más que ver con no estropear lo bueno que se ha hecho en el club en los últimos años.