LOS futbolistas, colectivo de privilegiados, disponen de mucho tiempo libre a lo largo del día y cada uno lo invierte de la forma que quiere. Están los que, simplemente, ven la vida pasar y se limitan a disfrutar de los lujos y del bienestar que les proporcionan sus excelentes contratos. Otros aprovechan para hacer vida familiar, la que no pueden llevar a cabo los fines de semana. Los hay también que tienen inquietudes y utilizan esas horas muertas para formarse, estudiar, aprender idiomas o atender algún negocio paralelo, mientras que otros, minoría absoluta, van más allá y utilizan su figura pública, su ascendente entre la población que les idolatra, para intentar devolver a la sociedad una porción de ese bienestar del que ellos disfrutan gracias a su habilidad con el balón. Mark Schwarzer, veterano portero de la selección de Australia y del Fulham inglés, equipo con el que jugó, y perdió, la última final de la Liga Europa ante el Atlético de Madrid, es uno de ellos.

Schwarzer, de 37 años, siempre ha tenido una gran inquietud: los movimientos migratorios. Probablemente sea porque ha sufrido en sus carnes lo difícil que es el proceso de adaptación a un nuevo país, la necesidad de adaptarse a unas costumbres extrañas, a una novedosa cultura, la laboriosidad de sentirse aceptado. Pese a que él nació en 1972 en North Richmond, un enclave rural al norte de Sydney, sus padres, Hans-Joachim y Doris, llegaron a Australia en 1968 procedentes de Alemania en busca de mejores condiciones de vida. Además, su mujer, Paloma, con la que tiene dos hijos, Julian y Amaya, también experimentó el mismo fenómeno, ya que sus padres tuvieron que escapar de Filipinas como consecuencia de la cruel dictadura de Ferdinand Marcos. Así las cosas, Schwarzer comenzó a trabajar a nivel local en su Australia natal y no tardó en convertirse en representante del Alto Comisionado de la ONU para los refugiados. "Es un asunto muy complejo", muestra como esbozo el meta del Fulham antes de pasar a profundizar su discurso. "Muchas personas se preguntan la razón por la cual los Gobiernos son tan selectivos con los inmigrantes y no aceptan a más, mientras que otros creen que la llegada masiva de personas extranjeras a un país es algo malo. No es un tema sencillo. Para mí, no hay nada peor que una persona que llega a una conclusión sin escuchar a las dos partes", destaca, al tiempo que es consciente de que su imagen pública puede ser de gran ayuda en esta problemática. "Los futbolistas tenemos influencia en la sociedad y debemos aprovecharla para ayudar en este tipo de causas", resume.

Campo de refugiados Una de las experiencias más duras que ha debido afrontar Schwarzer en sus campañas a favor de los desplazados tuvo lugar en un campo de refugiados en la frontera de Birmania. Ocurrió en 2007. Una vez que Australia quedó eliminada de la Copa de Asia, Mark abandonó Bangkok junto a su mujer y en lugar de marcharse de vacaciones decidió visitar ese enclave de la frontera con Birmania y nunca olvidará lo que vio allí. "Había 9.500 personas viviendo en una superficie de 900 por 300 metros en muy malas condiciones. Me dijeron que el 35% de esas personas nunca iba a poder salir de ese campo de refugiados, que no pueden huir hacia ninguna localización mejor porque serían perseguidos y ningún país les daría ningún tipo de asilo", afirma, para denunciar acto seguido que la realidad de ese campo no es un hecho aislado. "Existen otros siete u ocho más, aunque el Gobierno tailandés dice que, oficialmente, no sabe nada a ese respecto. Evidentemente no puede admitir algo así. Las casas están hechas con bambú y las tiran abajo todos los años sólo para demostrar a los que allí viven que puede que el día de mañana no tengan un techo para cobijarse. Es horrible", reconoce. Vivencias así le ratifican en su creencia de que ayudar al prójimo es vital para cualquier ser humano. Por su ideario, unido a una trayectoria profesional que arrancó en 1990 con los Marconi Stallions y que posteriormente le ha hecho recalar en el Dynamo Dresden, Kaiserslautern, Bradford City, Middlesbrough (donde jugó once años) y Fulham, Schwarzer recibió el año pasado la Orden de Australia, uno de los mayores honores que puede recibir un aussie.

Escritor de éxito Además, el meta de la selección oceánica también invierte su tiempo en otra actividad poco propia de los deportistas profesionales: escribir. Schwarzer ha publicado junto a Neil Montganana-Wallace una serie de cinco libros infantiles en los que se cuenta la historia del personaje de ficción Edward Megs Morrison, un niño que se traslada desde Inglaterra hasta Sydney junto a sus padres y que tiene muchos problemas a la hora de integrarse en su nuevo entorno hasta que pasa a ser parte de un equipo de fútbol "Sí, la obra tiene un importante cariz autobiográfico, pero lo importante es que contribuye a dos fines fundamentales: que los niños adquieran el hábito de leer y que entiendan el fenómeno de la migración", reconoce el autor, un guardameta cuya vida va mucho más allá del fútbol.