Desde que se marchó de Vitoria, su carrera había iniciado un declive imparable. Su cuenta corriente empezó a engordar con la misma velocidad que su cuerpo empezaba a verse magullado por las lesiones y, por ende, su credibilidad como tirador infalible se diluía como un azucarillo. Hasta que el pasado lunes, contra todo pronóstico, dijo basta. Arvydas Macijauskas, aquel compulsivo anotador que militó en el Baskonia durante las temporadas 2003-04 y 04-05, acaba de anunciar su retirada de la práctica profesional a sus 30 años. Y lo ha hecho después de vivir un calvario en unos últimos años marcado por las lesiones.

Tras despuntar a comienzos de la década en las filas del Lietuvos Rytas y conquistar el oro con su selección en el Europeo de Suecia de 2003, recaló ese verano en Vitoria siendo un auténtico desconocido para el público en general. El ojo clínico de Alfredo Salazar, no obstante, había vuelto a dar en la diana. El cuadro vitoriano, donde viviría su época dorada como jugador, no tardaría en recoger los frutos de un fichaje impactante. Sus números no dejaron lugar a dudas: 17,2 puntos por partido (57% en tiros de 2, 41% en triples y 91% en tiros libres). A nivel colectivo, ayudó al club a conquistar una Copa del Rey y un subcampeonato liguero.

Cotizado como pocos, la NBA le sedujo y así empezó a cavar su tumba. Durante su año de estancia en los Hornets, conoció el lado más duro del baloncesto a las órdenes de Byron Scott. Hastiado de su nulo protagonismo, Macijauskas firmó en verano de 2006 con el Olympiacos el mejor contrato suscrito por un jugador europeo hasta la fecha. Cuatro temporadas a razón de más de dos millones de euros anuales le hicieron de oro hasta que una gravísima lesión en la pretemporada -se rompió el tendón de Aquiles- supuso el principio del fin. Se pasó un año en blanco y, cuando regresó, ya nada sería igual. El agrio litigio judicial con el club heleno, que rescindió su contrato tras acusarle de haber sufrido una recaída con su selección, minó más si cabe su moral. La falta de ofertas le ha autoconvencido para colgar el fusil. En el futuro aspira a ser entrenador.