Orio. Del autobús del Sky, el equipo del magnate de los medios de comunicación Ruper Murdoch, una pieza minimalista carrozada en elegante marrón y letras en plata, crece una joroba para que los ciclistas identifiquen el vehículo, un hotel rodante, al concluir la etapa de un simple vistazo al aire. A dos palmos del mojón, de la luz del hogar, emerge una antena parabólica. El bus del Garmin, una empresa que comercializa los GPS, es más colorido, naranja y azul, y en su vientre, al igual que en el del Sky o el del Radioshack, una gigantesca cadena de tiendas de gadgets tecnológicos, viaja un nutricionista y una planificación metódica en la que los detalles alcanzan el centro del escenario. Es el nuevo ciclismo, el que dialoga en inglés, el que abraza más a la ciencia que a la pasión, el que exprime la tecnología como método de mejora del corredor. Lo explica Neil Stephens, director del Caisse d"Epargne, un australiano que vive en Oiartzun y que conduce el volante de una escuadra entroncada en lo más profundo de la tradición ciclista. "El ciclismo del futuro deberá sacar más rendimiento de la ciencia y de la tecnología. Y donde mejor se puede trabajar en esa dirección es en las contrarrelojes, donde el hombre se mide a lo elementos. Lo tengo claro", enfatiza Stephens con el verbo raudo, ágil, y el gesto vivaracho, apresurado, en Eibar.
A las puertas de la decisiva contrarreloj de Orio que decidirá esta tarde la Vuelta al País Vasco "en la que la diferencia entre ganar o ser tercero pueden ser tres segundos", el ex ciclista aussie recuerda que la Federación Australiana empleó las imágenes de satélite que ofrece Google Earth para seleccionar el mejor material para sus representantes en la contrarreloj de los Juegos Olímpicos de Pekín, en 2008. "Recogieron los datos de Google sobre el recorrido de la contrarreloj de China, por dónde soplaba el viento, los desniveles y a partir de ahí se decidieron los desarrollos y esa clase de cosas, esenciales en las cronos", apunta Stephens. "Evidentemente eso no lo es todo, pero es un pasito más para ir limando, de aquí y de allá. Sé que en el Sky emplean un método similar para preparar las cronos e incluso los sprints, que los miden al milímetro con los datos que manejan tanto sobre el recorrido como de los ciclistas. Así fijan el tiempo que deben durar los relevos o la propia distancia que deben estar relevando". Equipara el uso de los avances tecnológicos Stephens al uso que se le da en la Fórmula 1, el banco de pruebas más avanzado, y opina que el ciclismo está aún por explotar en esa dirección. "El ciclismo tiene mucho que mejorar, existe margen. En los últimos cinco años ha avanzado mucho, aunque cada año parece que se ha alcanzado el tope. Ocurre como con la Fórmula 1, seguro que si le preguntas a los ingenieros cada año, te dirán que van al límite, pero se superan una y otra vez".
el camino de los ingleses Para que eso suceda en un mundo en el que la liturgia, la leyenda, la mitología y la épica han cincelado el código genético del ciclismo, su alma, cree el australiano que resulta básico continuar el camino de los ingleses, el que hace no tanto tiempo abrió Manolo Saiz, un estudioso del ciclismo. "Manolo fue un adelantado a su tiempo y ese relevo, el de mejorar mediante al estudio, lo guían ahora equipos como el Sky o el Garmin después del importante avance de la metodología del CSC de Riis". Para dar impulso al ciclismo, Stephens cree que se deben mezclar la experiencia, "un punto de apoyo muy importante", y la aplicación de un mayor "rigor científico". En un deporte en que las distancias entre los mejores se achican, en el que los triunfos se apuran sobre el reloj, medidor universal, "cada detalle cuenta, desde la nutrición, el estudio de recorridos mediante imágenes de satélite, los materiales, los desarrollos o cómo vayan de hinchadas las ruedas", argumenta Stephens antes de acelerar para no perder tiempo. Como los visionarios.