A ver si me abandona y se va un poco con los demás". Tanto ha convivido y tan intensamente José Ángel Gómez (30 de mayo de 1980) Marchante con la desdicha, la zozobra, la aflicción y la mala suerte en los tres últimos cursos, que cuando habla de ella parece que lo hiciera de una persona, de una amante despechada a la que no desea volver a girarle la mirada, a la que no quiere rozar porque son numerosas y profundas las cicatrices que han anidado en su carrocería por su culpa. Agrupa el madrileño sus brazos bajo la leyenda del maillot del Andalucía-Cajasur, en el equipo en el que se recompone, para combatir el frío que golpea la mañana en Viana, que se despereza silbante con el viento, en tonos grises, de punta a punta. Bajo la techumbre aplomada, decorada en melancolía, cincela Marchante la memoria de sus ojos azules, la cabellera ensortijada, para recorrer su cicatrizado archivo, repleto de magulladuras desde que se coronara hace cuatro años en la misma carrera el "punto álgido" de su despliegue ciclista. Después a Marchante le rehuyó la fortuna y enlazó penas como cuentas de un rosario.

"De alguna manera todo empezó con la caída camino de Oiartzun, cuando en un descenso nos caímos Koldo Gil y yo en la Vuelta al País Vasco de 2007. Ahí empezó mi calvario y desde entonces no he tenido la continuidad necesaria", expone Marchante, que se había lanzado a la caza de Roberto Cobo y Samuel Sánchez en medio de una brea de espejo, una piscina acristalada. No tardó en supurar aquella herida el madrileño, único vencedor de la carrera que compite en la presente edición de la prueba, que lució su imagen de querubín en la cima de Urkiola. "Fui quinto", dice con serenidad sobre su mejor puesto en una grande, el de la Vuelta de 2006. A Marchante se le esperaba en el podio en 2007, pero en el transito se dislocó en 2008 cuando al Saunier Duval le atizó el dopaje. "Fue un año muy complicado para todos. Al final el equipo desapareció y tocó buscarse la vida".

Sabe hacerlo Miguel Ángel, al que una colitis ulcerosa, una dolencia crónica del estómago (le sangraba a modo de una úlcera), que le detectaron en junio le laminó las prestaciones, le tumbó en la Dauphiné de 2007 y sobre todo le dejó expuesto en el Tour porque la organización de carrera le impedía tomar la medicación necesaria (corticoides y antiinflamatorios) para tratar la enfermedad. "Era un poco frustrante en ese sentido, pero el año pasado finalmente dejaron que me medicara", destaca Marchante, sin un ápice de revanchismo.

rotura de codo Aún engalanado, con la jerarquía que ofrece un palmarés con suficiente peso, recaló en el Cervélo, a la criatura ideada por Carlos Sastre, el pasado curso. En continua alerta, respirando en la incertidumbre por los brotes de la enfermedad, comenzó el madrileño la campaña renovadas las ilusiones. Sucedió que en la París-Niza, la carrera del sol, la que vocea feliz la llegada de la primavera, Marchante se sombreó. Otra vez. "Me caí y me rompí el codo". El quebranto de la articulación le trompicó el resto de la temporada, en la que padeció un atropello por el coche de equipo que le fisuró la muñeca derecha, y el ciclismo, impaciente, agonizante, no le reservó butaca de senador.

Se recluyó en el Andalucía-Cajasur, una modesto escuadra en el que pretende reconstruirse, reubicarse en la tripa del pelotón, como cuando asomó en el profesionalismo del vientre del Paternina. "Espero ir tirando para arriba porque sé que puedo hacerlo. Cuando has hecho una cosa eres consciente de que puedes repetirlo y eso me ayuda. Me da confianza", concreta el ciclista madrileño, bunkerizado en el calor de la familia y en el relativismo, lejos de poses histéricas. "He sido padre por segunda vez y eso me hace feliz. Además vivo de lo que me gusta y eso no todos lo pueden decir, y más tal y como están las cosas", reflexiona e incide en la idea de que "cuando estaba arriba, había cosas a las que no daba demasiada importancia. Ahora tengo otras prioridades. Por ejemplo volver de las carreras con alguna sorpresa para mis hijos, aunque sea un chupa-chups". Entonces una sonrisa invade a los suyos y se proyecta vigorosa sobre el perfil de hilo de Marchante, el de los calvarios.