"Ha sido una aventura que no tiene nada que ver con lo que hemos hecho antes", resumía Eneko Pou. Muy diferente. Una auténtica odisea. El relato del mayor de los hermanos gasteiztarras no deja lugar a dudas. Frío intenso, avalanchas y una huida obligada en un pequeño bote a través de un lago de gélidas aguas tras caerse la Karakorum Highway para no exponerse a un ataque de milicias talibán fueron las principales peripecias que vivió en primera persona el escalador vitoriano este invierno en Pakistán.
La experiencia que le tocó pasar en el valle de Shimshal, el último rincón del Karakorum, una zona inhóspita a más de 3.000 metros de altitud y de muy difícil acceso, será difícil de olvidar. "Nos gusta el monte, pero nadie va a jugársela. Fue muy duro. En muchos momentos estuvimos acojonados", relata.
Tanto él como sus cuatro compañeros de aventura las pasaron en algunos momentos canutas. El grupo, un equipo internacional de The North Face, en el que además del propio Eneko estaban el prometedor alpinista italiano Herbe Barmasse, el estadounidense Kris Ericsson, gran escalador de hielo y esquiador de grandes montañas, el doctor italiano Marco Cabana y Oscar Gogorza, guía de alta montaña y director de la revista Campo Base, tendrán grabado durante mucho tiempo la odisea vivida en el recóndito valle de Shimshal.
"NO ENTRÁBAMOS EN CALOR" Fue muy duro. Y eso que el propio Eneko ya sabía lo que le esperaba. "Juan Vallejo ya nos había dicho que era muy complicado hacer actividad de montaña en la zona". Las estadísticas lo corroboran. Ninguno de los ochomiles de Pakistán se han ascendido en invierno.
Éste no era su objetivo. Uno de los retos de la expedición era descubrir un valle inexplorado y ascender cualquiera de las muchas montañas de 6.000 metros vírgenes de la zona para bajarla esquiando. No pudo ser. El frío y las adversas condiciones climatológicas les obligaron a rendirse. "Montamos un campo base a 3.800 metros y estábamos dentro de la tienda entre -5º y -15º bajo cero. No había forma de calentarse", recuerda Eneko. "Fue muy duro". Más aún cuando llegaron a la cota de 5.500 metros. "Llegamos a estar a 27º bajo cero. Mucho, mucho frío". Dieron la vuelta. Sin su primer objetivo.
De todos modos, había más. Querían también escalar en hielo. Sin embargo, por encima de todos los proyectos deportivos sobresalía el lado humano con el que el grupo se desplazó hasta el valle de Shimshal.
El equipo internacional de The North Face pretendía prestar asesoramiento médico a las gentes del lugar a través del galeno Marco Cabana y dar cursos de tecnificación, seguridad y rescate a los habitantes de la zona que durante la temporada alta trabajan como porteadores de altura. "Son gente muy fuerte, algunos de ellos incluso cuentan con ascensiones al K-2, pero con un cero en técnica hasta el punto que muchos de ellos no sabían ni poner una cuerda", comenta Eneko.
Para que eso no ocurra y los porteadores de la zona adquieran los conocimientos técnicos necesarios en la alta montaña han creado la Shimshal Mountain Climbing School. De momento, en esta primera experiencia contaron con 27 alumnos, entre ellos diez mujeres pese a tratarse de una región islámica. El lado humanitario de la expedición.
Totalmente distinto a cualquier reto a los que antes se había enfrentado el mayor de esta genial saga de escaladores gasteiztarras. El mismo Eneko asume que ha sido muy diferente a todo lo anterior. "Les coges mucho apego. No tiene nada que ver con otras expediciones en las que van, hacen su trabajo y están un poco al margen. Aquí la relación es mucho más estrecha. Ha sido muy enriquecedor", comenta.
Por eso, el escalador vitoriano se siente muy satisfecho de participar en este proyecto. Más que una escuela de escalada. "Una ONG", enfatiza Eneko. "Les vamos a distribuir material, piolets, cuerdas, crampones para que tengan todo lo necesario". Eso y sus conocimientos. Todo con el objetivo de que estén lo suficientemente preparados para ayudar a los montañeros en los campos de altura del Himalaya y salir ellos también airosos de cualquier contratiempo. "El objetivo es que cojan experiencia y vuelvan también enteros".
Como lo han hecho ellos. Vivos pese a que en más de un momento rondó la desgracia sobre sus cabezas. "Demasiado peligroso". No es para menos. Su relato pone los pelos de punta. Y es que en una cascada de hielo sufrieron una impresionante avalancha que casi se lleva al grupo por delante. "Fueron cinco minutos de avalancha en el descenso de una cascada en los que nos cayeron cinco o seis piedras del tamaño de un seiscientos". Ilesos. Y eso que Eneko se temía lo peor. El alavés no daba un duro por su compañero Barmasse, que se quedó colgado en plena cascada cuando se produjo la avalancha. "La nieve y las piedras pasaron a menos de un metro. Mucha suerte. Si cae un metro más acá no sale vivo", recuerda aliviado.
Sin embargo, sus problemas no acabaron ahí. Quedaba volver a casa. Un largo y pesado trayecto en todoterreno, que una vez que han hecho una nueva pista se hace en cinco horas, pero que hasta 2004 era necesario emplear cuatro días.
avisados por la cia El último paso. Sin embargo, cuando parecía que ya no podrían surgir más sobresaltos aparecieron nuevas complicaciones. La Karakorum Highway, por donde tenían que volver, había caído. Estados Unidos había iniciado la ofensiva contra la frontera de Afganistán y la región se había convertido en un auténtico polvorín.
De hecho, la CIA había aconsejado al miembro estadounidense de la expedición, Kris Ericsson, no utilizar bajo ningún concepto ese trayecto para volver a Islamabad, debido al riesgo existente por la presencia de milicias talibanes en la zona. Retenidos. Diez días parados en un albergue junto a un buen número de personas que estaban esperando para llegar a la capital pakistaní. No había manera de salir. Los helicópteros no daban abasto con toda la multitud presente. "En la montaña hay mucha solidaridad, pero es una pena ver cómo en estos casos el Gobierno del país no funciona y te dejan allí tirados, totalmente desesperado".
Sin salida. Bueno, había una. Cruzar un lago de ocho kilómetros de aguas gélidas en una pequeña canoa. "Fuimos con chaleco, pero no iban a servir de mucho, ya que si caías al agua, ahí no ibas a durar vivo más de un par de minutos", comentó Eneko. Al menos así pudieron salir los miembros de The North Face. Todos menos el americano, que siguió los consejos dados por la agencia de inteligencia de su país y se quedó esperando.
Y es que al otro lado del lago aparecía de nuevo la Karakorum Highway y el riesgo que conllevaba ir por esa vía. "Fuimos agachados, debajo de los asientos, con las cortinas del todoterreno tapadas y con el miedo en el cuerpo", recuerda Eneko del trayecto que les llevó hasta Islamabad después de cuatro intensos días. Toda una odisea.