Recién coronado monarca del Cuatro y Medio Sebástien Gonzalez, se entreabre un puerta blanca que se adentra hacia los vestuarios. Asoma en el vano una mirada curiosa, de rostro circunspecto y pelo cano. La silueta permanece hierática hasta que el periodista le sondea para conocer su opinión sobre la gesta de Gonzalez: "Ramontxu". Y éste, veloz como el mecanismo de un percutor, se volatiliza de la escena cerrando la puerta en cuanto su nombre alcanza su perfil anónimo, refractario como es a los focos y a la alfombra roja incluso en el éxtasis, en los fastos y la celebración. "A Ramontxu no le gusta hablar", dice Gonzalez sonriente tras entrenar junto a Bixintxo Bilbao en el Astelena de Eibar, donde se enfrentará a Martínez de Irujo el próximo domingo en la segunda semifinal del Masters BBK.
Se acomoda Sebástien en una de las butacas de cancha de La Catedral mientras Juan cata el material con el que tratará de tumbar al azkaindarra mano a mano en toda la cancha. Un par de sillas a la izquierda, inmóvil, abrigado en una trenca blanca, pegado a Bixintxo -el joven manista que recupera el aliento tras el ensayo- Ramontxu Muxika, siempre presente a pesar de su aspecto ausente, acerca un chaleco de tejido polar a Gonzalez para que no se enfríe. No pierde detalle Ramontxu, sigiloso, en alerta continua. Comodísimo en un segundo plano, pero jamás fuera de encuadre.
"En el club de Bera juegan varios pelotaris de Iparralde y los que estábamos en el frontón, tampoco demasiada gente, tratándose como era de un partido aficionado, estábamos cerca del frontis, todos en el mismo grupo. En esto que giro la cabeza hacia las gradas y solo, en lo alto, en la otra punta del frontón vi a Ramontxu, que estaba viendo el partido", relata Inaxio Errandonea, que en cuanto divisó el trazo de Ramontxu se levantó para saludarle. "Entiende el español si le hablas despacio. Siempre está atento", desvela el de Bera sobre el botillero de Gonzalez, que emplea el francés para dialogar con el azkaindarra.
poco, pero concreto En su diccionario pelotístico brota algún que otro apunte, algún que otro susurro, porque Ramontxu no levanta la voz para comunicarse. No lo necesita. "No utiliza muchas palabras, la verdad, pero me dice cosas concretas que me ayudan", aclara Sebástien sobre la influencia de Muxika en su juego y, sobre todo, en su estado anímico. "Me da tranquilidad y confianza", enfatiza Gonzalez, que desvela que "durante los partidos me dice pocas cosas, algún que otro detalle, y yo lo prefiero así. Cuando más hablamos es fuera de la cancha". Tan escuetos y concretos resultan sus consejos, macerados durante años de amistad, que incluso en el peor de los escenarios posibles, cuando Gonzalez cedía 10-2 ante un huracanado Irujo en la final del acotado, Ramontxu, analizada la situación, únicamente le dio una indicación. "Él está todo el rato en el centro de la cancha. Tienes que pelotear más y moverle". Mano de santo. A partir de ese instante se activó el mejor Gonzalez, que caminó al galope hasta la txapela sin desviarse ni un milímetro de la senda correcta. "Mi principal problema eran las lagunas de concentración y ahora afronto con más serenidad los partidos. Estoy más centrado. Creo que el cambio se debe a que tengo más experiencia, más madurez y a que con Ramontxu me siento bien, tranquilo".
Vecino de Sebástien En la loma que vigila Azkaine, unos caseríos más abajo, respira la residencia de Ramontxu, con el que Sebástien habla a diario "ya sea por teléfono o en persona" sobre diversos temas pero en los que la pelota está "muy presente, así que en la cancha no es necesario hablar mucho porque el trabajo está hecho antes". En esas charlas en medio de la paradisiaca montaña azkaindarra, ésa que se somete al único escrutinio del mar, se ha forjado un vínculo de trascendencia umbilical, "nos compenetramos muy bien", certifica el delantero de Iparralde. "Solemos ver vídeos de partidos o de entrenamientos para mejorar cosas y corregir errores".
Curiosamente Sebástien aún no ha revisado su día más feliz en un frontón, el de la final, "aunque lo tengo en mente porque eso no se puede olvidar, pero todavía no he visto la final y ya estamos en otra competición". Tampoco ha sepultado la memoria de Martínez de Irujo aquella jornada: "No dejo de darle vueltas porque pude ganar la final. He ganado el Manomanista y el Parejas, pero también quería el Cuatro y Medio". Sucede que la pelota es un bucle que no concede descansos. "No tenemos tiempo de preparar nada porque para cuando acabas una competición estás en otra", destaca el de Ibero, que, al igual que Gonzalez, no piensa que el duelo tenga el barniz de las revanchas. "Son dos partidos que no tienen nada que ver". Por si acaso, Ramontxu, enigmático, no pierde el hilo.