Luché hasta la muerte, pero Sebas hizo una exhibición. Reflexiona con el pulso sereno, despejada la mente tras una noche de contrastes, "en la que le he dado bastantes vueltas a la final", pero con el ánimo laminado "estoy jodido, no lo voy a negar", Martínez de Irujo sobre la final del Cuatro y Medio que coronó en la tarde del martes a Gonzalez, el primer manista de Iparralde que alcanza semejante botín. Para hacerse con tan valioso premio, completó una magnífico ejercicio de pelota y de madurez mental, -no se ha desconectado durante el torneo- el delantero azkaindarra para encaramarse a semejante trono, inalcanzable antaño por su querencia a los errores y sus cortocircuitos. "Creo que Sebas jugó muchísimo en la segunda parte del partido. No falló nada y me dominó por completo", considera el delantero de Ibero, que sitúa el salto cualitativo del azkaindarra en "que apenas comete errores. No tiene nada que ver con el pelotari de antes y sobre todo me da la sensación que tiene las ideas muy claras. Con esta victoria Sebas se la va a creer y va a ser un rival todavía más peligroso en el futuro".
La mutación de Gonzalez es más psicológica, de fondo, de contenido, que de táctica o de capacidad de juego según el campeón del Manomanista. "A Sebas le vi muy centrado, no se salió del partido aunque es verdad que tal vez acusó los nervios de jugar una final por primera vez al principio". Estuvo entonces Gonzalez a mil millas de la txapela entre otras cosas por el superlativo acelerón de Juan que se disparó gracias a un afilado saque y un endiablado ritmo. "Le hice mucho daño con el saque y tomé una gran ventaja, pero nunca vi el partido ganado porque sé de lo que es capaz Sebas y porque todavía faltaba un mundo y podía pasar cualquier cosa". Y tanto.
Parpadeando el 10-2 en el marcador, al azkaindarra se le escurrió el miedo y del relajamiento asomó su mejor versión. "Pienso que tal vez vio el partido perdido y que entonces se soltó del todo y empezó a jugar lo que sabe", describe el delantero de Ibero, superado por la inopinada reacción de Gonzalez que hace no tanto tiempo se hubiera borrado por una de las rendijas de su mente. No ocurrió y se expandió. "Él empezó a restar mejor, a darle más altura a los restos, a jugar mejor. Además a mí no me acababa de salir la pelota de la mano, le daba con todo, pero me faltaba chispa y aunque le jugaba a la derecha no conseguía hacerle daño porque no le daba la velocidad suficiente a la pelota y él podía jugar más cómodo. No le hacía nada y así es imposible", despieza el delantero de Ibero, que comenzó a padecer el perfil más brillante de Sebástien en el entreacto.
sin errores "Acertó todo lo que intentó, no cometió fallos y además mandaba en el peloteo. Yo iba detrás de la pelota de un lado para el otro. Abrió muchos ángulos desde el centro de la cancha con la zurda. Luché a muerte porque nunca te puedes rendir y menos en una final y de hecho sumé algún tanto porque el falló después de defender muy bien, pero él hizo una exhibición, sin errores y me ganó. No hay que poner excusas. Fue mejor que yo", argumenta Juan, que se lamenta de las dos pasas del Cuatro y Medio que cometió en los instantes álgidos de la final, cuando el peso de los tantos era similar al de los lingotes de oro. "Hubo dos pelotazos que se me fueron pasa en el tanto 19 en un resto y en el 20. Eran tantos muy importantes pero tuve algo de mala suerte. Mi intención era dar altura para quitarle el aire, pero no me salió".
A pesar de firmar un fenomenal año tras proclamarse campeón del Manomanista y del Parejas y de acceder a la final del Cuatro y Medio, a Irujo le escuece la derrota "porque lo pasado paso está (en referencia al mano a mano y el Parejas) y lo que quería era ganar el Cuatro y Medio", una distancia que le sigue resultando molesta. "No me encuentro cómodo porque no sacó todo el partido que quiero de mis recursos, Meto la derecha encogida, con miedo", enfatiza Juan, que desconoce porque le faltó chispa. "No lo sé. Supongo que hay días y días y el de la final no fue el mío". Era de Sebástien.