Barcelona. Rafa Nadal hace tiempo que no sonríe. Lleva unos meses sin poder disfrutar de su trabajo, del tenis, de su pasión. El más joven campeón de la Copa Davis regresa al Palau Sant Jordi nueve años después de portar la bandera de aquel equipo que ganó la primera ensaladera contra Australia, aunque ahora la responsabilidad es dirigir al conjunto español a un triunfo contra la República Checa.
Desde que comenzó esta temporada, Nadal dejó claro que su objetivo principal era ganar la Davis, cuya final arranca mañana. Su baja en la final de 2008 contra Argentina en Mar del Plata le dejó un mal sabor de boca, y en el año en curso se ha centrado en ocupar un lugar en la formación a toda costa.
El duelo contra la República Checa también tiene coincidencias para Nadal, quien debutó en el equipo español en Brno con 17 años en 2004 y en pabellón cubierto, y derrotó precisamente a Radek Stepanek en el último punto para cerrar la contienda a favor de España por 3-2. Antes de iniciar este año, Nadal no podía imaginar ni por lo más remoto la serie de acontecimientos que protagonizaría en estos doce meses. Convertirse en el primer español en ganar el Abierto de Australia y firmar un inicio de sesión con cinco títulos (Melbourne, Indian Wells, Montecarlo, Roma y Barcelona) hacían prometer una temporada espléndida, pero dos lesiones le infligieron una herida que se ha dejado notar hasta el final.
La primera se produjo en Roland Garros, cuando sus rodillas, maltrechas ya desde Madrid, le impidieron afrontar con garantías su partido de octavos ante el sueco Robin Soderling, su verdugo y autor de una derrota que le impidió optar a ganar su quinto título consecutivo en París.
Faltó a Wimbledon, donde también debía acudir a defender su corona, y llegó, también maltrecho, al Abierto de Estados Unidos, herido con dos centímetros de rotura abdominal y pese a todo llegó a las semifinales. La solución, volver a parar y perder el ritmo de competición.
El desenlace, una semifinal en Pekín, la final de Shanghai y una pobre actuación en el Masters de Londres, donde se marchó perdiendo seis sets, incapaz de ganar uno solo ante Soderling, Davydenko y Djokovic, respectivamente.
superado por los mejores Falto de confianza y después de haber admitido que el divorcio de sus padres le hizo estar "fuera de este mundo" en determinados momentos, llega Nadal a la final de la Davis con números poco esperanzadores para él, pues antes de caer con Federer en la final de Madrid había ganado a 14 jugadores situados entre los diez primeros. Después, solo ha podido con el francés Jo-Wilfried Tsonga y ha doblado ocho veces la rodilla ante los mejores.
Las sensaciones que ha arrojado en estos últimos torneos de la temporada no onvitan en absoluto al optimismo a la afición española. Pese a todo, queda claro que la Davis, una competición especial, saca lo mejor de Nadal, que aun y todo sigue entre los mejores.
Sus cifras, 64 victorias y 11 derrotas, le han mantenido, aunque con notorio peligro de perderlo, en el segundo puesto de la clasificación mundial, con Djokovic acechando. Ahora, la lucha por el objetivo inicial al principio de la sesión le llega este fin de semana, donde su formidable adaptación a la tierra espera dar sus frutos y conseguir por segunda vez, como ya hizo en Sevilla hace cinco años, un título que le emociona.