Sólo Dios puede juzgarme. Así reza una de las inscripciones que adornan el tatuado cuerpo de Ibrahimovic, el artista a quien le bastó ayer con una pincelada para poner el Camp Nou a sus pies, ahuyentar aún más la sombra de Samuel Eto"o y devolver el liderato al Barcelona, que sufrió como hacía tiempo no se recordaba para tumbar a un Real Madrid todo coraje pero que perdonó como a los pequeños siempre les ocurre ante los grandes. Ni siquiera lograron los de Pellegrini extraer provecho de la inocente expulsión de Sergio Busquets cuando el marcador ya era favorable al vigente campeón. Ahí radica la diferencia entre quien ejerce de aspirante y aquel que, con un soplo de inspiración, le es suficiente cuando se le traban los días. La semana que presagiaba un sorpasso acabó con un doble golpe sobre la mesa de color blaugrana y, seguramente, una brizna de confianza para el porvenir merengue por aquello de la imagen y el arrojo que mostró la escuadra capitalina sobre el césped del Camp Nou. Pero el fútbol a esta escala únicamente vive de los resultados.
El sueco se pasó la primera parte dibujando el partido en su mente, ya que Guardiola apostó por sentarle y dar entrada a Messi, y algo se le escapó al de Santpedor de su libreta porque al Madrid se le abrió el cielo -que ni en sus mejores sueños- al comprobar que, cuando robaba el balón, ganaba siempre en superioridad y se plantaba en las inmediaciones de Valdés en un santiamén. Que el contragolpe sería su arma estaba escrito en el guión, pero consiguió asustar sin necesidad de pertrecharse en la cueva. En el ecuador dispuso de una ocasión que recordó a la que el curso pasado tuvo Drenthe: Cristiano Ronaldo remató libre de marca tras una asistencia de Kaká y la acción, que pintaba gol, se estrelló en el cuerpo del prodigioso guardameta culé.
ocasiones desaprovechadas Después fue Puyol quien se cruzó a tiempo ante Marcelo. El Barça echaba en falta un nueve y su tiralíneas no era preciso porque Henry bajó enteros. Según se acercaba el descanso el cuadro blanco, efectivo gracias a juntar mucho las líneas, perdió oxígeno y entonces fue cuando los locales se entonaron, obligando al rival a mostrarse con dureza. Casillas tuvo que activarse ante la aparición de Iniesta y del francés para evitar el dardo en su portería.
puyol, carácter de gladiador El horizonte varió nada más volver de vestuarios. Los madridistas se dejaron la disciplina táctica dentro y, aunque el capitán azulgrana tuvo que frenar esta vez a Higuaín paseando su carácter de gladiador, la orquesta catalana dejó de desafinar y era ya la dueña del patio en su recreo. No dominaba el balón con la comodidad de otras citas, pero comenzaba a merodear cada vez con peores intenciones el área de Iker Casillas. Y así, a la primera fue la vencida. Un centro de Dani Alves -otro de los destacados, sobre todo cuando al resto comenzó a faltarle gasolina- desde la derecha sirvió de prólogo al remate a bocajarro con el exterior, según le venía el cuero, de Ibrahimovic, que superó a Pepe como un ciclón. Y cuando ya se intuía un festival irrumpió la manita de Busi. El esférico se pegó con cola a los botas blancas a pesar de que Piqué, de cabeza, pudo sentenciar. Antes Cristiano y después Benzema, que le relevó, gozaron de un par de remates flagrantes para la igualada, que no llegó. El Madrid empujó con alma, corazón y todos sus recursos ofensivos, pero el ejercicio de destrucción blaugrana fue soberbio. Al choque, al patadón y hasta hilvanando. Es más, Messi, a menor nivel físico, se marcó más de una filigrana y provocó que Casillas se luciera. Lass, impotente por ver imposible el empate, también se fue antes a la caseta. El tiempo estaba cumplido y no pudo reprimir una fea patada a Iniesta.
Ganó el fútbol en esta trepidante ida y vuelta. De pegada sin fútbol construyó el Madrid su liderato y con fútbol sin pegada lo entregó a un Barcelona que, cuando se le tuerce su boceto, sabe tirar de cualidades menos preciosistas pero igual de efectivas. Nadie puede dudar que en estos combates los blancos echan mano del plus que significa vestir esa camiseta pero su futuro continúa siendo incierto. El que aguarda en Can Barça debe ser igual de optimista que hasta hoy. De momento el entorno ya ha juzgado a Ibra. Le apodan el más grande.