Patxi Usobiaga, referente mundial de la escalada deportiva, actual campeón del mundo y subcampeón de la Copa del Mundo, abre su interior a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA con un recorrido vital que comienza trepando a duras penas a los árboles.
Escalar la vida
Patxi Usobiaga sienta sus reales en las alturas; la escalada le permite tener el mundo a sus pies.
de pequeño, era el más torpe subiéndome a los árboles". Tal vez por eso decidió encaramarse a una roca, a la escalada, a la vida, donde confluyen su cuerpo enjuto, fibroso, esculpido; su mente juguetona, en constante ebullición, y su espíritu irreductible. Alcanzada la atalaya, relajado, dichoso, en paz interior, nunca más quiso bajarse. Peter Pan alado, reptó Patxi Usobiaga (7 de septiembre de 1980), campeón del mundo de escalada, para escapar de la gravedad, ley universal, incontestable, irrefutable. O no. "Porque uno siempre puede elegir su camino". Seleccionó el suyo instintivamente, desde las tripas, trepando por el televisor, con los ojos, curiosos, garabateando la senda que descolgaban las imágenes de Míriam García. "Cuando vi cómo escalaba, decidí que era eso lo que quería hacer", dice. El flechazo tuvo lugar a los 10 años. Y cuando un amor brota, otro se desvanece. Así que el fútbol, el atletismo, las pruebas de fondo y la pelota quedaron en el arcén, marchitos, en el pretérito de Patxi, a resguardo de la memoria. El futuro era la escalada, la amante que le había imantado para siempre el corazón. "No concibo mi vida sin la escalada y espero practicarla todo la vida", apunta el eibartarra convencido, colgado de una chaqueta marrón que enrolla su ligerísimo esqueleto, mientras una lija cuida la piel de sus manos, devastada por el roce de la roca y la competición, en el Espaloia, el Kafe Antzokia de Elgeta, un pueblo cosido a una cumbre fronteriza, el primer pueblo de Gipuzkoa, donde reside Usobiaga "porque la vivienda en Eibar está muy cara". Otro primer pueblo. Otro límite. La villa armera, otra frontera.
No existe ésta para Patxi Usobiaga, que entrelaza ideas desde la incesante actividad de su cerebro -"mi cabeza es una turmix", reconoce-, entre la escalada y la vida, que vienen a ser lo mismo, sin distinciones, un asunto pasional. Su lema: "A tope, al 100%". Y el joystick de su porvenir, su curso, quiso gobernarlo desde el comienzo Patxi. "En casa había afición por ir al monte y desde ese aspecto no fue complicado el tema de la escalada, pero no era una situación fácil para mis padres, (Mikel y Blanki; Maia y Lier, sus hermanos, completan el núcleo familiar), porque tuvieron que escuchar muchas veces por parte de la gente eso de que cómo era posible que me dejaran escalar siendo tan pequeño". Aunque difícil de masticar para sus padres porque la especialidad "tiene sus riesgos", Mikel quiso estar cerca de su hijo y durante los fines de semana le acompañaba al monte, a buscar paredes por las que Patxi tejía una vereda con la cuerda, los mosquetones, el arnés, los pies de gato y el magnesio. Los aperos del escalador, sus utensilios. Con su padre compartió excursiones rocosas hasta los 14 años, cuando se integró en un grupo de escalada junto a jóvenes de Bergara y Arrasate en busca de motivación, el motor de su vida, la palabra que emerge en infinidad de ocasiones de sus reflexiones transparentes, pero barnizadas de aristas y recovecos. Fue aquella la familia trepadora, funambulista, de Patxi. Era la época en la que una semana antes de que la principal revista de escalada, de carácter mensual, saliera al quiosco las mariposas anidaban en su estómago antes de revolotear traviesas sin rumbo fijo. "Ya no tenía la motivación suficiente para ir a escalar con mi padre y siempre busco la motivación. Es el motor para cualquier cosa, incluso para hacer una entrevista. Si no pones ganas para lo que estás haciendo, las cosas no salen bien y a mí me gusta hacer bien las cosas o por lo menos poner todo lo que sea de mi parte para que salgan bien".
Asume Usobiaga ser obstinado "porque cuando algo me entra en la cabeza no paro hasta hacerlo", la brújula de los pioneros. Esa determinación le ha elevado a cotas inopinadas, vírgenes en la escalada en roca. "Esto es no es sencillo y vivo las 24 horas por y para la escalada en el sentido de que siempre la tengo en la cabeza. Además, como tienes que entrenar tanto, acabo molido todos los días". El manto de la filosofía del trabajo -"los que escalan dicen que soy el que más entreno del mundo" (un vídeo suyo con sus entrenamientos que pulula por internet bajo el título de Progressive se ha convertido en la biblia de la disciplina)-, la entrega, el esfuerzo, el sacrificio e incluso el dolor han tallado cada milímetro del cuerpo y la mente de Patxi. "Esto es muy duro, pero a mí me encanta lo que hago y vivo de ello. Se puede decir que es un deporte masoquista porque el cuerpo sufre muchísimo, de eso no hay duda, pero el dolor se puede soportar. Uno se acostumbra de forzarlo tanto. El problema en la escalada más que el cuerpo es la mente. Si te bloqueas no hay nada que hacer. Es la mente la que pone los límites". Y la turmix de Usobiaga, la batidora que regula su mente, "pienso a saco", subraya, necesita alimentarse, voraz, insaciable como es. "Trato de buscar las motivaciones continuamente", dice el eibartarra, que desconoce el significado de la bandera blanca, la rendición. Hay una caries en esa parte del diccionario. "Cuando compites, cuando estás con los mejores, la diferencia no la marca la preparación física porque todos estamos perfectamente preparados, sino las ganas de ganar que tengas, el querer seguir adelante aunque la situación sea complicada. Es un asunto 100% psicológico. Todo está en la cabeza", concreta Patxi, que tras tantos años ovillado en la escalada, entrena entre cinco y siete horas al día dependiendo de las exigencias competitivas, viene a ser un autodidacta. "Tengo la ayuda de dos fisios, Oier Oregi y Andoni Ormazabal, y un nutricionista, y de vez en cuando habló con un técnico, pero la preparación es mía, la que he ido aprendiendo. Sé lo que me conviene y lo que no a base de experiencia". Por eso en 2006 marginó la sofrología, una técnica que prepara mentalmente al individuo para retos futuros haciendo que visualice la situación con la que se va a encontrar, de su metodología de trabajo, que pasa por entrenar indistintamente en el rocódromo de Eibar o en el austriaco de Innsbruck, "de donde salen los mejores escaladores. Quieras o no también tienes que estar ahí".
Busca Usobiaga, que mantiene el instinto de supervivencia intacto, "todavía siento vértigo cuando me giro estando a cierta altura y miro hacia abajo, aunque sé que la seguridad es del 100% y que los accidentes ocurren por fallos humanos. Si estoy frente a la pared, sólo estoy concentrado en la escalada", la ascensión perfecta. "El reto no es superar a rivales sino hacer la vía lo mejor posible. Darlo todo hasta el final y tratar de hacerlo perfecto. Eso te produce unas sensaciones increíbles. El rival en la escalada es siempre la pared. No puedes pensar éste ha hecho esto o lo otro. Eso te distrae y si te distraes, acabas fallando. Tienes que estar centrado totalmente en lo que tienes que hacer para superar la vía. Es una lucha contra la pared, contra la vía y contra uno mismo y cuando lo haces bien la sensación es brutal. Te vuelves loco". Lo hizo Usobiaga en China cuando hizo top, el punto que marca el final de la vía, y conquistó el título de campeón del Mundo -preludio del subcampeonato en la Copa del Mundo alcanzado la pasada semana en Kranj con el hombro derecho dañado-, con los ojos desorbitados, gritando eufórico, suspendido en el aire, agarrada la cintura por la cuerda y el arnés. "Fue muy emocionante. Aquel día tengo claro que gané porque era el que más ganas tenía de hacerlo. En ese momento explotas. Es pura adrenalina. Te vuelves loco. Y no es tanto por el hecho de ganar porque si mi principal rival hacia top, que venía por detrás, el título iba a ser para él. Pero para mí el hecho de hacer top en esa vía era lo máximo, pasara lo que pasara después". Vencer al desnivel, niega que hable con la roca mientras viaja por su dermis, a las pruebas pétreas que va desperdigando la naturaleza caprichosamente aquí y allá, es lo que le acelera el pulso y le coloca el corazón en la bóveda del paladar. Otro escenario, iguales pálpitos. "La competición como tal es pura adrenalina, pero las sensaciones que te da la escalada en roca son una pasada. No concibo la una sin la otra. Ahora estoy más centrado en la competición, pero en roca disfruto muchísimo. No sabría elegir entre una modalidad u otra. No puedo". Tampoco entre la vida y la escalada porque son lo mismo, allá donde es feliz.
"En casa había afición por ir al monte y desde ese aspecto no fue complicado empezar"
"La competición como tal es pura adrenalina, pero las sensaciones en la roca son una pasada"
Cuando deja atrás el magnesio y los pies de gato, Usobiaga disfruta con sus amigos, la bicicleta y la cocina.
"No tengo una pared favorita o un lugar preferido; depende de muchas cosas"
"Me muevo en dos ambientes diferentes: uno, el de la escalada; otro, el de la calle"