Lo que ahora se inaugura no será, en ningún caso, lo que se clausurará el 21 de febrero de 2026. Será así porque cada vez que el calendario llegue al 11 y al 21, Anabel Quincoces acudirá a Zuloa para ir cambiando las obras que componen Glints. “Es que tengo mucho que mostrar”, sonríe la artista gasteiztarra. De momento, este viernes a las 19.00 horas se abre una propuesta en la que pintura, fotografía y vidrio se ponen al servicio de la autora para invitar al público a perderse en estas imágenes, “se abstraiga y tenga sus propios centelleos”.
De esta forma, la artista regresa al espacio de la calle Correría, donde en otoño de 2016 generó una gran instalación que proponía al público, casi de manera literal, sumergirse en un mar de arte. A simple vista, pudiera parecer que la propuesta actual poco tiene que ver con aquella Onacel. El bosque de la sirena. Es verdad que la luz blanca ahora domina todo el espacio, mientras que en aquella ocasión el azul era protagonista. Es cierto que en este momento puede haber una disposición más al uso, por así decirlo de las obras. Pero, en realidad, el sello de Anabel Quincoces está igual de presente.
Con todo, el vidrio parece retirarse un tanto de la primera línea del escenario, dejando que la fotografía y la pintura se pongan al frente del elenco. “Es que nunca he dejado de pintar o de hacer fotografía, solo que la gente no lo ha visto, también porque estamos en una ciudad en la que encontrar sitios para exponer es casi imposible”, apunta la creadora.
Sea usando una senda u otra, las diferentes piezas que componen este reencuentro con Zuloa –y también pasará con las que llegarán en los diferentes cambios que se irán realizando en este tiempo– tienen un punto de origen. “Lo podemos llamar destello, chispa, centelleo... aunque me gusta más el término en inglés, por eso el título de Glints”.
El proceso y el público
Destaca en este sentido la serie de fotografías que domina gran parte del espacio, instantáneas generadas jugando con luces, formas y planos, dando como resultado imágenes que invitan a perderse y dejar que la mente y la imaginación hagan su camino. Por eso, como ha hecho en propuestas anteriores, Quincoces recomienda visitar la muestra con poco ruido alrededor.
“Me ha interesado mucho el proceso a la hora de generar las fotografías”, una práctica con la cámara, el móvil y la luz que termina generando un todo en el que “cada pieza tiene su identidad”. Pasa así también con las pinturas –óleo– presentes en Zuloa, algunas de las cuales incluyen pequeñas incursiones de elemento de vidrio.
Eso sin perder de vista que en el recorrido se incluyen asimismo esculturas realizadas solo con vidrio. Es más, tal vez como guiño a aquella exposición de 2016 o simplemente porque a la artista siempre le ha llamado la atención este singular elemento del espacio expositivo de Zuloa, no falta su intervención lumínica en el pozo de que se encuentra en la sala de muestras de la librería. Todo ello en “un espacio contemplativo que te da paz”.