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Ángel CáceresMiembro de gilipojazz

“Nos tomamos muy en serio la música, pero no nos tomamos muy en serio a nosotros mismos”

El trío madrileño Gilipojazz regresa este sábado a Gasteiz con un segundo disco “más cañero” que su debut, pero igual de fiel a su espíritu irreverente y ecléctico

“Nos tomamos muy en serio la música, pero no nos tomamos muy en serio a nosotros mismos”Instagram

Iker García (guitarra, voces), Pablo Levin (batería, voces) y Ángel Cáceres (bajo, voz) compusieron un tema en 2021 que decidieron subir a Youtube y, sin preverlo, se convirtieron en todo un éxito gracias a su mezcla de géneros, su espíritu punk y una notable habilidad instrumental. Sin alejarse de ello y tras decenas de conciertos, el trío regresa a la capital alavesa para protagonizar este sábado la Vermut Session de Hell Dorado. El encuentro con el público se va a producir a partir de las 13.00 horas –que será cuando se abran las puertas–, quedando todavía algunas entradas disponibles.

Ha crecido mucho el proyecto desde ese ‘Iker me debe un café’ que fue viral.

–Ha habido muchos cambios y todos positivos. Todo ha ido muy gradual y muy agradable y lo vemos en los conciertos, a los que cada vez viene más gente y se llenan más. Estamos en una alegría eterna.

¿Por qué cree que conectan tanto con la gente?

–Uno nunca sabe muy bien si va a gustar la música que hace, pero si algo bueno tiene este proyecto es que nos tomamos muy en serio la música, pero no nos tomamos muy en serio a nosotros mismos. No pensamos en cuánto porcentaje de jazz tenemos que hacer para ser jazz. La música para nosotros es un divertimento y eso se transmite mucho en el directo. Somos tres chavales pasándoselo muy bien y eso es lo que más le gusta a la gente, sobre todo porque es algo universal. Te puede no gustar el jazz y, aún así, si ves a tres personas pasándoselo bien, disfrutando y haciendo una música animada, te contagias.

¿Se le da demasiada seriedad a la música?

–No lo sé. Nosotros nos la tomamos con mucha calma. Nos gusta una música muy concreta, la estudiamos mucho porque nos encanta y nos pasamos horas y horas en el ensayo para hacerla. No le damos más vueltas. Es lo que más felices nos hace y es a lo que le dedicamos casi toda nuestra energía.

Vuelven, además, con nuevo disco, que es más enérgico y contundente que el primero.

–Decimos que es como el primer tortazo que te da tu padre (risas). Aunque siempre nos referimos a que somos jazz, realmente venimos del punk y del metal, y el año pasado, que tuvimos muchos conciertos, más de 30, escuchamos Pantera mucho en la furgoneta. De una manera u otra, eso nos ha debido influenciar porque el nuevo disco es bastante más cañero. Está, además, mezclado por Roy Hendrickson, que ha trabajado con Miles Davis, Guns N’ Roses y miles de artistas más. Conseguimos dar con él de casualidad, le encantó el proyecto, nos lo mezcló y creo que suena tan fuerte por él. Está hecho muy al estilo americano, que es muy comprimido, y estamos encantados.

En el directo, ¿hay espacio para la improvisación?

–No. La música siempre es la que es. Se parte mucho de la improvisación en el local, pero en el directo se toca la misma. Aún así, el otro día, en medio de un tema, se le rompió una cuerda a Iker y mientras la cambiaba, Pablo y yo no dejamos de tocar e improvisé una letra sobre la propia cuerda de la guitarra. Estos espacios se dan, pero, lo que es la composición de la canción, se respeta desde el principio hasta el fin y tratamos de tocarla de la mejor manera posible, que no es fácil.

Antes ha comentado esa mezcla de géneros. ¿Es el público cada vez más receptivo a ello?

–No lo sé. Una de las cosas que tiene Gilipo, y por la que llega a tanta gente, es que la música, para bien o para mal, está muy encorsetada en una estructura y unos géneros que hace que todo lo mainstream suene igual, pero nosotros rompemos con eso porque en una canción puedes escuchar siete u ocho ritmos distintos. Eso, en el contexto de música en el que estamos, es algo positivo y que la gente valora. Si encima está tocado en directo, ya se valora aunque no le guste ese género. Y encima no lo hacemos buscado, es lo que nos sale.

Para entenderles también es necesario hablar del humor, algo que llevan implícito en el proyecto.

–Es lo más irónico del mundo porque es algo que no teníamos para nada pensado. Somos un grupo extraño hasta por cómo nació (risas). Yo era técnico de sonido en una sala de Madrid y hacían una jazz session de micro abierto de cantautores. Al final de cada sesión, siempre subía a improvisar y a veces Iker me acompañaba. Vimos que teníamos gustos comunes y formamos el grupo. Cuando empezamos a ensayar, no había nada de humor pensado. Fue a raíz del primer concierto, donde yo cogí la voz de frontman, y simplemente ha surgido a base de rodar, de dar bolos y de sentirte cómodo. Luego ya, evidentemente, en las composiciones sí metes el humor. Al final, es tal y como somos. Somos igual de capullos en el escenario que fuera de él.

Hoy tienen dos conciertos en Euskadi. Por la mañana en Vitoria y por la noche en Donostia. ¿Es algo habitual?

–No lo es. Estuvimos tocando en el Hell Dorado de Vitoria y nos llamó el dueño de la sala porque, ya que tocábamos en el Dabadaba, nos invitaba a volver por la mañana. No es algo común, pero nos encanta. Nosotros podríamos dar tres bolos en un día. No habría problema. Tenemos un alto nivel de energía para eso.