Una cena de una familia de bien. Un cumpleaños del respetado y amado padre. Un brindis del hijo mayor que, en teoría, debería servir para aglutinar no pocos halagos y reconocimientos. Un abuso infantil del que ha llegado el momento de hablar. Con estos elementos, Thomas Vinterberg dirigió a finales del siglo pasado la película Festen, filme con el que se abrió el listado de títulos del movimiento Dogma 95. El Principal recibe ahora, en euskera, la versión teatral realizada por Lucía Astigarraga y María Goiricelaya.

Como describe la también directora del montaje, la pieza sitúa al espectador en un “lugar salvaje” desde el que se lanza una crítica tanto a los abusos dentro de la familia como tal pero también a la hipocresía y el ocultamiento que hace que tantos gritos de socorro se ahoguen sin que nadie los escuche.

María Goiricelaya y el actor Egoitz Sánchez, en el Principal Pilar Barco

Así lo van a poder compartir quienes se acerquen a las 19.30 horas de este miércoles 15 a un Principal en el que todavía quedan entradas disponibles. En el escenario, uniendo el lenguaje escénico con el audiovisual, se encontrará un reparto compuesto por Egoitz Sánchez, Mikel Martinez, Lander Otaola, Ane Pikaza, Ione Irazabal, Nagore González, Olatz Ganboa, Aitor Borobia, Kepa Errasti, Loli Astoreka y Aiala Mariño Jauregui.

Ritmo rápido

Aunque “la película es reconocible”, la versión teatral dura mucho menos y presenta un “ritmo más alto” que termina llegando al público “como una sacudida”. “Estamos tratando un tema trascendente pero desde un punto fácil y sencillo, con un código contemporáneo”, apunta Goiricelaya.

Con todo, reconoce que “es un espectáculo salvaje, brutal” ya que, al fin y al cabo, habla de los abusos sexuales dentro de la familia, de la “violencia soterrada” que se genera, de situaciones que se conocen o se intuyen, aunque se prefiere mirar hacia otro lado en muchos casos, incluso para mantener hacia afuera cierta apariencia, cierta posición social y moral.

La producción de los teatros Arriaga y Español propone al espectador “una obra coral” llevada a escena por un grupo de personas que “se ha terminado por configurar como una pequeña familia”, según Sánchez. Por fortuna, eso sí, no está tan desestructurada como la ficticia a la que se da vida en Festen.

“Hacer este montaje supone cuestionarte muchas cosas”, apunta el intérprete. No en vano, “siempre es complejo entrar en contradicciones”, que es algo de lo que también habla este relato. Un montaje que Goiricelaya, acostumbrada a enfrentarse con retos de peso, considera “un regalo” hecho realidad.