Tras más de año y medio sin pisar la capital alavesa, Santero y Los Muchachos regresan este viernes, además con el quinteto al completo y dejando a un lado la faz más acústica mostrada la anterior vez. Será en Hell Dorado donde Miguel Ángel Escrivá y los suyos desplieguen ese “rock reposado” del que suelen hablar.
¿Uno de los últimos conciertos de este ajetreado 2023, verdad?
–Sí, es ir a Vitoria y Donostia ahora, y el 29 a Murcia. La verdad es que ha sido un buen año. Después de sacar un disco doble como Royal Cantina en 2022 no queríamos esperar dos o tres años para volver al estudio y hemos ido sacando temas sueltos. Eso nos ha servido para retomar con cosas nuevas la carretera, y la gira está siendo estupenda.
Reciente tour por México incluido, por cierto.
–Sí, sí. Además, queríamos estrenar algo nuevo para ir. Llevaba tiempo jugueteando en casa con El día de los muertos y decidí llevarla a nuestro terreno. En primavera de 2003 entramos a grabar ese tema y en primavera de 2023 decidí hacer una revisión del tema y ahí está, 20 años después. Con este estreno nos fuimos a México.
Un público, el latinoamericano, muy entregado en general.
–También te cuentan que son de los que te bajan del escenario si es el caso. Es gente muy pro cultura, apasionada, leída, un público que escucha mucho. Te esperan con mucha pasión, pero eso no significa que valga todo.
¿Esa apuesta de ir sacando temas poco a poco se mantendrá en 2024 o están ya pensando en disco?
–La idea es continuar sacando algún single más. El 27 de enero tenemos pensando acabar con esta gira en el Palau De Les Arts, en Valencia. Se grabará para publicar un álbum en directo y así cerrar esta etapa de tres discos producidos por nosotros. Hasta aquí hemos llegado, de alguna manera, con la autogestión, el sello discográfico propio y demás. Para el siguiente trabajo creo que podremos estar en una etapa nueva en la que nos queremos abrir a ser producidos por alguien externo. Nos apetece tener una visión que venga desde fuera, que entienda la esencia de lo que somos pero que aporte algo más. Buscamos que alguien nos muestre un camino diferente. No hablamos de hacer urban o algo así (risas). Pero sí de apretar un poco más la fruta y ver qué jugo nos puede sacar alguien desde fuera. Así que 2024 va a ser un año de experimentar con composiciones y sonido para quizá en 2025 salir con disco nuevo. Todo eso sin parar de tocar, claro.
No deja de ser una banda relativamente nueva, aunque lleva ya su recorrido, nacida de músicos curtidos en muchas otras batallas.
–Lo de rock reposado fue la mejor manera de definir que ya no éramos unos chavales de 20 años (risas). Con La Pulquería yo estuve grabando el primer disco en 2003 y ahora estamos en estas. El primer álbum de Santero y Los Muchachos salió en 2017. Fue como nuestra boda, nos casamos ahí. Pero el noviazgo empezó en 2012. Yo estaba a caballo entre los dos grupos, como el que quiere dejar un trabajo mientras está con la cabeza en otro sitio. No me interesaba musicalmente lo que estábamos haciendo en La Pulquería y me apetecía volver a tocar con mi hermano y con Soni Artal, que es como mi otro hermano. Siempre nos ha gustado hablar mucho de la música que hacemos, de los clásicos del rock and roll, de la música que se hace ahora pero que también tiene esa mirada al pasado...
Todo ello en una escena en la que el rock no está de moda.
–Hay que asumir que las tendencias son una cosa y que los oyentes marcan otros caminos. En realidad, hay veces que las salas se llenan más con música rock que con un trapero que está de moda en las redes. En el rock clásico hay mucha fidelidad. Hay que asumir que las tendencias en el mercado y en los medios es una. Pero la realidad en las salas es otra. Y bandas nuevas siguen saliendo. Es que el rock no va a morir, aún asumiendo que las tendencias mayoritarias vayan a estar ocupadas por los nuevos sonidos, por muy marcianos que nos parezcan.
Pero después de tantos años en los escenarios, ¿qué le sigue enganchando de la música? Más que nada, porque algo tiene que motivar de manera especial para meterse tantas horas de gira en una furgoneta.
–Es lo que me pasó con La Pulquería, que ya no me daba esa motivación. Tienes que ser sincero. Fíjate que dejamos La Pulquería cuando teníamos una gira por delante. Es decir, que había un dinero que nos íbamos a llevar a casa. Pero anímicamente no podía. Es como en un matrimonio que se acaba. Puedes tener un viaje a Nueva York con tu pareja de 20 años y que no te haga ninguna ilusión, pero conocer a una persona nueva, irte al pueblo de al lado y sentirte como nunca. Después de años haciendo conciertos grandes, estar en buenos hoteles, hacer giras importantes... volver a empezar de cero llamando puertas no fue sencillo. Pero hay que ser sincero, repito. Hay que mirarse en el espejo. Ir a tocar a Valladolid y que haya tres personas, pero ver que se saben la canción... eso con La Pulquería hubiera sido impensable. La propia gente nos ha contagiado las ganas de seguir con Santero. Saber que vas a ser escuchado es un estímulo muy grande. No es el único, eso sí.