“Me parecía interesante y necesario hacer un ejercicio de darle la voz no solo a los desheredados -que también- sino a las desheredadas, a las que más difícil lo tenían y a las que nunca se ha escuchado”. Así nos habla la autora Susana Martín Gijón de su nueva novela, en la que ha dado todo un giro y pasa de la novela negra a la histórica, no exenta de ciertos crímenes.

Antes de sumergirnos en la novela, nos ha dejado una nota explicando cómo dio con la historia, descubriendo un manuscrito, en un relato que recuerda a los de los caballeros andantes. ¿Cómo surgió la historia tras la historia?

Yo creo que a base de leer textos de la época. Estaba yo también tan metida, tan inmersa en las novelas de caballería y en toda la narrativa de esa época, que es cierto que casi siempre aparecía un manuscrito. Pero también es una forma, un juego metaliterario, para enganchar un poco al lector con lo que se va a encontrar, que es un texto -aunque pueda tener sus elementos de novela negra y sus similitudes-, muy diferente en el que nos adentramos en una etapa histórica. Y a su vez lo aprovecho para visibilizar a una literata de la época que me fascinó su descubrimiento. Está un poco escondida. Hay que bucear en los departamentos académicos para conocerla, y yo, como quería restituir el lugar de esa autora, me pareció un guiño bonito ya que muchos de sus textos se han perdido, colocarle uno más.

¿Cómo dio con ella?

Es verdad que ella murió en Cuerva en extrañas circunstancias, y que curiosamente en Cuerva existe este colegio de gramáticos del que hablo al inicio. Es de esas cosas que te pones a investigar y parece que todo encaja perfectamente. Yo lo fui atando, pero realmente es pura ficción (risas).

También el libro se lo dedica a las mujeres que no hicieron historia. Esta novela ha sido una forma de aportar su granito de arena, de reconocer el valor de estas mujeres en la historia.

Sí. Es verdad que en la mayoría de mis historias tengo como protagonistas a las mujeres, precisamente por la necesidad que me surge, propia, de restituir ese desequilibrio. Si nos vamos a siglos pasados, como es el caso del siglo XVI encontramos que el protagonismo es prácticamente nulo. Entonces me parecía interesante y necesario hacer ese ejercicio de poner el foco o darle la voz no solo a los desheredados -que también- sino a las desheredadas, a las que más difícil lo tenían y a las que nunca se ha escuchado. 

Aquí tenemos como protagonistas a Damiana y a Carlina, o sor Catalina, dos mujeres que si en su infancia lo tuvieron difícil en la edad adulta no lo tienen menos.

Las dos han ascendido socialmente, porque la verdad es que partían de una base muy complicada. Las dos eran huérfanas en un arrabal como era Triana, de los barrios más desamparados de por entonces. Y ambas tienen muchísimas limitaciones, porque las dos viven enclaustradas, una tras las tapias del convento y la otra de la mancebía vendiendo su cuerpo; Damiana no deja de estar dentro de la minoría de prostitución legalizada con una cierta protección, y Carlina también se ha garantizado esa supervivencia.

¿Se imagina cómo serían Carlina y Damiana en la era actual?

Me las imagino mujeres con una determinación fiera por la supervivencia, con cierta terquedad y casi diría que implacables. Son mujeres luchadoras. No me puedo imaginar a la mayoría de personas de su condición y de su época de otra manera, y en la actualidad lo tendrían sin duda mucho menos difícil, pero seguro que seguían siendo luchadoras y reivindicando en sus circunstancias.

Feministas en su época.

Sí, como lo era Sor María de San José o como lo era la madre Teresa. Cada una dentro de su espacio.

A lo largo de los dos años que lleva con la novela, el de documentación habrá sido un trabajo arduo. ¿Qué se lleva de él?

Me llevo mucho. Ha sido muy intenso, agotador, pero he aprendido muchísimo. He aprendido a nivel personal de nuestra historia, pero también como escritora siento una gran evolución con toda esa prosa que he incorporado, y ese ejercicio de hacer algo tan diferente como es hacer una novela ambientada varios siglos atrás. Creo que me llevo mucho, y también el reconocimiento de los lectores que está llegando ahora.

Si hablamos de novela histórica negra, de todos modos, no podemos obviar los crímenes. Empezamos con uno, el de un rostro y una cabellera encontrados en un mascarón de proa, lo que trae consigo las supersticiones de los marineros. ¿Cómo es la historia detrás de estas supersticiones y crímenes?

La violencia estaba muy interiorizada dentro de la época. Infinitamente más que ahora. Normalizada, institucionalizada... Un crimen cualquiera no iba a conmocionar a nadie, porque era casi el día a día encontrar cadáveres. Nos teníamos que ir a algo un poco más singular. Pero además, como de lo que se trata es de hacer que la flota de Indias que está a punto de zarpar se paralice, tenía que ser algo muy simbólico para los marineros. Es cierto que son muy supersticiosos, e infinitamente más lo eran en el siglo XVI. Hay un cúmulo de circunstancias que consideraban de mal fario. Y ya si tocan su mascarón de proa, el amuleto de alguna forma protector de la nave... Además, es la nave capitana. 

Después de esto, ¿le ha cogido miedo a ir en barco?

(Risas) No. Al revés. Es de las investigaciones que más me han fascinado. Me lo he pasado pipa yendo a museos navales, y la parte más anecdótica del proceso de documentación fue navegar durante unos días en la réplica de un galeón. Y además terminamos en Bermeo.

El Cantábrico no será tan traicionero, ¿no?

No tienen nada que ver las condiciones de insalubridad de la época, y demás, pero es cierto que nos pilló una tormenta, y se vive todo eso porque el casco de un galeón no tiene nada que ver con los de ahora.