Lejos de acomodarse en el mitificado oficio de escritor, Bernardo Atxaga (Asteasu, 1951) lleva la revolución literaria en la sangre con el equilibrio entre la calma y la euforia de quienes superan la barrera de los 70 años. Y es que en 2019 anunció su deseo de dejar aparcado el género de la novela, con el que ha removido los sentimientos de los millones de lectores que han ido leyendo una a una las palabras que no ha dejado de escribir desde la publicación de ‘Obabakoak’ en 1988, una de sus obras más universales.
A principios de octubre, el escritor en euskera más leído y traducido de la historia lanzará ‘Paradisuaren inguruetan. Idatzi komikoak eta tristeak’, un ensayo de cerca de 150 páginas que verá la luz en lengua vasca, pero también castellano, catalán, gallego e inglés, en el que narrará su experiencia como lector ante personas incomunicadas que cumplen penas de cárcel en Francia. Aprovechamos una de sus más recientes visitas a Bilbao, con motivo de las jornadas organizadas por la Asociación de Escritores de Euskadi/Euskadiko Idazleen Elkartea (AEE/EIE), centrada, en esta ocasión, en ‘El impacto de la IA: Los robots ya escriben novelas’, para preguntarle, entre otras cuestiones, qué podemos esperar de la tecnología.
Acaba de inaugurar una jornada denominada ‘El autor en el nuevo mundo de la edición’. ¿Cuál es el papel que juega la inteligencia artificial, de la que tanto se habla?
Con la Inteligencia Artificial, como pasa con tantas cosas en la actualidad, hay algo de desmesura y nos olvidamos de la historia y de la ciencia. Un profesor de la Universidad del País Vasco, Víctor Etxebarria, que es especialista en este ámbito, dice que más o menos hacia 1940 es cuando empieza todo este asunto de la IA y pone ejemplos de unos biólogos que empezaron con aquel famoso matemático Alan Turing. Es decir, tenemos que tener en cuenta que no es un fenómeno que de repente haya caído del cielo como un asteroide.
Por otro lado, el científico Andreas Berger habla de cómo la ciencia va avanzando muy despacio y a los científicos jóvenes que acuden al centro de física de San Sebastián les instruye diciendo que es un camino con muchas decepciones y mucha frustración, pues rara vez se ha dado un salto extremo.
¿Puede ser la IA algo más próximo a la ciencia-ficción que al futuro?
No. Me parece un cuento muy viejo. Eduard Aibar, doctor en Filosofía y profesor de Estudios de Artes y Humanidades de la Universitat Oberta de Catalunya, advierte de que hay un espejismo con la inteligencia artificial y de que nadie repara en la tecnología mundana. Es decir, en la taza en la que me tomo el café, en el café que me ha preparado una máquina o en que nosotros dos, ahora mismo, estamos sentados en unas sillas, pero es que todo esto es tecnología, por lo que estamos rodeados de tecnología. Es una cuestión muy amplia…
“Desde que era joven la literatura se ha considerado de segundo orden”
¿Ha hecho alguna prueba con ChatGPT por mera curiosidad?
No, pero en estos asuntos siempre hay un amigo que te va instruyendo y te envía las pruebas que hace. Hace menos de un mes me envió el discurso que leyó De Gaulle en la liberación de París, del que no existe ningún audio pronunciado por él, pero en el que se apreciaban incluso los defectos de sonido producidos por el micrófono y que ayudaban a que pareciese un documento real.
Por mucho que algunos pronostiquen que la inteligencia artificial va a poder ser capaz de hacer bestsellers, ¿cree que los autores deben tener miedo de que esto ocurra?
[Niega rotundo con la cabeza]. Todo lo que hay en esa urdimbre que es la trama, de hilos y contra hilos, con todo ese material que llamamos palabra y que es en sí un infinito, con todos sus matices, y que luego el lector hace suyos… es de tal complejidad que es imposible que una máquina pueda hacerlo. Se pueden escribir novelas, pero estamos seguros de que no va a surgir de ahí nada que a un lector avezado le interese.
Lo que está claro es que la experiencia de la vida es algo que una máquina nunca va a tener por sí misma. En su caso, desde que empezó a escribir hasta ahora ha habido una gran evolución en su forma de escribir.
Así es. Y siguiendo con el debate, he de decir, a modo de ejemplo, que mi mujer, la traductora y editora Asun Garikano, y yo, a lo mejor llevamos casi un mes entero noche y día editando mi próximo libro, diciendo esta expresión no cabe aquí o no es correcta, aquí hay una contradicción o quitamos una palabra por cuestiones emocionales, porque no me gusta o no me representa… Así que pensar que eso puede hacerlo una máquina es como pensar que una máquina puede vivir por ti.
En otras áreas de conocimiento, la irrupción de la IA no se atisba como una amenaza, ¿cree que siguen infravalorándose las letras en general y la literatura en particular?
Todos tenemos guardadas en nuestra memoria frases que hemos leído o que hemos escuchado y que nos han impresionado en el sentido real del término, es decir, que nos han hecho una marca en lo que llamamos alma. Todos tenemos una experiencia previa con la literatura.
Lo curioso es que cuando yo era joven se estudiaba Literatura por la tarde, después de comer, en tanto que Matemáticas se daba por la mañana, así que efectivamente hay una ideología dominante que dice que la poesía es de segundo orden. Sin embargo, es asombroso que esto sea así cuando todos los días vemos que la política, que es lo que más influye en nuestra vida, precisamente va de esas clases de la tarde, de la retórica y la oratoria.
Con respecto a los derechos de autor, ¿qué pasaría si alguien publica una obra con IA? ¿Quién cobraría esos dividendos?
Ahora un autor sabe que si tiene fuerza puede cobrar según sus niveles de venta. Ahora que voy a publicar por primera vez en China uno de mis libros infantiles estoy deseoso de que lo compren, aunque sea sólo el 10% de la población [sonríe].
Fue en Italia, en el siglo XIX, cuando los libros empezaron a dar dinero y entonces comenzaron a regularse los derechos de autor. Y es ahí, en el negocio, donde está el quiz de la cuestión. Y luego está el plagio, cuando alguien roba el original de otra persona. Aunque se trata de un asunto muy delicado, porque algunos intelectuales y literatos de izquierdas piensan que una obra, al fin y al cabo, es de todos, pero claro, entonces, ¿de qué van a vivir los escritores? De todas formas no es un tema que quede claro, y menos ahora con Internet.
Comprometido socialmente
Ha colaborado con Sumar, el partido liderado por Yolanda Díaz, ¿de qué forma está involucrado en este proyecto político?
En realidad casi nunca me involucro, en el sentido de que no voy al interior del asunto. Como no estoy en los secretos de la política. Entonces, tangencialmente colaboro con quienes me lo piden. Y en este caso, desde Sumar me pidieron mi opinión sobre cómo debería ser la cultura en los próximos diez años y esa ha sido mi colaboración, pero no creo que ayude mucho mi punto de vista… Hablé también de la necesidad de tomarse en serio todas las lenguas oficiales del Estado.
En eso parece que Yolanda Díaz sí le ha hecho caso, pues ha propuesto reformar el Reglamento del Congreso para que se puedan escuchar todas las lenguas cooficiales en la cámara baja.
Sí, bueno.. [sonríe]. En realidad me preocupa mucho la política, pero no las aguas superficiales que normalmente llenan las portadas de los periódicos, sino las aguas profundas, es decir, los movimientos casi imperceptibles que van cambiando el mundo y muchas veces lo cambian a peor, como por ejemplo está ocurriendo con el lenguaje.
La manipulación consciente lleva más de un siglo con nosotros, pero ahora mismo lo que más me preocupa y me angustia es ver cómo el lenguaje es tan dúctil… Pero bueno, hay que hacer frente al mal uso del lenguaje, al lenguaje venenoso de algunos políticos…
“Hay que hacer frente al uso del lenguaje venenoso de algunos políticos”
¿Cree que como intelectual tiene la obligación de involucrarse políticamente?
Bueno, yo doy mi opinión. Durante tres años todos los lunes daba mi opinión en la radio, pero entiendo que en las entrevistas no resulte cómodo responder a preguntas acerca del terrorismo en Euskadi. Yo siempre he respondido y, la ventaja que yo tengo es que no lo hago desde ningún partido ni ninguna posición doctrinaria.
Entonces, ¿si le planteasen formar parte de un partido, si es que no lo han hecho ya, diría que no?
No creo que vaya a llegar ese momento, pero si llegara, diría amablemente aquello de “gracias por pensar en mí, pero no”. Soy una persona muy sanguínea y no tengo la frialdad que tienen los políticos.
Bueno, pues desde aquí les decimos que se ahorren la llamada entonces…
¡Sí, mejor! [risas]
Personal
José Irazu Garmendia es el verdadero nombre de Bernardo Atxaga. Aunque nació en la localidad gipuzkoana de Asteasu, lleva más de tres décadas residiendo en Zalduendo, Álava. Su aita era carpintero y su ama, maestra.
Ciencias Económicas y Filosofía y Letras. Son las dos carreras en las que se licenció. En Bilbao, primero, y en Barcelona después.
Real Academia de la Lengua Vasca. Desde 2006 es miembro de pleno derecho de esta institución. Además, en 2010, entró a formar parte de Jakiunde, la Academia de las Ciencias, las Artes y las Letras.
1976. Es el año en el que publicó su primera novela, ‘Ziutateaz’ (‘De la ciudad’), que escribió después de trabajar como economista, vendedor de libros, profesor de euskera o guionista.