En 2018, su papel en La ternura le sirvió a Natalia Hernández para ganar el galardón de la Unión de Actores como mejor actriz secundaria de teatro. Han pasado seis años desde el estreno del montaje de La Zona Teatro y, aún así, el interés que sigue despertando es evidente. En septiembre, por ejemplo, vuelve a pasar por Madrid. Eso sí, hoy la cita, a partir de las 22.30 horas, es con el público del Festival de Teatro de Humor de Araia. Será el momento de compartir la historia de una reina y dos princesas que buscan una isla desierta.

Pleno agosto con casi todo el mundo de vacaciones y toca trabajar...

Siendo La ternura la obra que te lleva a trabajar, se lleva bien (risas). Es una función con la que llevamos muchos años, pero hace un tiempo que no la representamos y la cita en Araia supone volver a encontrarse. Además, en el marco de un festival como este. Trabajar así no cuesta.

No es muy habitual que un montaje dure tantos años y menos con una pandemia de por medio.

Es que La ternura es un texto que tiene la capacidad de llegar a todos los públicos posibles. Es comedia y habla de temas universales como el amor, la relación entre padres e hijos, entre hombres y mujeres... Hay niños con nueve años que vienen y se lo pasan genial, entendiendo cosas diferentes que en el caso de los adultos. Eso es lo que más engancha. También funciona muy bien el juego de mezclar un momento del siglo XVI con la época actual. Todo lo que se habla es muy de hoy, utilizando un lenguaje shakesperiano.

Pero el público lo que se encuentra es una historia de una reina y dos princesas...

De hecho, al principio de la obra hay gente que se queda: ¿pero qué me van a contar estos con una señora vestida de época que va en un barco con dos hijas? (risas). Pero cuando va avanzando todo, el público va enganchándose a la obra precisamente por cómo se trata la relación entre hombres y mujeres, y entre los padres y sus hijos. Es esa actualidad que te comentaba, aunque sea expresada con un lenguaje ambientado en el siglo XVI.

Quien vea el montaje puede terminar prensando que, en realidad, el ser humano ha avanzado muy poco a lo largo de su historia.

(Risas) No hemos evolucionado mucho en algunas cuestiones, eso es verdad. Al fin y al cabo, somos animales que seguimos repitiéndonos. Las guerras son un claro ejemplo de ello.

Es una comedia que invita a la reflexión.

Es una obra que muestra que nos necesitamos, que requerimos vivir en comunidad. Y que también habla de la relación con los hijos, de ese énfasis que ponemos en transmitir determinadas cuestiones, cuando en realidad ellas y ellos tienen que vivir su propia vida, aprendiendo de los errores y de las experiencias de cada uno. Yo, como madre, me doy cuenta a veces de que repito lo que a mí, como hija, no me gustaba. Tal vez sea inevitable.

‘La ternura’ es una obra que firma Alfredo Sanzol pero en cuyo proceso el reparto tuvo bastante que ver.

Sí. Todo esto nació de un proceso de investigación y trabajamos mucho con él . Parte del equipo y él nos conocimos cuando estudiábamos arte dramático. No te voy a decir el año... pero hace mucho (risas). Nos conocemos mucho desde entonces. No hace tanto, en el Teatro de la Ciudad se hicieron talleres de investigación en los que profundizamos en el lenguaje de Shakespeare y sus comedias. Durante un tiempo, nos juntábamos en torno a esto e improvisábamos junto con Alfredo. A partir de esas improvisaciones, él iba creando La ternura. Claro, nosotros formamos parte de la creación del texto, de los personajes... y eso hace que la obra la vivas de otra manera.

¿Desde 2017, el montaje ha ido cambiando?

Siempre que una función se estrena, evoluciona. El público también es importante en este sentido. Además, en este caso, no siempre estamos los mismos en el reparto. Aunque el esquema sea el mismo, la energía de cada actor es totalmente diferente. De hecho, tengo amigos que han venido a ver la obra en varias ocasiones porque según la combinación del reparto, la función cambia un poquito. Yo, por ejemplo, tengo poco que ver con Sandra Ferrús. Bueno, que las dos tenemos flequillo pero poco más. Me refiero a que la energía, el humor, la manera de hacer es distinta. Con todo, lo cierto es que esté quien esté sobre las tablas, la función va como un tiro. El público siempre se lo pasa igual de bien. Lo otro son matices que, sobre todo, notamos nosotros.

Fue estrenar en 2017 no mucho después llevarse el premio de la Unión de Actores.

Me hizo muchísima ilusión. Al final, es el galardón que te dan los compañeros y eso hace que sea más especial y bonito. Saben lo que cuesta actuar, cómo se hace un personaje... Además, es que no soy miembro de la Unión, tengo pendiente hacerme (risas). Que tus colegas de profesión piensen en ti y crean que tu trabajo es merecedor de ser distinguido, fue ilusionante, sobre todo a nivel personal.

A lo largo de estos años, todo el reparto ha estado y sigue con otros proyectos, no solo en el teatro, sino también en la televisión y en el cine. ¿Es muy complicado volver a retomar un montaje como este?

Si tienes que estrenar dos cosas a la vez, es una auténtica locura. No sé hace cuántos meses no hago La ternura. Creo que desde enero. Y ahora llega Araia, cojo el texto y, de repente, me encuentra a mí misma recordando todo sin problema. Cuando pisas el escenario, tu cuerpo tiene memoria. No digo que las cosas salgan solas. Hay que repasar un poco, pero bueno. Cuesta crear el personaje, pero una vez que lo tienes interiorizado, es bastante fácil. Además, quienes amamos esta profesión siempre decimos que cuanta más locura, mejor, así que no hay problema por hacer varios proyectos al mismo tiempo.

Al final, todo esto se hace por el público, que tiene que reír y...

Soy una espectadora muy agradecida. Voy muchísimo al teatro. Y lo único que pido es no aburrirme. Así que, por supuesto, lo que busco como actriz es eso, que, como mínimo, la gente no se aburra. Ya te digo yo que con La ternura es imposible aburrirse.