La cuadragésimo sexta edición del Festival de Jazz de Gasteiz es ya historia. Con la mejor entrada de las registradas estos días, Mendizorroza y el certamen vivieron este sábado por la noche su última cita, un encuentro marcado por la actuación de Sílvia Pérez Cruz, sin perder de vista que todo comenzó de la mano de Ariel Bringuez. Es decir, dos primeras veces en el cartel del evento para decir adiós a esta entrega de 2023.

La participación de la creadora catalana hizo que a la presencia de los habituales en el polideportivo se sumasen bastantes caras nuevas, por lo menos este año. Así que, abanico en mano, tocó afrontar una numerosa clausura con una clara protagonista, aunque Bringuez en Vitoria, gracias a sus actuaciones en los últimos años en la ciudad, cuenta con no pocos amigos que no se pierden ni una sola de sus visitas.

Fue, de hecho, el saxofonista el primero en pisar las tablas con su proyecto Nostalgia Cubana, esa puerta siempre abierta que tiene el músico para, desde su lenguaje creativo, mirar de manera permanente a sus raíces geográficas y culturales. Suele variar de formaciones según las disponibilidades de cada agenda, pero siempre se mantiene la esencia del proyecto, es decir, llevar a su terreno aquellos sonidos que le acompañan desde niño.

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En imágenes: El saxofón de Ariel Brínguez brilla en Mendizorroza (¡Búscate en las fotos!) Pilar Barco

Es lo que desplegó en Mendizorroza, compartiendo momentos de recogimiento e intimidad con instantes repletos de ritmo y energía. Un viaje de ida y vuelta entre los dos lados del Atlántico con el jazz como medio de transporte. Además, desplegó su habitual cercanía y simpatía con los presentes.

El estreno

Tocó el momento del descanso y de prepararse para el último concierto de esta edición –con permiso de lo que sucedió después en el Ciudad de Vitoria–, una actuación que sirvió, para empezar, para que el Festival de Jazz de Vitoria contase por fin con Sílvia Pérez Cruz, una visita que se tenía que haber producido hace tiempo.

La multifacética artista de Palafrugell está en plena gira de presentación de su último disco, Toda la vida, un día, la mejor excusa para su paso por un polideportivo que estaba con ganas de dejarse seducir por una creadora que ha cultivado a lo largo de su carrera una de esas minorías absolutas de seguidores, convirtiéndose en un nombre de referencia aunque sea fuera del campo de juego del gran mercado.

Pérez Cruz, más allá de su destacada labor como compositora y su facilidad para tocar diferentes instrumentos, derrocha belleza en su voz. Es el eje fundamental que impregna todo lo demás que es como artista. Belleza y vulnerabilidad van de la mano cuando se sube a un escenario, cuando entra en un estudio, cuando crea canciones sin estar a la vista de nadie. Y eso se lleva a la perfección cuando se trata de encontrarse con el público. 

Es el suyo, y así pasó también en Mendizorroza, un camino que atrapa hasta el tuétano o del que el público se siente totalmente ajeno. Pero no hay término medio. Es imposible. Pérez Cruz canta al corazón, al cerebro y a las tripas, y ahí está su magia.