Puede que entre las estanterías de Astrolibros 2 primer los títulos pensados para los más pequeños y los jóvenes, pero hoy se cuela entre estas publicaciones Lo que dejan ver las sombras (ALT Autores), una intriga con el sabor de las novelas clásicas de espías.
¿Qué cuenta su nuevo libro?
–Es una novela que tiene un contexto determinado. Es la ciudad de La Habana en 1953, antes de la Revolución. Ahí se desarrollan una serie de tramas entre diversos personajes que pertenecen a mis novelas anteriores, situaciones que tienen que ver con el momento: por un lado, estaba el régimen de Fulgencio Batista, que había protagonizado un golpe de Estado; por otro, los mafiosos norteamericanos capitaneados por Meyer Lansky, que habían situado su base en La Habana. Lo que cuento es una historia de personajes, no siendo cubanos la mayoría de ellos. Son europeos y norteamericanos. Se desplazan a la isla por diferentes razones, pero sobre todo buscando un sentido a su vida. Y cuento también una historia de amor.
¿Qué pretende provocar en quien lea la novela?
–En primer lugar, entretener. Es un objetivo necesario. Ya dijo Pío Baroja hace muchísimos años que la obligación de un escritor es entretener a sus lectores. Y además que los lectores se culturicen de alguna manera en un contexto histórico que sí existió. No todos estamos muy enterados de lo que era Cuba antes del 59. Y los que estamos enterados nos llegan ecos de una sociedad glamurosa, de una La Habana en la que existían los grandes coches norteamericanos, los night club de renombre... pero detrás de eso existía otra ciudad, en la que también había el racismo, la pobreza... Así que sí, esta novela pretende entretener y, además, dar a conocer esta otra Cuba que existía en la trastienda y que trato de reflejar.
Es curioso porque es un país del que en los últimos años aquí se ha dejado de hablar después de tanto tiempo abriendo portadas de periódicos o protagonizando grandes debates.
–La situación actual, desde hace ya algunos años, es difícil y nos produce mucha tristeza a los que tenemos tantos vínculos con Latinoamérica. Es tanta la tristeza que nos lleva en muchas ocasiones a no hablar del país. Pero ahí está la isla, con once millones de personas. La literatura está para eso, para tratar de que no se olvide la historia los ciudadanos.
¿Quedan huellas de esa Cuba que usted retrata en este libro?
–Sí, sí. Precisamente por las dificultades económicas de aquel tiempo, La Habana permanece como quieta en el tiempo. Cualquiera que viaja a la ciudad se da cuenta de que las huellas están muy presentes. Y queda la huella de la gente, que es lo más importante.
Se atreve a mirar al futuro o...
–Sí, pero diciendo primero que siempre suelo ser muy optimista. Es una situación muy difícil. Son muchos años ya. La situación y el régimen están enquistados y es muy complicado salir de eso. Pero las demandas de progreso social unidas a las demandas de democracia están ahí y son inseparables. El día que Cuba inicie un proceso hacia una democracia más o menos estandarizada y acorde con su historia reciente, habrá un progreso social que hará que la gente tenga alicientes suficientes como para quedarse. A los cubanos les encanta su país. Son muy patriotas. Si se ven obligados a emigrar es porque la situación está muy mal. Creo que eso se producirá en algún momento. Estuvo cerca con el presidente Obama, aunque al final las cosas no se dieron lo bien que se tenían que haber dado. Pero aún así, estamos en la antesala de un proceso diferente en Cuba.
A usted es un lugar que le atrae mucho porque no es la primera vez que sitúa sus novelas aquí.
–Me llama mucho la atención, la verdad. He viajado mucho a la isla, tengo muchos amigos allí, de un lado y del otro, quiero decir, de los que defienden al régimen y de los que no quieren saber nada de él. La Habana es una ciudad muy literaria por esos contrapuntos que tan bien vienen a una novela. La alegría, la pobreza, la música, la tristeza... todo eso define a la ciudad y vienen muy bien para la novela.
Vamos, que habrá otra novela en La Habana...
–No lo descartemos (risas). Una cosa es lo que quiere el autor y otra por dónde van los personajes.