Se da la casualidad de que las dos coinciden en el tiempo. En Artes y Oficios, Los ojos de la Escuela reúne a 27 autores vinculados con el centro, una muestra colectiva en la que también está presente su particular mirada. En Old Tower Stuff, Diego Burgos protagoniza en solitario una nueva exposición en unas paredes que el autor ya ha visitado en alguna ocasión anterior. Ambas propuestas son nuevas oportunidades para asomarse a ese particular universo urbano que siempre retrata el creador gasteiztarra.

Desde la cuesta de San Vicente

Es verdad que su actividad en las redes sociales es constante, pero no hay duda de que hay vida más allá de las pantallas de móviles y ordenadores. Por fortuna. De hecho, esta nueva muestra en el Casco Viejo es casi una doble reivindicación más allá de las nuevas tecnologías: una muestra de instantáneas rodeada de vinilos. Fotografía y música para compartir más allá de un botón en un teclado. Parece imposible, pero en la cuesta de San Vicente pasa.

Casi una quincena de fotografías se despliegan por las instalaciones de la tienda de discos, miradas en blanco y negro realizadas a quienes, cada día, recorren las calles, sobre todo de la capital alavesa. Personas que son personajes, y viceversa. Se configura así un recorrido visual y vital que, además, sirve también a modo de pequeña retrospectiva en torno al camino recorrido por el autor cámara en mano.

De hecho, hay fotografías entre la selección realizada para esta exposición que tienen hasta 15 años, aunque también las hay que han sido tomadas hace muy pocos meses. Así se abre todavía más el abanico de este viaje visual por momentos, personalidades, comportamientos y singularidades de unos seres humanos que son tan diferentes y diversos como especiales y únicos aunque a todos les una la calle y, en este caso, el objetivo.

A buen seguro, entre los miles de discos que aguardan en Old Tower Stuff a sus nuevos dueños se pueden encontrar no pocas canciones a relacionar con cualquiera de las imágenes de la exposición. Al fin y al cabo, el autor plasma personas y gestos muy concretos que, en realidad, pueden sugerir infinitas interpretaciones. Esa invitación a imaginar la vida de quienes aparecen ante la cámara es explícita y estimulante. Es lo que se pretende. Incluso se podría pensar en el reto de encontrar las bandas sonoras más adecuadas para cada una de estas imágenes. En la tienda no faltan sonidos. Ni fotografías.