Varsovia, Wroclaw, Cracovia y Katowice. Estas son las cuatro ciudades en las que recalará la Euskadiko Orkestra, siendo cabeza de cartel del Festival de Semana Santa Beethoven, uno de los más importantes y prestigiosos del país y de Centro Europa. El director general de la sinfónica, Oriol Roch, que en 2024 cumplirá una década en el puesto, repasa con este periódico las claves de esta gira, en la que la que la formación interpretará el Boléro, de Maurice Ravel, y la Quinta Sinfonía, de Gustav Mahler.

¿Cómo valora la gira por Polonia?

Tiene una gran importancia por varios motivos. Aunque es cierto que desde un plano geopolítico, en muchas ocasiones, se la ha tratado como colateral, en el plano de la música sinfónica, Polonia siempre ha sido una potencia en Europa, sin restarle centralidad a Alemania, claro. Por otro lado, es una gira para participar en uno de los festivales más importantes del país y de muchísima relevancia y tradición; entre otras cosas, todas sus salas siempre están llenas. Además, serán cuatro conciertos en cuatro capitales, en auditorios importantes.

¿Qué supone para la orquesta?

Las orquestas crecen con las salidas y en los festivales importantes de países importantes. Salen de la zona de confort. Las salas de Varsovia, Wroclaw, Cracovia y Katowice son de una gran importancia y tradición. El público es distinto y la energía es distinta y, por lo tanto, las orquestas crecen. La orquesta que volverá de Polonia será una mejor Euskadiko Orkestra.

Por lo tanto, la experiencia internacional les ayuda a mejorar.

En la medida que vas añadiendo retos, vas creciendo en tu propio sonido y en la interrelación. Una orquesta es un sistema muy complejo. Estoy convencido de que la gira por Polonia es un esfuerzo muy importante. Tocar el Boléro y la Quinta de Maller en una sola noche; a la mañana siguiente trasladarse y, otra vez, actuar por la noche durante cuatro días es un reto. Ya era una orquesta que estaba en nivel altísimo y en los últimos años, con la incorporación de muchos músicos jóvenes, ha dado un salto importante. Para mí es un orgullo ser parte de este equipo.

El repertorio, con el ‘Boléro’ de Ravel y la ‘Quinta’ de Mahler, lo ha solicitado la organización del festival.

Ese es otro aspecto importante. Están tratando a la Euskadiko Orkestra como una orquesta europea que es, en realidad, lo que somos. Existe una tendencia de brocha gorda sobre las orquestas del sur de los Pirineos e, incluso, diría que con las francesas también en su medida, que hace que se les pida interpretar un repertorio de su país que suele resultar en tópicos. Los organizadores, claro, piensan en una programación que encaje en sus festivales. En nuestro caso, partimos de su interés por una gran sinfonía de Mahler, que nos distingue como orquesta. Pero, además, cuando solicitaron que hiciésemos algo propio, nos pidieron el Boléro. Es decir, ellos ya asumen la vasquidad de Ravel, por decirlo de alguna manera. Este programa nos permite a nosotros ofrecer una importante tarjeta de visita.

Ustedes han grabado dos discos con música de Ravel, con el sello internacional Ondine y que han tenido una gran acogida entre la crítica especializada.

Estas dos grabaciones han permitido que llamemos la atención sobre la actividad que hacemos en Euskadi. Además, el álbum Americascapes ha demostrado la voluntad de largo recorrido con el sello Ondine y lo que ha hecho es poner más gasolina este a esta trayectoria de crecimiento, de relación con la prensa especializada internacional y, de alguna manera, sirve también de confirmación y aval de la calidad de la orquesta. Es una vía de entrada a programadores extranjeros que consideramos muy interesante.

La orquesta viene de tocar el ‘Boléro’, esta misma semana ante más de 5.000 escolares.

Nos hizo mucha ilusión hacerlo. El Boléro es una obra muy conocida, tiene un punto repetitivo que favorece un enganche de casi mágico sobre los jóvenes. Estábamos convencidos de que era ideal para trabajar un tema de percusión corporal, de movimiento, para que los más jóvenes puedan tener una primera aproximación al mundo sinfónico. Hemos hecho cuatro sesiones en el Kursaal absolutamente exitosas. El Choeur des Colibris de Iparralde hace un trabajo musical importante con muchísimos chavales. Nos parecía que era una ocasión estupenda para integrarlos en Hegoalde.

Como a todos los gestores culturales y programadores, le preocupará la renovación de público.

Cada vez que hacemos un concierto para chavales me digo a mí mismo que tenemos que hacer más. Luego, es verdad, que el calendario da para lo que da. Consideramos estratégico mantener diez programas distintos de abono, mantener la relación que tenemos con la ópera de la ABAO y estar en festivales. Tenemos poco hueco no para hacer otras actividades pero bueno, posiblemente, en un futuro próximo tengamos algo más. Por otra parte, impulsamos el programa de conciertos educativos, a veces, con una sección de músicos más pequeña e, incluso, tratando un tema de música de proximidad con lo que llamamos conciertos para bebés.

El plato fuerte del repertorio será la ‘Quinta’ de Mahler, un autor en el que Treviño es experto. ¿Cómo es esa sinfonía?

Para mí es el mayor reto de las sinfonías de Mahler. Está tan llena de pequeños detalles... Es un es una es un gran castillo a partir del cual Mahler pone el foco en la música sinfónica, a excepción de La canción de la tierra y la Octava. Es un reto como colectivo enorme, no solamente para el primer trompa y el primer trompeta, que también, sino para muchos instrumentos individual de la orquesta. Cada sección, además, tiene una participación muy notable. Es realmente una obra magna donde las haya. Es por ello que incluir antes el Boléro de Ravel añade un nivel de reto para cada uno de los conciertos muy importante.

¿Robert Treviño ha sido clave en esta operación?

Tiene todo que ver con ello, tiene una relación antigua con este festival. Es alguien muy bien considerado. Se ofreció a participar con su orquesta. Le dijeron que sí y están realmente muy ilusionados. Robert tiene una relación muy importante con Polonia de dirigido muchas veces la Sinfónica de Varsovia. También ha dirigido mucho en Centro Europa y, en este sentido, es un director cotizado.

Por lo tanto, su nombre abre puertas.

Sin ninguna duda. Ahí está el éxito discográfico que hemos tenido. Es evidente que, desde un punto de vista internacional, las orquestas tienen un interés en sí mismas pero, históricamente, siempre se ha tendido a poner el foco en el director titular.

La costumbre era renovar el contrato del director titular cada cierto tiempo, pero el año pasado se anunció que se pasaba a un modelo sin fecha de finalización.

–Hicimos un mecanismo por el cual si él decide irse o por nuestra parte pensamos que es mejor terminar la relación, se comunica a la otra parte la decisión con una temporada de margen. De esa manera huimos de la idea de cierta interinidad y del anuncio periódico de las renovaciones.

¿Qué sensaciones les llegan desde Polonia?

He podido tratar, por ejemplo con mi homóloga en Wroclaw, que cuenta con una gran orquesta sinfónica. Me dijo que en Polonia se había generado una gran expectación por nuestra llegada.

¿Cómo va la venta de entradas?

Nos dicen que está todo lleno.

Estarán felices.

Alguno puede pensar que, cuando se va a un festival internacional de un país extranjero, es plato de segunda. Nos gusta constatar que no es así.

¿Su gira por Polonia es también un logro para el país?

Estamos seguros de que el hecho de que no estemos en casa la semana que viene no provoca otra cosa que orgullo por parte de la ciudadanía. Transmite la idea de que vale la pena apostar por la orquesta como instrumento cultural vivo, soportado al 100% porque el Gobierno Vasco, en la medida que es un instrumento también de proyección exterior.

En el ‘Plan Estratégico Cultura 2028’ que acaba de aprobar el Gobierno Vasco se insiste en la voluntad del ejecutivo de apoyar la internacionalización de la Euskadiko Orkestra.

Desde que estoy en este cargo, no he podido más que constatar que la orquesta nunca ha sido puesta en cuestión, ni en momentos complicados. Sin ninguna duda, como instrumento cultural que somos, contamos con un apoyo del Gobierno. ¿Que nos gustaría contar con un presupuesto mayor? Por supuesto. Sería realmente muy útil y muy indicado. Bien es cierto que, a la vista de lo que suceden en otros lares, el soporte del Gobierno a la orquesta es algo para señalar. Lo agradezco mucho.

Al sector cultural le ha tocado vivir años difíciles. Primero con el covid y, ahora, viajar y la vida se han encarecido.

Cuando avistábamos la salida del covid se dio el debate sobre poner más peso en la mirada local. Muchos festivales planteaban unas programaciones con mucha presencia de orquestas de la otra parte del mundo. Muy posiblemente esto se va a ir reduciendo, es mi opinión. Las complicaciones van a ser más por cuestiones como la energía e, incluso por el debate ecológico sobre las emisiones y los valores que debe representar la cultura. A todo esto se suma al hecho de los costes que todo puede suponer. Hace unos 15 años veías constantemente a dos o tres orquestas del Estado en China; creo que esto se está reduciendo poco a poco. En cualquier caso, como estrategia principal nuestra intención es poder mostrar nuestro trabajo en el entorno europeo.

En el marco internacional parece que el sector privado ha tenido a repercutir el aumento de los costes en el precio de las entradas.

En Francia, Alemania y en los países centroeuropeo, el precio de las entradas es mucho mayor que el que el que tenemos aquí, desde que hace muchos años que se instaló un poco la voluntad de las instituciones públicas de que los precios de las entradas fueran más asequibles. Nuestra misión, al fin y al cabo, es una labor vertebradora de un país potente a través de la música sinfónica y haya también un punto de orgullo de país y de considerar que tenemos una orquesta en casa que puede ofrecer gran repertorio con garantías.

Esta es la primera temporada de la Euskadiko Orkestra sin restricciones después de dos años de covid. ¿Ha vuelto el público a los auditorios?

Nos esperábamos más una vuelta a la normalidad mucho más mucho más pausada, mucho más gradual. Estamos instalados en un optimismo: tenemos cifras para estar contentos. Depende del programa pero hemos tenido, en muchas ocasiones, los auditorios con muy buena entrada. Actualmente contamos con alrededor de 5.500 abonados, además de las ventas sueltas para cada concierto, que también funciona bien. Tenemos un goteo constante de crecimiento de abonado. El público valora que tengamos un recorrido sinfónico muy variado de diez programas al año.

El año que viene cumplirá diez años como director general de la orquesta. ¿Cómo valora la evolución de la orquesta en este tiempo?

La orquesta nació en 1982. Me tocó vivir el último tramo de la crisis, que limitaba cualquier tipo de contratación, inversiones y otras muchas cuestiones. No fue hasta finales de 2016 que empezamos a ver la posibilidad de mejorar en el ámbito de las inversiones y de contrataciones, que es muy importante. Hemos renovado la plantilla en una treintena de músicos, lo que supone haber generado un círculo de la excelencia. En el momento que lanzamos una oferta de trabajo a las plataformas internacionales de comunicación de las audiciones, cada vez se presentan músicos de mayor calidad. La gente ve que es una muy buena orquesta y que vale la pena apostar por ella para abrir una nueva vida aquí. Me ha tocado vivir momentos complicados, momentos de conflictividad pero, en general, creo que existe una relación más que razonable, con una buena proyección y, sobre todo, destacaría una consolidación de la apuesta del Gobierno Vasco por su orquesta. A pesar de haber tenido que pasar una pandemia, he tenido el lujazo de formar parte de este equipo que lo compone un gran equipo de profesionales en la gestión. No creo que haya otra orquesta que tenga profesionales de este nivel. Es un honor estar al frente de este equipo.