La directora, guionista y productora de cine laudioarra Estíbaliz Urresola Solaguren anda afrontando estos últimos meses un ritmo de vida no apto para cardíacos. En plena posproducción de su primer largometraje, 20.000 especies de abejas, le ha pillado la auténtica cascada de premios y reconocimientos que esta recibiendo su quinto cortometraje, Cuerdas. La producción de Sirimiri Films, Gariza Films y Katz Estudio se adentra en la realidad de la lucha vecinal por los derechos de salud y medioambiente y lo hace a través de una coral de mujeres de edad avanzada y un elenco actoral sin experiencia alguna frente a las cámaras. Más allá de los premios recibidos hasta ahora y los que quedan por llegar, Cuerdas está nominado a los Goya en la categoría de mejor cortometraje de ficción. El final de esta historia se conocerá el 11 de febrero en Sevilla pero es cierto que son muchas las voces que apuntan al trabajo de Urresola como el gran favorito para ganar.

Se le nota saturada. ¿Ganas de acercarse a casa?

¿Casa? ¿Qué es eso? Yo no tengo casa. Como le dijeron a Bob Dylan en un taxi: ¿Bob, tú no tienes casa?, pobre Bob... Mira lo que tuve que hacer en la entrega de los premios Altzarrate de Laudio, mandarles un vídeo de agradecimiento porque yo estaba en el IFEMA de Madrid, en la gala de los XXVIII Premios Forqué y no podía desdoblarme. ¡Qué menos! Inmensamente agradecida de ser profeta en mi pueblo en el que, y no se me olvida, siempre he sentido mucho apoyo, tanto a nivel vecinal como institucional.

Se llevó el Forqué, al igual que el Le Rails d`or en Cannes, entre otra larga decena más de galardones, y ahora está en plena cuenta atrás de los Goya. ¿Esperaba este éxito?

No me gusta esa palabra: éxito. Prefiero reconocimiento a un trabajo. No, para nada nos lo esperábamos, y menos para un cortometraje que fue concebido en plan experimental, con un elenco actoral sin experiencia o no profesional, y que te hace replantear mucho la estructura de rodaje. Había mucho material que no sabíamos ni cómo íbamos a montar, y que nos creó mucha incertidumbre.

Explique eso.

Pues que no es lo mismo que ir con un plan de rodaje rígido y cerrado, en el que está todo bajo control. Aquí imperaba, por encima de todo, el lado humano. Desde luego sí que era algo que necesitaba contar y eso ha sido mi gasolina en todo momento. Quizás ahí radique todo lo bueno que le está pasando a esta producción, que es algo surgido de circunstancias reales.

¿Cuál ha sido el reconocimiento más inesperado, y cuál el que más ilusión le ha hecho?

El más inesperado, sin lugar a dudas, fue el primero en Cannes. Lo más grande que nos podía pasar y, encima, lo pudimos disfrutar por partida doble, ya que nos pudimos llevar en un minibús desde Bilbao al grupo de mujeres que da vida a la coral protagonista. La situación era tan loca para nosotras como para ellas, y digo nosotras porque somos todo mujeres. Y también fue el que más ilusión o emoción nos dio. Al final estamos hablando de Cannes, palabras mayores. Todos hacen ilusión, pero aquel primer premio fue muy especial, porque fue compartido, coral, como la propia película.

¿Espera recoger el Goya?

Si quieres que sea sincera, la verdad es que esta pregunta genera en mí algo que no necesito y en lo que, de momento, no quiero ni pensar. Soy muy feliz ahora mismo, porque es muy complicado acceder a estos premios. Hemos pasado dos filtros y hacerlo con una historia de denuncia social como esta es algo así como un sueño, una maravilla. Nosotras ya hemos ganado con el simple hecho de poder llevar a la gran pantalla una historia importante a la que queríamos dar voz. Si recogemos un Goya, bienvenido sea, pero el premio es el haber llegado hasta aquí.

¿Ha podido ver el trabajo del resto de nominados en su categoría, la de mejor cortometraje de ficción?

Sí, y ganar es difícil. Competimos con unos trabajos muy buenos y cualquiera de las nominadas puede hacerlo. No quiero entrar a pensar en las variables que pueden decantar al jurado por una historia u otra. Sorda, por ejemplo, de la directora Eva Libertad, también tiene un valor muy importante. Cada una de las cintas nominadas aporta historias y formas de contar distintas e igual de válidas. De ahí que no quiera entrar en terrenos de lógica competitiva, no me gusta. Prefiero resaltar el valor de todas ellas e insistir en que la nominación es un premio en sí, el resto ya viene de regalo.

¿Qué recuerda del rodaje?

Los nervios que tenía, porque no sabía si iba a ser capaz de conducir este barco a buen puerto. También lo estaba Begoña Suárez Ereño (Rita, la protagonista principal). Llevábamos muchos meses trabajando, leyendo el guión, y la veía muy tranquila, pero en el último ensayo la noté supernerviosa ante el abismo, y me contagió. Ahí fue cuando opté por empezar a rodar con, digamos, lo más sencillo y fue un acierto, porque al ir viendo ella cómo era un rodaje se fue relajando. Por eso he dicho antes que aquí no valía un guión inamovible y cerrado, sino que era necesario poner el lado humano. A partir de ahí, de que la protagonista se fue relajando, fue todo más sencillo, y eso fue también lo más especial de este rodaje. Ver cómo Begoña, al darse cuenta de que no tenía que estar pendiente de todo y centrarse en su personaje, se fue empoderando, ganando en seguridad propia y en confianza hacia mi y el resto del equipo. Fue muy bonito.

¿En quién se inspiró para construir el personaje de Rita y la historia de ‘Cuerdas’?

En 2020, en unas jornadas de ecofeminismo, asistí a numerosos relatos de luchas medioambientales impulsadas por colectivos de mujeres de todos los puntos del planeta. Entre ellos escuché con atención la ponencia de Sara Ibáñez, una ginecóloga jubilada de Muskiz que, durante décadas, había comprobado los efectos devastadores de la contaminación en la salud, no solo de las personas sino también del tejido social de su pueblo. Su relato me llevó a reflexionar sobre la importancia de la cooperación, la sororidad, la salud y el cuidado de la vida, y decidí que tenía que contarlo y así fue como creé al personaje de ficción llamado Rita, que me ha permitido vehiculizar numerosos testimonios, detalles y casos reales de las entrevistas realizadas desde entonces. Lo de hacerla miembro de una coral, a punto de disolverse porque han perdido la subvención municipal que les permitía mantener el local de ensayo, y que se enfrenta al dilema de aceptar o no el patrocinio de una de las empresas más contaminantes del valle que garantizaría su continuidad, también me lo inspiró la conferencia de Sara.

¿A qué se refiere?

Ella hablaba mucho de que estos temas creaban debate vecinal, y yo pensé que una coral podía ser una imagen muy válida para reflexionar o crear ese debate. Además, me servía para lograr otra cosa muy importante para mí a la hora de contar historias: poner en el centro a personajes que, normalmente, no son representados en relato cinematográfico, como son las mujeres de edad avanzada.

¿Le costó mucho dar con Begoña?

La propia Sara me presentó a mucha gente para entrevistar y una fue Begoña Suárez (presidenta de la asociación Meatzaldea Bizirik-Encartaciones Vivas). La elegí porque, a sus 91 años, desprendía mucha fuerza y me podía comunicar con ella muy bien. Cuando le transmití que quería que fuese la protagonista fue tajante: ¡No, no me metas en este berenjenal!. De hecho, esa frase está en el corto en un guiño a aquello. Es por su generación que nunca se ha sentido protagonista de nada pero, a base de visitarla y comer juntas muchas vainas, ganó confianza en mí y, al final, lo reconsideró y me dijo que sí (risas). Ha sido una enorme suerte contar son ella, pese a ser su primera intervención frente a las cámaras.

¿El elenco actoral se conocía entre sí?

Algunas de vista de la zona, sí, pero por lo demás la coral de la película es inventada. Lo que hemos hecho ha sido fusionar en ella a dos grupos reales (el de teatro Juego de Damas y la Coral de Mujeres de San Fuentes) que han pasado por una situación de reflexión interna similar a la que relata Cuerdas. l