“En la Azoka se venden muchos discos, más que en muchos meses en los tiendas”, asegura Pitti, guitarrista de Zea Mays, el grupo bilbaíno que lleva nada menos que 23 años cantando en euskera. Pitti no para de firmar ejemplares de su nuevo trabajo, Adore, Kemena, Kuraia, tres sinónimos para hablar de la fuerza y el valor necesario para tirar hacia adelante.

Una fuerza y valor que muchos creadores y creadoras necesitan hoy en día para sobrevivir. “La industria discográfica está en transformación, cada vez se consume más música y cultura en plataformas y se venden menos discos físicos en general. Por lo que se vende en las tiendas, casi ya ni merece la pena. Pero en la Azoka la gente se acerca a conocernos, quieren llevarse a casa un disco firmado por nosotros, se compra para regalos... El soporte físico tiene otro valor. Durango se convierte en un gran escaparate de la música euskaldun, a la que llega también otro tipo de público. Además, está la cercanía con el público”, asegura Pitti mientras contesta a las preguntas de una niña sobre su disco y se saca una foto con otro joven.

En la Plaza de la Música de la Durangoko Azoka no falta nadie. O casi nadie, porque este año en el sector discográfico se ha producido una gran ebullición de creatividad en euskera. Pero, conscientes de que la industria discográfica ha afrontado una de las crisis más radicales de su historia durante esta década, Gerediaga Elkartea, organizadora de la feria, ha apostado por dar más visibilidad a los creadores musicales vascos.

Además, otra de las razones para dar este impulso a la música es atraer a la juventud, según ha admitido el gerente de Gerediaga, Beñat Gaztelurrutia. Porque no hay más que acercarse a los stands que se han agrupado en el pabellón de Landako para ver a multitud de jóvenes –y no tan jóvenes– recorriendo los pasillos.

Algunos como Gatibu, ETS, Izaro o Bulego tienen hasta colas para conseguir hacerse con sus últimos trabajos o llevarse un selfie con ellos. En Tol Sarmiento (ETS) tienen nuevo disco, Guretzat, con el que a partir de marzo volverán a los escenarios, pero de momento se están dando un baño de multitudes en Durango. El grupo alavés se fundó en 2005 y desde entonces, pocas veces ha dejado de acudir a la cita cultural. “Este año estamos notando más afluencia de gente, teniendo en cuenta los dos años de pandemia en los que no se ha podido vivir la Azoka plenamente, ahora hay ganas de disfrutarla. Esta cercanía con el público, lógicamente, no se puede tener en un concierto; aquí estamos con la gente, hablamos con los que se nos acercan, les preguntamos qué opinan del grupo...”, confiesa Rubén Terreros, el trompetista del grupo euskaldun, en una pausa entre foto y foto con sus innumerables fans.

No se pueden quejar para nada de las ventas de su nuevo disco. “Está funcionando muy bien. Queríamos quitarnos prejuicios musicales y no quedarnos anclados en un estilo, sobre todo rock y ska, y probar otros nuevos”, explica este músico.

Imposible acercarse a la cantante Izaro, cuyo nombre suena con fuerza en el difícil mundo de la música. Cuando despuntaba en los escenarios Limones de invierno, llegó la pandemia y le obligó a echar el freno y quedarse en casa. Pero ha retomado con ilusión su vida musical y tiene una larga lista de fans que devora todo lo que saca al mercado. Este año es una de las estrellas de Durango. A su lado, el trío de músicos vascos Kalakan firma sin parar también su nuevo disco Ahotsez, un viaje para conectar con los sonidos de la época en la que se fundó el grupo hace 12 años. El canto a capella ocupa un lugar central en sus nuevas composiciones.

Para el grupo donostiarra Demode Quartet es su segundo año en la Azoka. Pero en esta edición, hay una gran diferencia: se han convertido también en centro de atención tras su paso por el programa La voz, en el que con la interpretación a capella de La Flaca de Jarabe de Palo, dejaron deslumbrado al jurado. “No sé si venderemos más este año, pero nos gusta estar aquí. Tenemos muchas expectativas, pero no solo de ventas, nos gusta hablar con la gente”.

Maratón musical en ahotsenea

Miren Narbaiza lleva tres años al frente de Ahotsenea, un espacio que cumple esta edición quince años, en el que las escritoras y escritores y músicos dan a conocer su proceso de creación. Ahotsenea se ha convertido ya para muchos en el “corazón” de la cita cultural. Hasta que la feria cierre sus puertas, 47 bandas musicales se subirán al escenario que estará situado en Plateruena que, de momento, ha abierto sus puertas para esta edición, a presentar su último trabajo, desde las 11.00 hasta las 22.00, de forma ininterrumpida.

El visitante se encuentra también las principales novedades publicadas durante el último año en Euskal Herria, que se pueden escuchar a través de un QR. Por vez primera, dicha lista está disponible en el portal Badok. En la playlist se incluyen los trabajos de más de 75 bandas, desde Gatibu hasta Zea Mays pasando por Zetak, Izaro, Bulego, Eñaut Elorrieta, Liher, Ordorika, Ines Osinaga, Delirium Tremens, Kokein, Merina Gris, Fermin Muguruza, Urdangarin y ETS. Este año la música suena con fuerza en Durango.