Innovar. Es decir, hacer las cosas de otra manera. Aquí está el principio básico sobre el que acaba de nacer el proyecto de La Boutique. “En Zas Kultur no somos una galería de arte, para nada, pero sí un centro cultural alternativo que quiere ser innovador también en el mundo del mercado del arte. Y aunque no se venda nada, dará igual porque lo que buscamos es poner el foco en el hecho de la que gente vea que puede comprar arte y a unos precios similares a lo que puede ser apuntarse al Ironman o tener un abono del Deportivo Alavés”. En pocas palabras, como explica el artista Iñaki Larrimbe, ahí está el objetivo último de esta apuesta.

Arriba, Iñaki Larrimbe y Daniel Castillejo; abajo, algunas de las primeras obras de la iniciativa. | FOTO: JORGE MUÑOZ

Una iniciativa para cuyo desarrollo futuro, el espacio de la plaza San Antón cuenta con la colaboración desinteresada de Daniel Castillejo. “Me llama el proyecto de manera especial porque explora nuevas vías para fomentar el coleccionismo con toda la dignidad del mundo”, describe el ex director de Artium, quien, aunque recuerda que no es la primera experiencia en este campo que se desarrolla en Vitoria, pone de relieve que, en este caso, la iniciativa nace después de un largo periodo de reflexión que no ha terminado. “Estamos pensando que quien quiera, pueda venir y ofrecerle también charlas voluntarias, información sobre cualquier aspecto. A mí me encanta hablar de arte”, sonríe.

Fomentar el arte entre la ciudadanía

Aunque La Boutique se ha abierto este mes con pintura, dibujo y fotografía, el programa en el que trabaja Castillejo no se cierra a nada. “Hay un abanico muy grande de posibilidades”. A partir de ahí, el criterio de selección de artistas y obras va a ser el suyo. Pretende que convivan creadores de distintas generaciones, que autoras y autores estén presentes por igual, y que sean artistas cercanos los que centren las miradas, pero sin descarta alguna presencia “puntual” de personas de otros lugares que quieran mostrar su apoyo a la iniciativa.

Fomentar el arte entre la ciudadanía

A partir de ahí, el funcionamiento es sencillo. En una parte de la sede de Zas, más allá de las zonas expositivas, se encuentran tres cubículos que acogen el proyecto. Dos de ellos se usan para mostrar en solitario las nuevas obras que vayan formando parte del proyecto, cuyo fondo se irá componiendo en el tercero. Cada pieza –no se descarta tampoco que haya instalaciones de pequeño formato– cuenta con una ficha con los datos básicos, incluyendo el precio. Cualquier persona puede acudir, ver o preguntar en los horarios de apertura. Si hay interés y se produce la venta, el 80% del dinero irá al artista, mientras que el 20% restante, para poder afrontar los gastos de tramitación y demás, se destinará al espacio cultural. “No queremos sacar dinero pero sí promover la idea de que cualquiera puede comprar arte”, reafirma Larrimbe.

Será Castillejo quien hable con cada artista para ver si está interesado en participar y en que él sea quien seleccione la obra posible. “Estamos hablando de un arte que está pensado para las casas de la gente o para los despachos de profesionales, por ejemplo”, describe Larrimbe. Al fin y al cabo, como apunta Castillejo, “queremos que cuando alguien entre, se produzca un enamoramiento. Yo creo que hay mucho aficionado dormido en Álava pero que no se atreve a dar el paso. Aquí puede empezar”. Por eso ambos remarcan que “esto es una oportunidad para que si alguien aquí quiere empezar a comprar a artistas locales y hacer una labor de apoyo al tejido, lo pueda tener fácil”.

Una labor complicada

Con todo, desde Zas Kultur son conscientes de que en Vitoria casi no hay coleccionistas o personas que compren arte de manera más o menos regular. “Es muy curioso porque te vas a Bilbao o a Santander, a ciudades cercanas, y sí que hay un movimiento. En Santander, por ejemplo, vas a los bares y tienen obra de artistas. Aquí es muy difícil ir, por ejemplo, a un dentista y ver obra. Solo hay una excepción, los notarios. En esta ciudad los notarios tienen obras de arte auténticas. Pero el resto de profesiones liberales, te ponen una reproducción de algo o una pantalla de plasma”, más allá de que “tenemos que ser capaces de hacer ver que no solo estás comprando obra, estás también apoyando la labor de un artista, que es lo que se hacía antes. Los primeros mecenas sabían que comprando o encargando obra estaban apoyando la cultura”.

No hay que perder de vista, además, que la realidad laboral de quienes se dedican a la creación es sinónimo de precariedad. “Estamos hablando de que en España el 70% de los artistas no superan el salario mínimo. Es verdad que el arte genera millones, como piensa mucha gente, pero es que el dinero solo llega a unos pocos. Estamos en un momento en el que el arte lo compran los millonarios a artistas millonarios. Pero luego está el arte de base, el del 99,9% de los artistas, que son los que viven en la precariedad”. Fomentar el coleccionismo en Gasteiz puede ser un granito de arena, más allá de que en Zas son conscientes de que “hay gente que puede tener miedo a meter la pata o que le engañen. Por eso es muy importante la presencia de Daniel Castillejo”. Él es, por así decirlo, el sello de garantía.

Con todo, tanto en el espacio como Castillejo saben que incluso dentro del sector del arte, parece a veces tabú hablar de dinero, mercado, producto. “Tenemos como una especie de timidez, cuando en realidad hay otros espacios independientes o alternativos en el Estado que tocan la venta de la obra y no tienen nuestros reparos”. En este sentido, se entiende que no se entra en competencia desleal con las galerías. Para empezar porque, como tal, no existen en Vitoria. “Pero además hay que pensar que esto puede ser una manera de animar, de facilitar conexiones de manera natural, de que se puedan impulsar otros proyectos”, apunta Larrimbe. Él también apuesta por combatir esa idea de que la adquisición de arte está solo reservada “a las elites”. En este sentido, comenta que “siempre me asombro al ver que se sacan bonos culturales pero nunca sirven para que alguien pueda comprarse una obra de arte. Puedes ir a un concierto o adquirir un libro con ellos, pero no un cuadro. Claro, así ya estás señalando a las artes visuales. Se entiende que solo los grandes coleccionistas o los que quieren especular, compran obras de arte. Las instituciones nunca han promovido la idea de que el arte puede estar a disposición de cualquiera”.