Hace justo tres años, en el primer Festival de Jazz de Gasteiz sin Iñaki Añúa al frente, nada hacía sospechar que pasaría tanto tiempo antes de regresar a la que durante tantos decenios ha sido la casa del certamen. Pero la pandemia ha hecho que el paréntesis en Mendizorroza haya sido tan largo. Esta noche, y con un calor de justicia, el polideportivo y su público han vuelto a encontrarse, aunque el fallecimiento del ex responsable del evento ha hecho que el ambiente estuviera marcado de manera especial. Iñigo Zárate, actual responsable de la cita, y Xabier Añúa, hermano del ex director, han subido al escenario y han dedicado unas palabras a su memoria.
Antes de que Eliane Elias haya hecho acto de presencia cuando la oscuridad de la noche ya era total, ha sido la contrabajista Giulia Valle la encargada de poner todo en marcha. La artista italiana residente desde hace años en tierras catalanas ha acudido a la capital alavesa con su ensemble, conformado para la ocasión por Riccardo Pittau (trompeta), Vicent Pérez (trombón), Martí Serra (saxo), Francisco Ramos (saxo y flauta), Roger Mas (piano) y Adriá Claramunt (batería).
En un polideportivo que casi no llegaba a la media entrada, ha dedicado la actuación a la memoria de Añúa, teniendo el buen criterio de admitir desde el inicio que hacía tiempo que estaba lejos de los escenarios y que la de Vitoria, “en un festival de prestigio”, ha sido la primera actuación desde hacía “mucho tiempo”. Y eso se ha notado. Igual que el hecho de estrenarse con alguno de sus compañeros sobre las tablas.
Por ello, la cita ha sido una constatación de lo ya sospechado, es decir, de que la calidad individual ha estado por encima de cualquier otra consideración. Como referencia, la artista ha tomado Eden club, uno de esos numerosos discos de cualquier género que cayó en el olvido cuando la pandemia hizo acto de presencia. Este trabajo, de hecho, salió un día antes de que se decretase el primer confinamiento. Vamos el desastre total. “En fin”, ha suspirado la artista.
Por ello, en este regreso del festival a su sede, ella también ha querido recuperar este trabajo, a pesar de que entre medias ha publicado alguna nueva referencia. Todos los trabajos que la pandemia sepultó deberían tener una oportunidad así, aunque los músicos han sudado la gota gorda para defenderlo en Vitoria y no solo por los retos puestos por la también compositora, sino porque el calor dentro del pabellón ha llegado a ser excesivo por momentos. Una de esas dobles sesiones en las que casi cualquier cosa sirve como posible abanico. No ha habido problema.
En ese ambiente tan caliente, el ensemble se ha mostrado más como una gran colección de individualidades de gran calidad, pero no como un conjunto bien armado, con una idea común y una meta compartida. Así que es de esperar que la creadora no vuelva a esperar tanto tiempo para volver a retomar los escenarios y regrese a una senda que, más allá de su faz formativa, siempre ha dejado propuestas interesantes.