El cuerpo. La salud mental. La memoria de barrio. La manipulación de los medios. Son los cuatro focos de atención que sirven a José Martínez, Laura García, Patricia Laiseka y Ania Río para adueñarse de cada rincón de la sala Amárica de la mano de la exposición colectiva Tetrapack, título que se repite año tras año para aglutinar el premio que supone ganar el certamen Gazte Klik Klak, un galardón que se traduce en la posibilidad de desarrollar y hacer un primer proyecto profesional contando además con el asesoramiento de artistas profesionales. Hasta el 26 de junio, la cosecha de 2022 comparte sus frutos.
"Ha sido un proceso largo pero muy fructífero", dice con una sonrisa Laiseka sobre estos meses de trabajo desde que ganaron el certamen organizado por el Servicio Municipal de Juventud, expusieron las obras galardonadas y se metieron en un proceso en el que han estado guiados por Zas Kultur, liderando el proceso de asesoramiento y comisariado Jorge Salvador y, como colaboradora invitada, Nuria Pérez-Cárcamo. Ahora es el momento de la mirada del público.
En el caso de Laiseka, se sirve de la fotografía en blanco y negro para, desde el hoy, rescatar y poner en valor la memoria histórica, el pasado y el presente de un barrio obrero en concreto pero que podría ser cualquiera de los que, por ejemplo en Euskadi, nacieron de la nada en durante las décadas del crecimiento industrial y de la llegada de inmigrantes de diferentes partes de la península.
Tanto ella como Río se encuentran en el medio del recorrido. Esta última fija su mirada en los 64 conflictos bélicos que se sabe de manera oficial que están hoy activos en el mundo, guerras cuya presencia rastrea en los medios de comunicación componiendo un collage que parece medio desnudo. A su lado, hay otro enorme, saturado, interminable. Es el construido con imágenes de los medios de los tres meses y pico de la guerra de Ucrania. Es decir, qué se ve, qué se quiere enseñar y qué se puede ver.
Junto a ella, fotografías y espejos construyen una instalación en la que García aborda una problemática de la que se habla mucho en estos tiempos, aunque poco o nada se hace: la salud mental. La soledad, la invisibilidad, la falta de soluciones se transmiten en una serie que habla de la seriedad de una situación que afecta a toda la sociedad, también a los jóvenes.
Justo al otro lado, Martínez extiende una cama sobre la que proyecta cuerpos para hablar de sus transformaciones, su fragilidad, su utilización, su belleza, sus ataques, su intimidad. También desde una mirada queer, se juega con diferentes metáforas para hablar de la realidad y los sueños.