En una agenda en la que es complicado encontrar un hueco libre, el contratenor vitoriano Carlos Mena vuelve a citarse este viernes con su público más cercano. Desde el pasado verano no actúa en Álava, un tiempo en el que ha publicado tres nuevos discos, ha sido elegido como director artístico del Coro de la Orquesta Sinfónica de Galicia y ha sido llamado por la prestigiosa Schola Cantorum Basiliensis para formar parte de su profesorado.
¿Qué es lo que se va a encontrar el público que acuda este viernes al Principal, qué ofrece este ‘El jardín de Farinelli?
-Es un concierto recital en el que se va a poder escuchar música que Farinelli o bien cantó, o bien tenía en sus archivos o bien deseó cantar en algún momento. Y en la parte instrumental, escuchará música que seguramente le acompañó especialmente en su estancia en España. Así que es encontrarnos un poco con el jardín de partituras que tendría Farinelli sobre la mesa. El programa es una adaptación de una obra de teatro musical que hicimos, aunque lamentablemente no se ha podido llevar al Principal, que era la idea inicial. Es una obra en la que está el actor Miguel Rellán. Pero por cuestiones de programación no se ha podido hacer y en su lugar se presenta este recital, que ya se ha presentado recientemente dentro del ciclo del auditorio de Barcelona. Es una propuesta que tiene muy buena acogida porque la música es excelsa.
Con Aarón Zapico ha cruzado su camino profesional en varias ocasiones y hay una confianza mutua muy fructífera. ¿Cómo hacer para encontrar nuevos retos, para no repetirse?
-Es curioso porque teniendo muy buena relación entre nosotros, él procede una formación muy distinta a la mía. La manera de contemplar la música antigua es ligeramente distinta. Por otro lado, él es una o dos generaciones más joven, con lo cual él vivió esa especie de revolución que hubo en la música barroca y tiene, a veces, ideas que a mí no se me ocurrirían, y viceversa. Habiendo buena relación, el uno sorprende al otro, es decir, siempre hay maneras de interpretar, cuestiones o visiones diferentes pero complementarias. A mí me encanta eso porque es una manera de enriquecerte. Por eso me gusta buscar gente con la que llevar a cabo proyectos que no esté en lo que podríamos decir mi zona de confort. Ese enriquecimiento mutuo es algo que se traslada a los conciertos.
Desde el pasado verano no actúa en Álava, un tiempo en el que la situación sanitaria ha evolucionado de tal manera que ya no hay límites en los actos culturales en cuanto a mascarillas, distancias, aforos y demás. ¿Cómo está viviendo este regreso a la casi normalidad a la hora de encontrarse con el público?
-Una de las claves por las que me siento pleno es que sé adaptarme a las circunstancias. Algo tan terrible como la pandemia nos colocó en una situación determinada y era inútil luchar contra eso pensando en lo anterior. Disfruto de cada momento musical en las circunstancias en las que ocurre, sin hacer comparaciones. Lo único que no he hecho en este tiempo es cantar con mascarilla. Ni he podido ni he querido hacerlo porque no me parecía sano para mi instrumento y porque ha habido otras posibilidades de actuar sin tener que llevarla. También la de decir que no a actuar. Es verdad, de todas formas, que en este tiempo ha habido un estrato de músicos que han sufrido mucho, también debido a las estructuras musicales y culturales que tenemos en nuestro caso. Es un estrato que ha sufrido mucho y que seguramente hemos perdido para siempre. Hay gente que ha dejado de hacer música y que ya se dedica a hacer otras cosas.
No todo es actuar. De hecho, entre 2021 y principios de 2022 se han publicado varios discos con la firma de Carlos Mena.
-Sí, ha habido varios. Alguno venía acumulándose desde hacía un tiempo precisamente por la pandemia. De hecho, tengo otros tres en cola que saldrán en los próximos meses.
En estos meses también se ha conocido su incorporación a la Schola Cantorum Basiliensis, que para usted es como volver a casa.
-Evidentemente tiene algo de emocionante porque es el templo donde yo me formé. Primero, me he animado porque ellos me invitaron de una manera muy insistente a que me presentara. Yo planteé que necesitaba flexibilidad para poder compaginar mi vida personal y encontré una respuesta afirmativa rápida. La Schola tiene una estructura pedagógica espectacular, que piensa en todos los perfiles del alumno y en cómo ayudar mejor al profesor para dar clase.
Y ha sido elegido como director del Coro de la Sinfónica de Galicia. ¿Le queda algún hueco libre?
-(Risas) Por eso entenderás que hay cosas a las que digo que no.
Más allá de la broma, ¿qué supone este nuevo reto?
-Conlleva más una cuestión de programación, de objetivos y de maneras de hacer. Es una confianza en que yo puedo ayudar al proyecto desde el diseño de la programación. Para eso, además, cuento con un director musical que es Javier Fajardo. Estoy muy contento porque esta orquesta, cuando yo no era tan conocido, siempre ha sabido ver en mí cosas que otros no. Siempre me ha ofrecido oportunidades en el momento que tenían que producirse y no a toro pasado, cuando todo es fácil de ver.
Sin desmerecer nada de lo pasado, da la impresión de que justo ahora atraviesa un gran momento profesional.
-Sí. La verdad es que estoy muy contento. Cada época ha tenido sus luces. Ahora hay veces que me dicen: ¿pero cantar ya?. Bueno, yo ahora siento que canto mejor que nunca. Veo a muchos compañeros que con 50 años ya no pueden cantar. Yo sí. Bueno, he cuidado la técnica, ahora me enriquezco con la dirección y con una perspectiva mayor del hecho musical, y eso me hace sentir mejor como cantante. Me siento bien en lo profesional. Supongo que también es el resultado de muchas decisiones previas, incluso de haber cuidado lo personal y lo familiar para poder estar equilibrado.