“Es un texto que reclama valentía y riesgo, por eso qué mejor que la Compañía Nacional de Teatro Clásico para llevarlo a escena”. Así que este viernes y este sábado, la formación regresa a Vitoria para compartir con el público su última aventura, afrontar la representación de Lo fingido verdadero, de Lope de Vega, una obra poco representada aunque sea “maravillosa”.
“Puede ser un tanto desconcertante cuando te asomas por primera vez, pero ¿no es bueno que nos desconcierten de vez en cuando?”, se pregunta Beatriz Argüello, ayudante a la dirección de Lluís Homar en un montaje que, como él mismo describe, es un tres en uno: “es un drama histórico en su primer acto, una comedia de capa y espada en el segundo, y una comedia de santos en el tercero”.
Así lo podrán comprobar quienes estos dos días acudan al Principal, donde las representaciones comenzarán a las 19.30 horas, quedando entradas disponibles en ambos casos. Silvia Acosta, María Besant, Montse Díez, Israel Elejalde, Miguel Huertas, José Ramón Iglesias, Ignacio Jiménez, Álvaro de Juan, Jorge Merino, Aisa Pérez, Paco Pozo, Arturo Querejeta, Verónica Ronda, Aina Sánchez y Eva Trancón serán los encargados de subir a escena.
Dos historias se unen en esta obra escrita por Lope de Vega a principios del XVII, un texto que supone la primera aplicación práctica de su Arte nuevo de hacer comedias. Por un lado, la de San Ginés de Roma, actor del siglo III que al parecer se convirtió al cristianismo mientras actuaba en una comedia sobre esta misma religión. Por otro, la Cayo Aurelio Valerio Diocleciano Augusto, emperador de Roma ante el que ocurrió tal suceso.
“Todo el teatro posterior está aquí, en esta obra”, apunta Arturo Querejeta, que señala como Lope de Vega construye en este texto un relato sobre “el poder transformador del teatro y el poder transformador del amor” en un momento “en el que el mundo está ante un nuevo cambio”. Puede que pasen los siglos, pero las respuestas siguen siendo las mismas ante el empecinamiento del ser humano en cometer los mismos errores, sobre todo en lo que al ejercicio del poder se refiere.
En este sentido, María Besant pone el énfasis en el papel fundamental que el amor -a personas pero también a ideas y conceptos- tiene a lo largo de los tres actos, por muy diferentes que sean entre sí. Y al mismo tiempo señala, como su compañero de escena, el ejercicio de homenaje al propio teatro que el autor realiza en la pieza.
Los dos, al igual que el amplio elenco de la producción, están ahora en plena gira tras el exitoso estreno en Madrid, pero sobre todo tras un proceso de creación colectiva en la que cada intérprete participó aportando ideas no ya para su labor actoral sino para todo lo relacionado con escenografía, iluminación y demás. “Fue como trabajar sin red: complicado pero apasionante”.