La situación general dista todavía mucho de ser parecida a eso que se ha bautizado como vieja normalidad. Por eso se equivocan quienes piensan que ahora, sin casi restricciones visibles, sectores como el de la cultura lo tienen más fácil para actuar como antes de marzo de 2020. Organizar casi cualquier evento a medio plazo se ha convertido en una odisea en la que nadie quiere pillarse los dedos. La experiencia de todos estos meses tiene su peso. En un año prepandémico, el Festival de Jazz de Vitoria tendría a estas alturas del calendario no solo todo su cartel anunciado, sino que estaría poniendo a la venta ya sus primeros abonos y entradas. Pero las cosas van hoy más despacio. Aunque van.
Lo primero a tener en cuenta es que la cuadragésimo quinta edición del certamen se celebrará del 13 al 17 de julio, es decir, que se seguirá el mismo esquema temporal de 2021. Ya llegarán otros tiempos en los que seguir recuperando jornadas perdidas no solo por la pandemia sino también por la crisis económica de 2008. La segunda es que se mantendrá el Principal como referencia para las tardes pero, cómo ya se sabía, se dejará el pequeño infierno del Iradier Arena para regresar a un Mendizorroza que, todo hay que decirlo, tampoco es que sea el Edén, entre otras cosas por un graderío de madera que hace mucho tiempo que se tenía que haber cambiado.
Detalles a un lado, y aunque todavía queda mucho por conocer, la intención del certamen pasa por recuperar lo que se ha venido a llamar la "esencia" del festival. Así, como explican desde la organización, la idea es recuperar las sensaciones anteriores a 2020, todo ello "con la ilusión de ofrecer inolvidables conciertos de intérpretes consolidados junto con figuras emergentes del jazz más actual". Por cierto, se anuncian sorpresas. Habrá que ver si es en cuanto a nombres o en cuanto a formatos, ya que la nueva junta lleva desde su llegada queriendo introducir novedades que hasta ahora han sido imposibles por las circunstancias. Todo se verá.
En lo que se refiere a lo musical, por el Principal ya se sabía que iba a pasar el pianista y compositor armenio Yessaï Karapetian (ganador de la última edición del premio Rising Stars Jazz Award). El tocará el día 13. Dos jornadas después, volverá a la capital alavesa el saxofonista James Brandon Lewis dentro de la gira de su último disco, Molecular.
En lo que se refiere a las dobles sesiones de Mendizorroza, dos son los nombres que se suman al cartel. Por un lado, el de la pianista brasileña Eliane Elías. Su presencia cumplirá dos objetivos. Primero, dejarse llevar por su último disco, Mirror mirror, grabado con Chick Corea y Chucho Valdés, dos creadores que han dejado imborrables momentos en la capital alavesa a lo largo de los años. De ahí, claro, la segunda intención de este concierto, el recuerdo y homenaje a un Corea que falleció en febrero de 2021 dejando una de las huellas más importantes no solo en la historia del jazz, sino de la música moderna.
Además, el festival hará regresar a tierras vascas a Snarky Puppy, amplio y numeroso colectivo que aunque suele ir variando de componentes, siempre reúne a un listado más que interesante de intérpretes. Como bien recuerdan desde el certamen, la última grabación en vivo que hizo la banda, en el Royal Albert Hall, consiguió el año pasado el Grammy al mejor álbum instrumental contemporáneo.