Es un ámbito inabarcable e infinito. Puede parecer hasta extenuante pensar solo en las mil y una formas que podrían idearse para afrontarlo. Pero, como diría aquel, por algún sitio hay que empezar y @EtimosDirectos lleva desde 2016 recorriendo su propio camino para dar a conocer el origen y evolución de palabras y expresiones, sirviéndose para ello de las redes sociales y del uso de un estilo propio, cercano, divulgativo e interesante para cualquier tipo de persona. Esa labor iniciada por Shayma Filali Baba Louartiti e Israel Villalba de la Güida desde el instituto Palomeras-Vallecas tiene un tercer vértice en el vitoriano Peru Amorrortu Barrenetxea, un trío que ahora da el salto de la pantalla al papel con La vida secreta de las palabras (La esfera de los libros).
No se trata de presentar un manual o un diccionario, sino de compartir un texto con un claro objetivo divulgativo que pueda ser interesante tanto para la persona experta como para quien, tal vez, nunca se haya preocupado en saber de dónde viene gilipollas, de cuál es la razón por la que se dice a buenas horas mangas verdes o cómo se construye ese término que tanto se viene diciendo en los dos últimos años: pandemia. “Lo que pretende este libro es acercar al público en general ese conocimiento que a veces puede resultar un poco técnico y que puede echar para atrás al lector con respecto a las humanidades”, explica Amorrortu.
En este sentido, la publicación quiere también servirse del trabajo con la etimología y el conocimiento del lenguaje para abrir una puerta al campo de las humanidades, la historia, las clásicas y la mitología, áreas que “últimamente pueden estar un poco marginadas en la esfera popular general”. Desde ese amplio marco se plantea un título que sigue un camino flanqueado, por un lado, por los libros rigurosos y académicos, y, por otro, por aquellos que siguen una línea divulgativa, que apuestan por una redacción y un estilo interesantes y accesibles a cualquiera. “Es el espíritu que seguimos en Internet”, en sus cuentas de Twitter e Instagram. Se trata de ofrecer una lectura divertida y curiosa, sin que eso signifique caer en la frivolidad o la inexactitud.
De hecho, la repercusión que está teniendo su labor a través de las redes es lo que ha motivado la publicación. Es verdad que los tres tenían la idea abstracta de algún día afrontar algo por el estilo, pero fue la llamada de La esfera de los libros la que de verdad encendió la mecha. El resultado final abarca palabras de cualquier campo, ya se hable de medicina, religión, sexo o pago de impuestos, que de todo hay. Al final, el objetivo es adentrarse en palabras y frases hechas con historias interesantes y peculiares. A lo largo de 19 capítulos -establecidos siguiendo diferentes ejes temáticos- y un epílogo (incluyendo un índice etimológico), los tres expertos pueden hablar de las albóndigas, de la Agencia Tributaria, de la rinoplastia o de los progres.
Imposible detenerse en una palabra o en una expresión. Son más de 2.000 etimologías las que se usan. El vitoriano, por ejemplo, cita la frase montarse un pollo. “Hay ocasiones en las que es necesario moverse un tanto en el campo de la especulación, fundamentada eso sí. En este caso, pollo se debería escribir poyo, entendiéndose como esa banqueta a la que solían subirse los oradores. En tiempos de la primera mitad del siglo XX, cuando la vida política era convulsa por estos lares, cada vez que iba un orador a la plaza de un pueblo, cogía un poyo, se montaba en él y daba un mitin, que en ocasiones acababa como el Rosario de la Aurora. Y de ahí la expresión”. De todas formas, aunque a veces sea necesario hacer determinadas suposiciones, el trabajo se lleva a cabo desde la sólida formación de los tres y sus conocimientos, sin perder de vista un amplio rango de referencias, desde diccionarios etimológicos ya elaborados a obras etimológicas antiguas. “Es un campo de investigación infinito. A nosotros nos gustó esto de la etimología porque no solo recoge el campo de la lingüística y la filología sino que también abarca el de la historia y la cultura. Es un cajón de sastre donde entra todo”.
Aún así, Amorrortu es muy consciente de que trabajan en un ámbito ni muy valorado, ni muy respetado hoy. “Mi punto de vista es que vivimos en una sociedad en la que el concepto de lo útil y de lo que es rentable impera sobre lo demás. Las humanidades no son útiles en el sentido técnico-económico. No son rentables en el sentido de dar un beneficio económico inmediato. Eso hace que muchas veces se relegue a un segundo plano el conocimiento, y no solo el humanístico sino también el científico, que también sufre esta tiranía de lo útil. Creo que hay que plantear una enmienda a la totalidad a todo eso y reivindicar que el conocimiento en sí, el humanístico y el científico, tiene un valor intrínseco que va más allá de su valor económico”.