Un jardinero empeñado en competir con su vecino. Un congreso sobre helados. Una tortuga que quiere seguir su camino. Y una oveja que no entiende muy bien la razón por la que sus compañeras están empeñadas en saltar una y otra valla pensando que después llegará la pradera donde podrán ser libres.
En su literalidad, y sin querer dar más pistas que puedan frustrar la curiosidad de quienes lo lean, estos son los argumentos que le sirven a Jon Echeveste Aizpurua para construir su primer libro, un Cuentos (que parecen) para niños, que ve la luz ahora gracias al proyecto vitoriano Nimbo Cultura.
"Si lo ves, puede tener apariencia de libro infantil y podría serlo también, pero no es una obra para los más pequeños", aclara el escritor y médico con respecto al título de una publicación que se presentará de manera oficial este viernes a partir de las 19.00 horas en la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa.
Será la oportunidad de profundizar en unos relatos que, en realidad, llevan más de diez años escritos, aunque es ahora cuando se encuentran con el público. "Alguien me ha preguntado si es un libro de autoayuda. No, para nada. Y aún así, literalmente lo es porque es algo que hice para ayudarme a mí mismo".
De hecho, las historias nacen de las inquietudes y de las respuestas que en diferentes momentos de su periplo vital ha ido encontrándose el autor. "Cada cuento es una metáfora en torno a mi proceso personal, sobre mis preguntas existenciales hasta acabar en el zen", describe Echeveste, más allá de que es consciente de que "habrá quien se quede con la literalidad de lo que se escribe; de hecho, eso creo que sucederá con la mayoría".
Con todo, espera que tras asomarse a los relatos, haya quien "sienta que es lo que le está pasando, incluso que le ayude a ver más claras algunas cosas".
Tener lo que se supone que le hace feliz a uno y, sin embargo, sentir que falta algo. Ahí está el motor de un proyecto literario en el que el escritor también se convierte en ilustrador, más allá de que aclare que no sabe dibujar. "En esa parte he invertido muchas horas. Por suerte, el ordenador y los instrumentos que ofrece me han permitido construir y plasmar lo que tenía en la cabeza pero no sabía dibujar". Así, palabra e imagen se dan la mano en esta nueva obra.
Es en el zen en donde él ha encontrado las respuestas a las preguntas que motivan este libro, aunque esas inquietudes no se quedan solo en estas páginas. Están en el origen de otros cuatro relatos que tiene en mente compartir en un futuro no muy lejano.
Y también en una novela que está, por ahora, reposando en un cajón. O en un pequeño cuento autopublicado sobre una gota de agua que no sabe muy bien qué pinta en el mundo. "Me gusta escribir" como queda patente en un Cuentos (que parecen) para niños que no ha tocado a pesar de llevar más de un decenio esperando.
"Las historias, cómo están realizadas y lo que relatan, siguen siendo igual de válidas que cuando las hice". Y ahora, empiezan un nuevo camino en el que el autor desaparece para entrar en juego los lectores y lectoras.
"Habrá quien se quede con la literalidad, pero cada cuento es una metáfora" nacida del propio proceso vital del escritor
"Podría ser también para ellos, pero no es un libro para los pequeños", apunta el autor, que se encarga además de las ilustraciones