n tierra de nadie. Ahí se mueve Alt-J, alternando trallazos de bellas melodías pop con pasajes intrincados, oscuros y experimentales en su último disco, The dream (Infectius/BMG), el cuarto en su década de vida, en el que se deslizan historias sobre liberalismo exacerbado, maltratos, drogas, muerte en la pandemia y sueños incumplidos, pero también de amores e invitaciones a disfrutar de la vida y la amistad, cuando se piensa que “nada en la vida podría ser mejor que ahora”.

Parafraseando aquel “decíamos ayer” que se atribuye a Fray Luis de León, la semana pasada decíamos que el disco Time skiffs, de Animal Collective, era uno de los más esperados de 2022. Lamentamos repetirnos tan pronto, pero sucede igual con The dream, de los británicos Alt-J, originarios de Leeds pero asentados en Londres. En una década, el trío ha sabido tejer una intrincada propuesta de cálidas, evocadoras y en ocasiones densas armonías pop, sobre una base de folk y electrónica entre lo celestial y la oscuridad.

Entre el éxito masivo en festivales y el prestigio del circuito alternativos. Esa es la parcela en la que se mueven el guitarrista y cantante Joe Newman, el batería Sonny Green y el teclista Unger-Hamilton. El trío inicia ahora una gira mundial que recalará en el madrileño Mad Cool, en Ifema (Valdebebas). El festival tendrá lugar entre el 6 y el 8 de julio, con capacidad para 80.000 personas y estrellas confirmadas como Metallica, Muse o The Killers.

Trío espoleado por un gran debut, An awesome wave, que les hizo ganar el Premio Mercury y vender cientos de miles de discos, consolida en The dream, disponible en digital, compacto y vinilo con ediciones limitadas en varios colores, esa vía que pica tanto del pop como de cierta experimentación tras la pequeña decepción de su anterior Relaxer (2017).

Vida y muerte U&ME, canción de bellísima melodía, estribillo contagioso, riff exótico y oscuro, y percusión juguetona, fue “el primer tema que trabajamos”, explican. Suena fresca y alegre como el verano al que alude en su arranque. Remite a diversión, sonrisas y un festival de música compartido con amigos que se convertirá “en un recuerdo imborrable en mi vida”. Alude a “los buenos momentos del verano, tal vez demasiados buenos”, explican.

Newman canta en ella “solo somos solo tú y yo ahora” en una primera parte del álbum más eufórica que aporta también la explosiva y melódica Hard drive gold, heredera de Left hand free y repleta de ironía sobre las criptomonedas y el liberalismo exacerbado; Bane, con cambios de ritmo y ecos lisérgicos de Pink Floyd; un sincopado Happier when you’re gone; The actor, que mezcla guitarras y sintetizadores de los 80; y un Get better excelso y acústico -pieza central del disco, según el trío- con su guitarra delicada y guiño a Elliot Smith y al duelo de la pandemia.

La segunda parte suena más oscura y sombría, con la nana Chicago, la experimental y sinfónica Philadelphia, y las incursiones en el gospel y el doop woop de Walk a mile o Delta. Y tras la lúgubre Losing my mind, después de cantarle a asesinos en serie, pérdidas, derrotas y drogas -“estoy en el fondo de la piscina, cocaína, cocaína”, se oye en The actor-, se despiden con Powders, entre el ruido de risas y olas, y con un joven cantándole “soy tu hombre” a una vendedora de perfumes.

El trío ha sabido tejer una intrincada propuesta de cálidas, evocadoras y densas armonías pop, sobre una base de folk y electrónica

Alt-J consolida en ‘The dream’ esa vía que pica del pop y de la experimentación tras la pequeña decepción de su anterior ‘Relaxer’