Antes de seguir escribiendo nada más, hay que dejar dos cuestiones claras. La primera que el nombre de Amaia Amilibia no es real, aunque figure como autora de Yo tenía un recuerdo. Papá no me toques ahí. Es un seudónimo que oculta el nombre de la persona responsable de este libro autobiográfico que, como su título bien indica, relata los abusos sexuales sufridos por la escritora en su infancia por parte de su progenitor. La segunda es que el anonimato se va a mantener a futuro, también en la presentación que del texto publicado por El Nimbo se va a realizar el próximo martes 22 en la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa a las 19.30 horas.
En el acto sí tomarán parte, para establecer un coloquio sobre la temática que aborda el libro, una psiquiatra de la Unidad de Psiquiatría Infanto-juvenil de Osakidetza, una trabajadora social del Servicio de Infancia y Familia del Ayuntamiento de Vitoria, un terapeuta de conciencia corporal y una pedagoga musical. Se quiere así acompañar los primeros pasos de una obra que empezó a tomar forma en el pasado confinamiento. “Sentí que había perdonado y quería compartir que se puede perdonar algo así”, apunta la autora y protagonista en una charla con este periódico que, con la idea de mantener el anonimato, se produce a través del teléfono móvil de la también escritora Belén Fernández, impulsora del proyecto cultural alavés El Nimbo.
“No fue complicado escribir. Salió todo casi de corrido”, explica Amilibia, que plantea en el libro un orden cronológico en el que primero se describe lo sucedido para después entrar en todo el proceso de sanación, como describe Fernández. “Mientras estaba haciendo el texto sí que me di cuenta de que había épocas de mi vida que no había analizado en profundidad y que allí también había sufrimiento. Así que una parte del libro me ha servido para tomar conciencia de sufrimientos y sanarlos. Pero lo que es la parte principal, la que se refiere a la infancia, no me costó. Me salió rápido”.
En febrero de 2021, hace justo un año, la autora concluyó la realización de un relato que busca, ante todo, que quienes se asomen a estas páginas entiendan que “se puede perdonar”. Amilibia explica que “a nivel social, hoy consideramos los abusos sexuales a menores una atrocidad. Pero una persona, si conoce a alguien que ha sido víctima de abusos sexuales, enseguida se compadece de una forma condescendiente. Siente que la otra persona tiene un trauma que no va a poder superar y la revictimiza de alguna forma. Claro que hay gente que nunca supera una situación traumática así, pero bueno, mi caso es una prueba de que se puede superar. Ese es el aliento de esperanza que quiero trasladar”.
Sabe que la temática será un freno para muchos, que se sentirán asustados. “No hace falta forzar nada. El libro llegará a donde tenga que hacerlo. Ya está”, una publicación que ya desde la portada intenta dirigirse al público en positivo. “Es verdad que hay pasajes que son más complicados de leer, que son duros, pero son momentos cortos. No es un relato que te sumerja en un drama”. De hecho, tanto la escritora como la responsable de El Nimbo repiten en varias ocasiones durante la conversación la palabra esperanza.
Esto no implica que no haya partes que, necesariamente, tienen que ser descriptivas, un tanto explícitas si se quiere. De ahí, cómo no, el anonimato de la autora. “Desde el principio me di cuenta de que si quería ser honesta y describir cosas muy crudas, tenía que hacerlo de esta manera”, apunta quien sufrió los abusos en la infancia sin perder de vista que esto “me afectó también mucho en la adolescencia. El tener un conocimiento previo del sexo cuando llegas a la adolescencia te hace sentir sensaciones muy extrañas, oscuras, y eso también lo describo porque hay muchas personas que han sufrido abusos que no los recuerdan”. Eso le sucedió a ella, de hecho. “Con 13 años no recordaba mi infancia. Cero. Era impresionante. Solo me acordaba de las fotos familiares de casa”.
Ese pasado es hoy presente y desde fuera cuesta entender que se pueda perdonar algo así. “Cuando decimos yo te perdono, generalmente queremos decir yo soy mejor persona que tú y te perdono aunque no lo olvide. Si vamos a la religión, el perdón es una abnegación, como un sacrificio. Pero ese no es el concepto real de perdón que entiendo yo. Para mí fue darme cuenta de que si yo hubiera sido mi padre, si hubiera tenido su consciencia, sus conocimientos, su historia personal y su mente enferma, yo habría hecho lo mismo porque habría sido él”. Así lo describe quien sabe que este libro no es ningún punto final en su historia. Lo sucedido siempre estará ahí. Algo que ahora comparte en un libro que se cierra con una propuesta. Si alguien ha pasado por una situación parecida puede ponerse en contacto con la autora a través de un correo electrónico. “A partir de ahí, valoraré en cada caso, y desde el anonimato, cómo puedo ayudar”.
“Claro que hay gente que nunca supera una situación traumática así, pero bueno, mi caso es una prueba de que se puede superar”
El nombre utilizado para firmar la publicación es un seudónimo, necesario para mantener el anonimato de quien lo ha escrito