- El grito de Edvard Munch es una de las pinturas más famosas de la era moderna. La imagen se ha convertido en un icono cultural del siglo XX y se interpreta como la última representación de la ansiedad y la angustia mental del autor. El pintor experimentó lárgamente para encontrar los colores exactos que representaran su experiencia personal, mezclando diversas técnicas (témpera, aceite y pastel) con pigmentos sintéticos para conseguir sus colores brillantes. Pero el autor de El Grito pintó también entre 1909 y 1916 murales de gran tamaño en el Aula Magna de la Universidad de Oslo, donde se celebra la ceremonia de los Nobel, que tienen un gran valor artístico. Desafortunadamente, al igual que ocurre con su famoso cuadro, a los investigadores se les plantea un desafío para la preservación de estas pinturas.

Una investigadora de la UPV, Maite Maguregui, forma parte del proyecto que está analizando en Oslo la técnica del pintor noruego. Maguregui es profesora titular de Química Analítica y miembro del grupo de investigación IBeA. Ella participa en un proyecto liderado por la profesora noruega Tine Frøysaker, cuyo objetivo es conocer la técnica pictórica de Edvard Munch y el estado de conservación de los murales. En dicho estudio también ha participado Francesco Caruso del Instituto Suizo de Estudios de Arte (SIK-ISEA) de Zúrich.

El proyecto MAP (The Munch Aula Paintings Project) busca conocer la gran variedad de materiales empleados por Munch en dichas pinturas, monitorizar su estado de conservación y llevar a cabo su limpieza como medida de conservación preventiva, explica Maguregui. “El problema actual al que se enfrentan es la disposición continua de polvo y otras partículas en suspensión. Esto demuestra el problema de la contaminación urbana que también afecta a ciudades como Oslo, aunque las obras de arte no estén directamente expuestas a esa contaminación”, señala.

Maguregui se licenció en Ciencias Químicas en la UPV pero “desde que comencé en 2006 lo que se llamaba la antigua tesina de licenciatura, ya me interesaba el patrimonio artístico. Y mi principal línea de trabajo ha ido dirigida a este campo, aunque también trabajo en otros temas como análisis de alimentos, de ciencias planetarias o meteoritos. En los últimos años también participo en la caracterización de meteoritos provenientes de marte y análogos marcianos, colaborando con el equipo de ciencia de las misiones a Marte por parte de la NASA y ESA”, detalla.

En el laboratorio situado en el Campus de Leioa se encuentran algunos de los aparatos tecnológicos más punteros con los que se pueden analizar las obras, como un instrumento portátil basado en espectroscopia Raman, que permite analizar una superficie pictórica colocando una sonda en contacto con la superficie, sin tomar muestras.

Además de otros muchos instrumentos que permiten llegar hasta lo más profundo de los cuadros. “Estamos acostumbrados a hacer radiografías de los cuadros, con ellas los museos pueden ver hasta los arrepentimientos de los pintores, si iban a pintar algo y luego lo cambiaron... Pero nosotros utilizamos imágenes químicas, hoy en día existen instrumentos que van barriendo todo el cuadro y con esa información química, una vez interpretada, se puede ver, por ejemplo, dónde está el sulfuro de mercurio. Eso es muy interesante porque de un vistazo, tratando los datos, se puede sacar mucha información con el análisis de imagen”, explica.

Maguregui asegura que existen en Europa también grandes infraestructuras científicas, como las instalaciones sincrotrón. Los sincrotrónes son un tipo de aceleradores de partículas que permiten estudiar la materia y sus propiedades. Estas instalaciones aceleran partículas a gran velocidad y las guían dentro de una trayectoria utilizando campos electromagnéticos. “Son muy enriquecedoras para los investigadores. Hay un dinero para que los investigadores podamos ir, puedes acceder a una infraestructura que vale millones de euros. Nosotros iremos al de Grenoble. Si nuestros equipos llegan a ver partículas de diez o veinte micras, en el sincrotrón podemos hacer análisis que van por debajo de la micra. Podemos llegar en algunos casos a pasar a los nanómetros. Con nuestros equipos de laboratorio, aunque son muy buenos, no llegamos a esos detalles”, detalla.

El proyecto que se está llevando a cabo en Oslo no solo busca ver los materiales con los que Munch realizó sus pinturas, sino también conservarlas. “El objetivo del proyecto es tener también un protocolo para limpiar las pinturas. Aunque están en el interior, tienen una capa de suciedad que hay que eliminar. Se llama conservación preventiva, tener un protocolo que cada cierto tiempo se pueda limpiar y no agreda a la obra. Nosotros, como químicos, queremos proponer, formular y desarrollar materiales que sean sostenibles, que no sean contaminantes para la atmósfera ni para nosotros”.

Una colaboración con Oslo que resulta muy interesante para esta investigadora, “pero hay ideas que se pueden extrapolar también a más obras que a las de Munch. Queremos preservarlas pero vamos a barrer también para casa, para el País vasco, por eso hemos presentado un proyecto al Ministerio de Ciencia e Innovación, a ver si tenemos suerte y sale adelante”.

Más allá de esto, Maguregui destaca la colaboración que el grupo perteneciente al departamento de química analítica de la universidad vasca mantiene con distintas entidades locales como el Servicio de Restauración de la Diputación Foral de Álava. “En el País Vasco tenemos museos muy buenos, pero echo en falta un pequeño laboratorio. Necesitamos uno, aunque sea uno pequeño, para estudiar las obras”.