- Akelarre sorta. Bat es uno de los discos malditos y de culto de la discografía vasca. Detrás de él se encuentra William S. Fischer, multiinstrumentista y arreglista estadounidense que trabajó con grandes como Ray Charles, Muddy Waters o Roberta Flack y que se atrevió, hace justo 60 años y sin que nadie sepa cómo y por qué, a trasladar a la música negra canciones tradicionales euskaldunes como Pello Joxepe, Gurea da, Euskaldunak gara o Bat bi hiru lau. Ahora, más de medio siglo después, el sello Elkar lo recupera y Pello Joxepe vuelve a bailar funk.

Coincidiendo con el lanzamiento del recopilatorio 1972-1985 KATEBEGIAK Prog-Rock, Psych-Folk & Jazz-Rock Music from the Basque Country, antología realizada por el músico y DJ donostiarra Makala, en el que se ha incluido la adaptación de Pello Joxepe de William S. Fischer, Elkar se ha decidido a reeditar y sacar del olvido uno de los discos de culto más extraños, indescifrables y difícil de encontrar de la música vasca, editado en 1972 por el sello Herri Gogoa.

Akelarre sorta, que parece por su título una selección musical para realizar invocaciones de brujería, es, además de un disco esotérico y atractivo, totalmente indescifrable. Una marcianada para 1972, la época en que se editó, en la que el mercado musical vasco se abría con esperanza a la propuesta del movimiento Ez Dok Hamairu. De hecho, Herri Gogoa-Edigsa fue el avanzado y comprometido sello que sirvió de plataforma para los primeros balbuceos musicados de Xabier Lete, Lurdes Iriondo, Oskarbi, Antxon Valverde o Benito Lertxundi.

Cómo se atrevió a publicar Akelarre sorta, que apareció con un bat como subtítulo aunque no tuvo continuación ante lo apático de su respuesta, sigue resultando todo un misterio. Detrás de él está el músico y arreglista estadounidense de color William S. Fischer, nacido el 5 de marzo de 1935 en Shelby, Mississippi, quien prestó sus arreglos, saxofón y pianos a figuras de la música de color como Ray Charles, Muddy Waters, Roberta Flack, Joe Zawinul, Big Joe Turner o el alucinado Pharoah Sanders desde mitad del siglo pasado.

¿Cómo llegó Fischer a contactar con la música popular euskaldun, qué le atrajo de ella, se lo propuso alguien del sello vasco para difundir nuestra música internacionalmente, cómo y con qué músicos se grabó...? Todo resulta una incógnita en torno a Akelarre sorta, excepto que Fischer -autor de otro álbum de culto como Circles, disponible en Spotify- se ocupó de los arreglos y la dirección musical, y que lo grabó en Estados Unidos, en los Sear Sound Studios de Nueva York, con la producción de Walter E. Sear, un especialista en equipos de grabación antiguos y un pionero en el uso de los sintetizadores.

Akelarre sorta lleva al mítico Pello Joxepe de nuevo a la barra, pero no a la de la taberna euskaldun, sino a la de una discoteca en la que los afroamericanos bailaban música negra a inicios de los 70, especialmente el soul y el funk que movía muertos en las voces y groove de la factoría Motown, James Brown, Bobby Womack, Sly Stone o George Clinton. Este esotérico álbum rescatado es el resultado de impregnar esos ritmos con las melodías de canciones tradicionales popularizadas por Kepa Junkera, Oskorri, Pantxoa eta Peio, Benito Lertxundi, Txomin Artola y Amaia Zubiria, Kalakan, Jean Mixel Bedaxagar, Imanol o Paco Ibañez.

El disco, totalmente instrumental, agrupa una decena de temas asentados en la música tradicional euskaldun y trasladados a la discoteca en la que bailaban los progenitores de Tony Manero. Perfecta banda sonora para una traslación de Jacky Brown, de Tarantino, a una hipotética película basquexplotation, aparece dominada por secciones rítmicas marcadas, guitarras y teclados psicodélicos en el caso de Bat, bi, hiru lau o la más sedosa y acariciante Pello Joxepe, flautas enloquecidas o melódicas en el caso de Etatiro etatiro y ritmos imparables y bailables en Euskaldunak gara. Disco con profusión de sintetizadores Moog y con efectos wah wah de guitarra por doquier, especialmente en cortes como Iruten ari nuzu o Eguntto batez, que en esta versión incorpora un solo de guitarra estratosférico, concluye con el mítico Txori erresiñula, revisado con unos arreglos que lo acercan al soft jazz y al soul, incluido un certero amago de trino de pájaro. 60 años después, Akelarre sorta sigue siendo una enigma indescifrable.