- La demarcación autonómica ha sido la avanzadilla. Ya están en la pista de lanzamiento las primeras restricciones, de momento bastante razonables, si no tímidas, ante la cuesta arriba emprendida con decisión por las gráficas de contagios, incidencia y también ingresos. Si dos y dos son cuatro, Nafarroa será la siguiente. Inmediatamente después, vendrán todas las demás, quizá con la excepción de Madrid, que desde el principio ha optado por la ruleta rusa como método de lucha contra el virus. Y a veces hasta le ha salido bien, aunque cuando no ha sido así, que es la mayoría del tiempo, los hospitales y las funerarias no han dado abasto. Asumamos de una vez que se corrió demasiado al decretar la victoria contra el virus y pongámonos manos a la obra. Hagámoslo, por cierto, sin trampas, como subir el número de casos necesarios para determinar los niveles de riesgo, que es lo que aprobó ayer de tapadillo la Comisión de Salud Pública. Pero más allá de las medidas sobre aforos, fiestas, horarios o uso de la mascarilla, hay una cuestión primordial: ¿qué hacemos con la población que no ha querido vacunarse?
- Ese es el melón que hay que abrir de una vez. Yo no oculto que la directa es la que han emprendido en algunos países de Europa o, como contaba el sabio Juan Ignacio Pérez Iglesias en un artículo imprescindible de hace ¡tres meses!, en muchas universidades y empresas de Estados Unidos: imponer el certificado de vacunación. En algunos lugares donde el lobo no solo ha enseñado las orejas sino los dientes, han ido más allá, y ni siquiera valen los test de antígenos o las PCR con resultado negativo. O pauta completa documentada o no se accede al local a bailar, tomarse un pote, comer un pincho, viajar, estudiar o trabajar. Como no me canso de repetir, qué menos que exigirlo para el desempeño de profesiones que implican contacto con personas vulnerables.
- Miren que puedo aceptar a regañadientes que no vacunarse es un derecho, pero solo si va acompañado del deber de no poner en peligro la salud de los demás. Lo que no es aceptable bajo ningún concepto es el derecho a expandir el virus. Menos, cuando los datos contrastados son claros: esta sexta ola es la de los no vacunados. Afecta también, nadie no lo niega, a personas que sí lo están, pero la fuente principal de difusión son los no inmunizados. Es decir, que el ejemplo es el austriaco. ¿Que usted no está dispuesto a dejarse pinchar? Perfecto, no le vamos a obligar. Pero tendrá que quedarse en su casa.