Buena salud del cómic. Simónides, que comenzó a publicar sus primeras historietas a finales de los 70 en la revista Star y el fanzine El Huerto y a partir de ahí colaboró en publicaciones como Euskadi Sioux, Makoki, El Víbora, Harakiri, Habeko Mik, TMEO -del que fue uno de los fundadores- y Ardi Beltza, celebra que el cómic viva hoy “un momento bastante bueno, hay muchísima gente haciendo cosas y no hay una moda dominante, sino una gran riqueza”. “En el franquismo teníamos muy pocas referencias, y hoy la juventud tiene una cantidad de referencias y de caminos abiertos para formarse que es una maravilla”, apunta.

Dibujar a diario. Raro es el día que pasa sin que Simónides dibuje “unas pocas rayas”. “Tengo que ir haciendo cosas para pintar cuadros poco a poco, es una búsqueda de ideas”, cuenta.

Cronista de las calles. Este año, Murillo fue homenajeado en el Salón del Cómic de Getxo. “Fue un reconocimiento por intentar llevar el ambiente de las calles del País Vasco al papel, lo he hecho en infinidad de ocasiones, y eso hace que todavía haya gente que se acuerde de mí”, dice el dibujante, que, reconoce, ya no podría seguir haciendo esa crónica. “Eso tendría que hacerlo un joven de hoy. Yo ya casi no piso las calles. Mi mundo ahora es otro. Los líos tabernarios y de botellones los conozco solo por los periódicos, ¿cómo voy a hablar de las calles si no estoy ahí”, reconoce.

Las pinturas de Simónides comienzan siendo anotaciones en cuadernillos que el dibujante va llenando de ideas, sensaciones, ocurrencias que le vienen a la cabeza porque sí o que se generan a raíz de una noticia que lee en prensa o que ve en la televisión. “Son como anotaciones de un diario pero gráficas. A veces son ideas totalmente absurdas, y casi son esas las que más me gustan”, reconoce, consciente de que el mundo que habita es también a veces “absurdo”, aunque otras, matiza, es “cruelísimamente coherente”.

El dibujante navarro residente en Gasteiz comparte hasta el 12 de diciembre una selección de sus creaciones realizadas entre 2007 y este mismo año en el espacio de Donostia Kutxa Kultur Plaza de Tabakalera, en una exposición impulsada en colaboración con la 32 Semana de Cine Fantástico y de Terror. Treinta y dos son también las pinturas al óleo que Ernesto Murillo exhibe en esta muestra, en las que, con su conocido trazo sencillo y figuras expresivas, narra de una manera crítica aspectos de la realidad social. Como el circo mediático al que asistimos la mayoría de las veces como espectadores pasivos; o el control social, que, lamenta el dibujante, “va en aumento, porque aunque parezca que vivimos cada vez más libres, hay un control social tremendo”.

“Según el día” que tiene, sale una cosa u otra, más o menos alegre, más o menos triste, de denuncia o puramente absurda. “Esas ideas son casi las que más me gustan; te vienen del ambiente, sin intervenir tú; casi parece que se le ocurren a la silla en la que estás sentado más que a ti”, cuenta Simónides. Cada cuadro tiene una historia. “No soy un pintor que explote una temática, un estilo o una manera de hacer; me gusta explorar diferentes maneras”, cuenta sobre su manera de trabajar el arte, un terreno “más o menos de libertad”.

Libertad aparente

“Como es algo minoritario, por lo menos la pintura hoy día lo es, mientras no trasciendas a mucho público, más o menos te dejan hacer lo que quieras”, dice. “En cierto modo, en esta sociedad mientras no te salgas mucho del tiesto, hay una aparente libertad para todo, pero luego... parece que no puedes decir ciertas cosas. Tengo cosas que han sido publicadas en cómic hace 40 años que hoy día serían impublicables, o a lo mejor las podrías publicar, pero tendrías problemas. En eso, como en muchas otras cosas, hemos ido para atrás”, considera el dibujante.

Le “fastidia” especialmente que hayamos vivido como sociedad tanto tiempo en la burbuja de un falso bienestar. “Ahora, desde la pandemia, no pasa tanto, pero hace unos años a la gente le parecía que vivíamos en el mejor de los mundos posibles, y era absurdo; de hecho ya se vio, la famosa sanidad española que era la mejor del mundo, se vio lo que era; la banca española, que nos hinchábamos de oír que era la más sólida de Europa, ya se vio lo que era. Y así sigue contando con todo... Este Estado es el triunfalismo absoluto”, dice, evidenciando que “caímos en la trampa”.

Afincado en Vitoria desde sus 35 años, Simónides, que pasó el confinamiento y en general la pandemia “leyendo mucho”, entiende que hoy en día el lenguaje audiovisual eclipse a la pintura. “Es normal. Supongo que si hoy yo fuera joven y tuviera que empezar a hacer algo, también buscaría un lenguaje para que como artista se me viera, para estar en contacto con un público y comunicarme”.

Eso sí, cree que la televisión contamina. “Ahí se dedican masivamente a proyectar mensajes súper reaccionarios. Por ejemplo, los mensajes sexistas de Telecinco son flipantes; y luego todas son feministas, yo alucino. Y los presuntos programas izquierdistas de La Sexta a veces son de risa, yo digo, ¿pero estos son de izquierdas?”, critica este dibujante y lector de cómics que aprovecha para recomendar una de sus últimas lecturas: “Whitman, sobre el poeta Walt Whitman; un cómic de Tyto Alba sorprendente, muy simpático”.