Un montaje que parte de entender que el teatro puede ser y es una herramienta de transformación social que, en este caso, se usa en pro de una "democracia sana". Sobre estas bases, la compañía La Dramática Errante asienta su trabajo en Altsasu, producción que este jueves llega al Principal rodeada de la polémica que el Partido Popular ha generado pidiendo su retirada del Festival Internacional de Teatro de Vitoria.
Lo cierto es que la propuesta, en su versión en euskera, se va a poder ver este jueves a las 19.30 horas en el centenario escenario de la calle San Prudencio, quedando algunas pocas entradas en el anfiteatro primero. De hecho, desde que el PP criticó ayer a mediodía la presencia de la obra en Gasteiz se han vendido bastantes pases en esta zona del teatro, que va a ser, con diferencia, la pieza en euskera que más público va a tener en esta edición del certamen.
Partes ficcionadas y relatos obtenidos de la transcripción del juicio que se llevó a cabo en torno a los sucesos ocurridos en la localidad navarra son el punto de partida de una producción a la que dan vida Aitor Borobia, Egoitz Sánchez, Nagore González y Ane Pikaza. Entre los cuatro interpretan a un gran número de personajes, desde las madres de los guardias civiles hasta los testigos pasando por un amplio abanico de intervinientes en lo acontecido.
Más allá de plantear debates sobre el papel de la justicia o de los medios de comunicación, Altsasu "busca crear un debate sano y generar puntos de encuentro", apunta María Goiricelaya a la hora de presentar una creación que apela a la empatía. La dramaturga y directora prefiere no entrar en debates generados por los políticos, pero defiende la pluralidad del proceso de esta propuesta y del resultado. "El público se está sintiendo interpelado, emocionado, y se hace muchas preguntas. Eso es lo importante".
No se trata de adoctrinar, sino de "caminar hacia una sociedad mejor", admitiendo que puede haber críticas, por supuesto, aunque sin llegar al punto de la petición de censura. "En los puntos de encuentro puede haber puntos de desencuentro y eso no tiene que ser malo, puede ser, de hecho, muy enriquecedor". Y ahí la creadora vuelve a recordar cómo esta obra es una apelación a la empatía.
Todo ello relatado en una escenografía muy limpia, minimalista, en la que el trabajo de los intérpretes -"que cambian muy rápido de personaje"- es fundamental, así como el ambiente generado también gracias al trabajo de iluminación realizado por el diseñador gasteiztarra David Alkorta.