Euskadiko Orkestra, bajo la dirección de Jaume Santonja, están compartiendo por primera vez escenario con miembros de la Euskadiko Gazte Orkestra (EGO) y alumnos de Musikene para abordar un díptico especial, Urruneko izakiak. Una obra triple creada por el ganador del Goya por Handia, Pascal Gaigne. Hoy, esta propuesta llega al Principal, que hace un paréntesis en el Festival Internacional de Teatro de Gasteiz. Público e intérpretes se van a encontrar tanto a las 18.00 como a las 20.15 horas.
¿Qué pensó cuándo le llegó la propuesta?
-Al principio me habían encargado la segunda parte de una obra que había hecho hace unos años pero necesitaba la orquesta completa, por lo que existía la posibilidad de que a causa del covid no se pudiese tocar con toda ella al completo. No tenía sentido hacer un tríptico para una orquesta reducida, así que les propuse la idea loca de dos piezas independientes que se superponen y se pueden tocar a la vez para crear una tercera. Partí de la temática de la pandemia para hablar de pieles y almas separadas que juntas son una. Una idea poética para hablar de la distancia.
Es, en definitiva, una obra muy de su tiempo.
-Sí, totalmente. Nace fruto de las limitaciones.
¿Existen referentes de los que pudiera partir?
-No creo que haya más partituras así y, ahora, sé por qué (risas). Ha sido mucho más complicado de lo que pensaba.
No habrá sido sencillo crear dos partituras y cada una para instrumentos diferentes.
-He trabajado un poco por intuición y lo que sentía que podía serme interesante para desarrollar sonoridades y texturas. Teniendo en cuenta que tenía que ser una obra que de tocarse sola tuviese sentido, no podía ser una pieza global de la que quitase cosas.
Debían funcionar por separado y juntas.
-Hay sorpresas que solo se van a descubrir cuando se toquen las dos juntas. Se generarán sonidos diferentes a cuando están por separado.
Por lo tanto, se puede decir que la pandemia, dentro de lo que cabe, también inspira.
-Sí, claro que sí. Todo puede inspirarte. Las limitaciones siempre son interesantes porque te obligan a ir a zonas a las que no habrías ido. Sabes que no puedes hacer algo y te preguntas qué puedes hacer entonces.
¿Qué sonidos ha buscado para plasmar la distancia?
-Quería que las obras tuvieran partes rítmicas con otras más métricas y medidas y unas terceras más alegóricas y armónicas. Buscaba el contraste entre sonoridades. Son pequeñas secuencias que aparecen y reaparecen con otros sonidos.
Para plasmar lo físico tendemos a asociar instrumentos más sonoros y para aquello más onírico quizás los de viento. ¿Ha sido así?
-Es algo que consideré. Pensé en usar pieles con tambores para lo físico pero al final he ido por otro lado. Decidí continuar con una nota para ello y con fórmulas rítmicas para lo más espiritual. Yo necesito tener mi propio plan previo para trabajar, incluso los títulos de las obras. Más en este caso donde había dos piezas diferentes.
Por ahora, únicamente se van a escuchar las partituras por separado. ¿La idea es que en el futuro también se toquen juntas?
-Sí, espero que no muy tarde podamos hacer la obra completa. Sería lo ideal. De momento, hay cada día dos conciertos y en cada uno hay una partitura diferente.
Para los músicos también habrá sido un reto.
-Sí, pero tampoco es una música muy diferente a la que hacen. No es una música que busca romper con algo.
Las piezas las tocan alumnos de Musikene y de la Euskadiko Gazte Orkestra (EGO).
-Sí. Me empeñé en que las partituras no fueran muy complicadas de tocar porque íbamos a tener pocos ensayos.
¿Ha buscado dejar un legado de la época actual en forma de partitura?
-No, no es algo que pensase. A partir de una idea un poco metafísica y de la música que suelo hacer fuera del cine he tratado de hacer algo diferente. He hecho lo que me apetecía sin compromiso de tener que continuarlo.
Precisamente, la mayoría de la gente le conoce por ser el compositor de muchas bandas sonoras.
-Yo siempre he hecho composición fuera del cine. Es algo que necesito. No puedo hacer solo cine porque aquí hago lo que quiero y nadie me puede quitar algo o decirme que no utilice un determinado instrumento. El cine, aunque también es muy bonito, es un trabajo más de equipo. Tienes un director que tiene sus gustos y te puede imponer ciertas cosas.
¿Cambia mucho tener que componer algo para el cine o para una orquesta?
-No, lo que es diferente es la relación para quién lo haces. Está claro que cuando una orquesta te encarga una obra no te va a pedir una maqueta porque ya confían en ti. En el cine todo se escucha y se juzga antes. En el momento de escribir, sin embargo, es la misma artesanía, aunque es verdad que en el cine puedo usar más electrónica. Como la música para el cine está toda grabada puedes jugar más con ella.
La idea es que ‘Urruneko izakiak’ también se grabe, ¿no?
-Sí. Queremos que sea un testigo y una referencia. Lo más importante para un repertorio es que se toque, si no desaparece. Por eso trato de no componer cosas difíciles y que las orquestas se asusten (risas).