"En mis memorias leerás que este idiota sin ninguna cultura sabía que el secreto estaba en el libro. Aprendí a leer a través de los cómic y al principio pensaba que mi obligación era saberme los libros de memoria. Era una locura. Me faltaba un gestor, alguien que me orientara". Después, con el tiempo, cuando tenía 40 años y la vida le reclamaba decisiones en firme, Ernesto Santolaya se miró un día en el espejo. "¿Por qué no voy a producir en los chavales de hoy la misma sensación, el mismo enamoramiento, esa emotividad a flor de piel que sentí cuando descubrí la lectura en los tebeos?". Era 1976 y en Vitoria nació su editorial, Ikusager. "Con dos cojones y un palo, me metí con un cómic sobre la Guerra Civil. Me dieron hostias por todos los lados".
Así lo recordaba el propio Santolaya en la que fue la última entrevista con este periódico a finales de 2015, cuando su proyecto editorial estaba a punto de bajar la persiana. "Mis cojones no tiemblan ante la muerte; me importa una mierda", decía firme en aquel momento, cuando ya sabía que el cáncer estaba haciendo de las suyas. Ahora, a sus 86 años, quien fuera mucho más que un editor, quien se convirtió en un agente cultural de referencia dentro y fuera de Álava, quien se convirtió en una persona incómoda para unos e indispensable para la gran mayoría, ha fallecido.
"Ha merecido la pena, ha sido hermoso vivir porque ha sido hermoso aprender, porque he creído en la lucha de sacar a los niños adelante con una educación liberal, en unas enseñanzas de piel a piel sin ser doctor nunca en nada. Todo eso es bellísimo". Se las vio con la dictadura franquista, vivió en primera persona el 3 de Marzo, sufrió un ataque terrorista por estar en Basta Ya... el camino no se puede resumir en pocas líneas. Eso sí, lo que nunca hizo fue entrar en un partido político. "Cuando la Transición estuvieron aquí sentados tres grupos distintos para ofrecerme entrar en sus listas y a los tres les dije lo mismo: siempre he pensando que el político, en la fauna de la sabana, es la jirafa, es capaz de ver el pasado, el presente, el futuro y decidir qué es lo más conveniente para el ciudadano. Y yo esas aptitudes no las tengo. Pero los tres insistieron y además con la misma cantinela: lo que buscaban de mí era que sabía conjugar un verbo con un sustantivo. Me dijeron que no me preocupase de lo que tendría que decir, que el partido me lo daba escrito. Hombre, todavía me jodieron más, no podía ser político".
Sí fue, eso sí, un gran agitador cultural más allá de su editorial, como cuando puso en marcha el Cinefórum Vitoria, entre otras iniciativas. "El tiempo no es eterno, se acaba y la obra de uno es escasa" decía. Pero su huella quedará en Vitoria, en esa ciudad que este soriano eterno hizo suya.