Sex Museum fueron los primeros en pisar las tablas de la calle Venta de la Estrella, número 6. "Éramos jóvenes, ¿verdad?", sonríe Juan Uriarte al recordar aquella noche del 26 de octubre de 2001. Los madrileños, de hecho, son parte de la programación que se ha preparado para volver tras 18 meses en los que, salvo excepciones, el silencio ha imperado en Hell Dorado. Este mes actuarán Resaca Jackson con Rinotorrinco & Friends (23) y Mike Sanchez (30). En noviembre llegarán MFC Chicken (el 6 al mediodía), Toundra y Duna (el 6 a la noche), Maika Makovski (19) y Unidad Alavesa junto a Begitruk (20). El 3 de diciembre estarán Cracker, mientras que los mencionados Sex Museum tocarán el 5 de enero de 2022. Es hora de volver a abrir, pero sin prisas y con algunas modificaciones. "Despacio y con buena letra", dice su máximo responsable.
¿Ahora qué? ¿Hay que reactivar todo rápidamente o cómo lo están planteando?
-Rápido no. De entrada, porque no se puede. Nosotros trabajamos con un porcentaje muy elevado de bandas internacionales. Aunque vamos a tener una banda estadounidense en breve, los norteamericanos están casi parados porque para volver de Europa a su país tienen que pasar una cuarentena bastante larga. Con Inglaterra, pandemias a un lado, no puedes perder de vista el brexit. Todo se ha complicado mucho, aunque algún grupo británico va a venir por aquí también. Además, esto no es un interruptor de on/off. En una situación normal, solemos tardar entre dos o tres meses en el proceso de contratación, producción y demás. Ahora mismo, hombre, sí tenemos algunas bandas que en breve vamos a anunciar pero tampoco hemos querido caer en prisas. Ha habido compañeros de otras salas y otras partes que, cuando a principios de verano se pronosticaba que para septiembre iba a estar vacunado el 70%, empezaron a contratar. Pero llegó septiembre, las cosas no cambiaron y fue una debacle para mucha gente. Nosotros hemos ido tranquilos y vamos a seguir así. Las prisas no son buenas compañeras, más allá de que tampoco se pueda correr. Por ejemplo, hay que reestructurar las plantillas porque hay trabajadores, como camareros, que han emigrado a otros sectores y hay que buscar y encontrar.
No es volver a marzo de 2020 como si nada.
-No, no, no. Va a ser todo diferente, va a cambiar todo. Vamos a trabajar con otros horarios y a reestructurar muchas cosas. No se pueden hacer las cosas como las hacíamos antes. Además, tenemos que ver la respuesta del público porque tampoco sabemos si va a seguir como antes de marzo de 2020. Por eso es necesario ir con calma y vamos a programar, en principio, de una forma comedida, tratando de hacer cosas interesantes. Hay que ir despacio y con buena letra.
Pero estamos hablando de retomar los conciertos de mediodía, hacer igual actuaciones más de tarde o...
-De mediodía haremos cuando surja y se pueda, e iremos tomando el pulso a la respuesta del público. Y a las noches vamos a abrir antes también. Los horarios antiguos ya no se van a repetir por varias circunstancias. Ya, de hecho, en 2019 empezamos a abrir media hora antes, y vamos a seguir en esa línea. Pero ya te digo que hay que ver la respuesta del público. La verdad es que me da un poco de miedo. Hay que tener en cuenta, además, que todas las salas de conciertos trabajamos ya con públicos adultos, maduros, de tercera adolescencia o como lo queramos decir. Y no sé qué pasaría si nos dedicásemos a gente más joven porque las cosas han cambiado mucho en este tiempo.
Igual se olvida pronto, pero es verdad que hay una cierta sensación de miedo a volver a rozarse, a estar de nuevo en primera fila de un concierto.
-Lo vamos a ver en breve. Habrá gente que tenga miedo. Es natural. Ya habrá mucha que para nada. Y seguramente, a medida que vaya transcurriendo el tiempo, todo se irá suavizando, pero ahora salimos de una situación en la que hemos estado 18 meses obligados a estar separados hasta de nuestros familiares más cercanos. Lo de mantener la distancia se nos ha metido dentro, pero creo que en la medida que pase el tiempo y la gente vea que no pasa nada, ese miedo se irá pasando. De todas formas, aunque ojalá me equivoque, las salas de conciertos y otros espacios culturales han perdido un público que nunca va a regresar. Nos costó muchos años de trabajo el conseguir que la gente, el fin de semana, viniera a los conciertos, que descubriera cosas nuevas, grupos diferentes, y que entrase en esa rutina de los viernes y sábados poder ir a ver actuaciones a cualquier sala. Me temo que la gente ha sido forzada a buscar su tiempo de ocio en otros sitios, ya sea yendo al monte, montándose en una bicicleta o haciendo otros deportes al aire libre. Eso unido a la franja de edad, porque Vitoria es una ciudad realmente vieja, hace que haya una parte de público al que le vaya a costar volver si es que lo hace, o que vaya a regresar pero solo de manera esporádica, no tan de militancia. Ya veremos qué pasa, que no quiero ser adivino, pero sí me temo que se ha perdido una parte de público.
Decía un buen amigo de Hell Dorado en una entrevista en este periódico antes de actuar en el Iradier, Ray Collins, que se temía que iba a haber gente que ya no se separará de Netflix.
-Sí. Hay gente que se ha quedado en Netflix, hay quien no había montado en bicicleta en su puta vida y ahora es ciclista de siempre, o montañero. Cuidado, que está muy bien, pero para nosotros es perder un sector de nuestro público.
Justo tras el confinamiento, decía en estas mismas páginas que no tenía ninguna intención de abrir el espacio a costa de explotar a los trabajadores de Hell Dorado. Durante todo este tiempo, se han organizado aquí muy pocas actuaciones y se ha hecho cuando ha habido ayudas públicas. ¿No programar casi durante estos 18 meses ha sido la decisión acertada o se arrepiente?
-Ha sido la acertada totalmente. En aquellos primeros meses había una corriente entre algunas salas y promotores por la que se trataba de trabajar de cualquier forma. Se hablaba incluso de que los músicos, las bandas y los trabajadores del sector se tenían que reajustar. Nosotros teníamos claro que en esas condiciones no íbamos a abrir. Hemos estado siempre torturados, trabajando en unas condiciones económicas muy, muy, muy justas como para encima, en una situación así, intentar apretar el tornillo más en donde no hay que apretarlo. Se está mejor cerrado para eso. Y creo que el tiempo me ha dado la razón. No puedes apretar todo hacia abajo, además para tener al final unos resultados malos. Y si hubiéramos tenido que cerrar definitivamente y morir, pues lo hubiéramos hecho. Cuando la situación es tan dura, lo pasas muy mal pero llega un momento en el que tocas fondo. Te puedes torturar todo lo que quieras, pero no puedes hacer nada, tienes que digerirlo y empezar a enfocarlo de otra manera. A mí me sucedió lo mismo. Los primeros meses fueron realmente duros. Hay que tener en cuenta que las primeras ayudas no llegaron hasta seis meses después. La velocidad entre lo privado y lo público es una máquina asesina. Así que llegó un momento en el que dijimos: bueno, ya está, no podemos afrontar los gastos y punto. Parar fue la decisión correcta. La gente entró en ERTE y ya está. Es que no teníamos más margen de maniobra.
Para el vigésimo cumpleaños se ha preparado algo o habrá que esperar a noviembre para ver los primeros conciertos.
-Para el 26 no se hará nada. Sí que vamos a abrir un fin de semana antes, pero no se ha planteado celebrar el cumpleaños. Seguramente no tenemos ni ganas ni moral.
Cuando Hell Dorado abrió, lo hizo porque se juntaron una serie de personas de Gasteiz que no encontraban en su ciudad escenarios donde poder disfrutar del rock en directo. Ha llovido lo suyo desde ese primer impulso. ¿Volvería a repetir?
-La balanza está jodidamente equilibrada. Seguramente sí. Todo esto partió de un impulso de lo positivo y de la ilusión por las cosas que quieres hacer. Luego viene la realidad y te hace pasarlas amargas y decir: ¿pero quién nos ha mandado meternos en esto? En la medida que quieres evolucionar y hacer las cosas mejor, todo se complica más en lo negativo, en las responsabilidades sobre todo a nivel económico. ¿Repetirlo? Tal y como están las cosas hoy, no. Si hoy estuvieran las cosas como hace 20 años, seguramente sí. Pero porque estamos locos. Si pensases de una forma cabal, no lo harías nunca y mucho menos si tienes un planteamiento empresarial. Y también hubiera sido imposible sin estar rodeado de un montón de gente que a lo largo de estos años ha aportado mucho casi gratuitamente. Ahora Patricia López Arnaiz es famosísima, pero aquí ha estado poniendo copas, sentada en la oficina y cobrando una puta mierda de dinero. Y así, mucha gente que no es tan famosa, pero que ha estado aquí dando el callo llevándose lo comido por lo servido.
Uno de los grandes objetivos al principio era poder generar público y eso se ha conseguido.
-Sí. Soy consciente de que nosotros fuimos pioneros en ese sentido. En los primeros años, uno de nuestros trabajos pasaba por animar a la gente a venir a ver grupos que no conocía. Al principio, cada vez que venía alguien importante como Dick Dale o Dead Moon, hacíamos un fanzine que repartíamos por los bares para que la gente supiera quiénes eran. Grabábamos un CD cada mes con dos o tres canciones de los grupos que iban a venir y los repartíamos gratis en una serie de bares para que los pusiesen y así animar al personal. Se hizo un trabajo de locos, realizado por gente con mucha ilusión. Me das ahora 10.000 euros y no lo hago. Se hizo una labor brutal gracias a mucha gente que se implicó de manera desinteresada. Obviamente luego llegó el Azkena Rock Festival, que también colaboró a desmitificar la parte chunga del rock. Había taxistas que te decían: he llevado a tres rockeros y ¡me han pagado! Pues claro, ¿qué te pensabas? Hay que reconocer a todas las partes y el Azkena ayudó. Y después vinieron otras salas que también sumaron. Todo ha ayudado a generar una rueda grande y a que el público se acerque más.
Por aquí han pasado músicos de diferentes continentes, se han grabado discos, se han hecho proyecciones, ha habido teatro, talleres de tatuajes, bodas e incluso algún funeral. La de cosas que han pasado en 20 años y da la sensación de que en Vitoria no se saben valorar.
-Seguramente no pero tampoco hace falta. Eso ocurre en todas las ciudades con muchas cosas. Cuando llevas 20 años, formas parte del mobiliario urbano. Como siempre estás, se supone que estás bien. Me acuerdo de una vez que me reuní con una concejal de Cultura y lo primero que me dijo fue: ¿os va muy bien, no? En aquel momento no sé si llevábamos 12 o 15 años y me llamó la atención que dan por hecho que si nos has cerrado es porque te va muy bien en lo económico. Claro, ellos solo se manejan por dinero o por intereses de poder, y creen que los demás somos así. Es curioso porque, en realidad, yo iba a mendigar un puñado de dólares (risas).
Más allá del cumpleaños, ¿planes para el futuro o tal y como están las cosas es mejor no pensar ni a corto ni a medio plazo?
-La pandemia no ha terminado. No pienso ni a corto ni a medio plazo. Tengo ideas en la cabeza de muy diferente índole y bastante drásticas, pero es que no puedo saber lo que va a ocurrir en marzo de 2022. ¿Y si hay un repunte salvaje de la pandemia? Ahora el planteamiento es arrancar, hacer las cosas bien, recuperar el trabajo, la ilusión, los sueldos, la economía y la dignidad. Es que no sabemos qué va a pasar con casi nada, ni con los públicos, ni con las bandas internacionales, ni con los festivales, por ejemplo.
Hay quien opina que en 2022 se va a dar una saturación de agenda.
-Es posible porque va a querer programar todo el mundo, por eso yo no voy a programar a tope. No vamos a volver a caer en ese error. Vitoria no tiene público para todos los fines de semana alimentar a tres o cuatro salas, más infinidad de bares, espacios, minifestivales y las cosas que hay alrededor nuestro, que la gente también va a otras ciudades. Por eso soy partidario de hacer las cosas bien, despacio y programar con calidad y cosas que, como mínimo, merezca la pena el esfuerzo de hacerlas, bien por rentabilidad económica, bien por interés artístico. No vamos a volver a hacer nueve conciertos al mes. O, por lo menos, a día de hoy no me lo planteo ni loco. Esa ola que se supone que va a haber ahora es eso, una ola, sube, arrasa y se va. De hecho, ya se está programando mucho. Si te fijas, las instituciones, que siempre van y llegan tarde y joden lo poco que quedaba, se han dedicado a programar a lo bruto en todos los lados. Hay un sector de músicos que ha trabajado muy bien este verano. Conciertos sentados en plazas, en lo público, ha habido infinidad, a saco. Me temo que lo público, ahora, va a volver a pisar a lo privado y empezarán los ayuntamientos y otras entidades a programar.
Hell Dorado es parte también de Kultura Bizia y ha organizado un concierto este verano en el Iradier Arena. Más allá de que esta propuesta nacida con la idea de frenar las consecuencias de la pandemia termine en enero, ¿cree que la asociación podría seguir de alguna manera?
-Esto ha podido estar bien durante la pandemia y podría estar bien que se prolongase en el tiempo. Pero hacen falta dos partes importantes. La primera, que el Ayuntamiento de Vitoria ponga dinero para reformar el local, mejorar la acústica y el acondicionamiento térmico. Me temo que una vez que lo haga, lo que va a hacer es sacarlo a pública subasta y solo podrán acceder a este lugar grandes fortunas si es que alguna quiere entrar. Pero sí sería positivo, por ejemplo, que se hiciera esa remodelación y que esta coordinadora siguiera de alguna forma dirigiendo eso para hacer todo tipo de eventos. Yo, como promotor con una sala para 400, podría hacer cosas para mil y pico o dos mil personas. E igual Jimmy Jazz o Urban u otros promotores de la ciudad. Eso sería interesante, pero exigiría hacer las cosas bien y tengo mis dudas de que inviertan la cantidad necesaria para la reforma y no quieran recuperarla rápidamente sacando el sitio a pública subasta.
Ya se verá qué sucede. De momento, Hell Dorado celebra 20 años, un tiempo en el que también ha sido esencial la figura de los socios. ¿Muchas llamadas estos días para ver cuándo vuelve el espacio?
-En este tiempo ha habido mucha gente que nos ha ofrecido apoyo económico y que nos ha querido pagar las cuotas aunque estuviéramos cerrados. No lo hemos querido hacer. Ahora mismo no nos planteamos seguir con el tema de los socios o por lo menos, no abrir cuotas nuevas. Para nosotros es un compromiso que adquirimos pero en estos momentos preferimos ser prudentes. No nos queremos casar con 300 o 400 personas sin saber qué va a suceder mañana con la pandemia. Se agradece muchísimo su colaboración, por supuesto. Pero vamos a ir poco a poco, y el renovar, vamos a dejarlo en stand-by.
"Temo que se reforme el Iradier y se saque a pública subasta; solo podrán acceder grandes fortunas"
"Las salas de conciertos y otros espacios culturales han perdido un público que nunca va a regresar"
"En una situación así, no hay que intentar apretar el tornillo más en donde no hay que apretarlo"
"Es necesario ir con calma y vamos a programar, en principio, de una forma comedida"
"Es posible que en 2022 las agendas estén saturadas porque quiere programar todo el mundo"
"Vamos a trabajar con otros horarios y a reestructurar cosas. No se puede hacer todo como antes"
"Nunca montarías algo como Hell Dorado si tuvieras un planteamiento empresarial"
"Las primeras ayudas no llegaron hasta seis meses después. Parar fue la decisión correcta"
"Cuando llevas 20 años, formas parte del mobiliario. Como siempre estás, se supone que estás bien"
"En los primeros años, uno de nuestros trabajos era animar a la gente a ver grupos que no conocía"