Muchos pensaban que cuando se retirase de la gimnasia su futuro pasaba por seguir ligada al deporte como entrenadora. Pero la gasteiztarra Almudena Cid tenía claro, incluso antes de su despedida en los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008, que la interpretación era la senda que quería seguir. Así lo hizo. De hecho, no se ha quedado solo ahí. En la literatura también ha encontrado un campo para desarrollarse. Y en todo lo que hace parece dar en el clavo. Hoy esa trayectoria vive un día importante. La actriz de teatro se estrena por primera vez en su ciudad, en el Principal.

Debutó en el teatro con Sergio Peris-Mencheta en 'La Cocina' hace ya cinco años, y después también hizo 'Linda vista', pero es 'Una historia de amor' el montaje que por fin le trae a Vitoria.

-Imagina lo que es para mí. Es algo que no sabía que me iba a pasar en mi vida, que no me imaginaba.

Es Alexis Michalik un talento que cada vez que estrena algo en Francia es éxito seguro. ¿Qué es lo que se va a encontrar el público en esta producción?

-Es un canto al amor, a pesar de la dureza y el dolor. Todos los personajes están muy enlazados pero hay como dos escenarios que se van desarrollando. La obra tiene un ritmo muy rápido y eso nos exige ir con un trabajo muy bien medido. Con todo ello se propone un montaje que creo que tiene su secreto en que sabe combinar muy bien los gags con la parte más dramática de la función. La gente que nos ha venido a ver a los ensayos sale un tanto sobrecogida pero también con una visión de la vida diferente, nueva, para mirar al día a día.

Es un creador muy conocido sobre todo en Francia. ¿Cómo llega Almudena Cid a este proyecto?

-La verdad es que el casting fue, por lo menos para mí, atípico porque lo hicimos sentados en una silla y con la mascarilla. Quien venga a ver la obra esta tarde va a entender algunas de las razones por las que estoy en este montaje. Él debió de ver algo en el casting, teniendo en cuenta lo que pude hacer desde la silla, que le convenció (risas). Ese es un talento increíble. Tiene una capacidad de crear historias que es muy interesante. En Francia, como decías, todo lo que ha hecho ha sido un éxito. De hecho, la función que nosotros hacemos ahora la ha llevado al cine y está previsto que se estrene en breve. Pero aunque no pensamos en el recorrido tan importante que la obra ha tenido en Francia, sí tenemos mucha confianza en que la función va a gustar. Sabemos ya que tenemos muchos bolos asegurados, que es el ejemplo de que hay mucho interés. Eso, en buena parte, es por la forma de contar que tiene él, que es muy creativa. De la aparente sencillez hace algo muy virtuoso. En realidad, la obra está muy pulida. Y si observas bien a cada uno de los intérpretes, te das cuenta de todo lo que hay detrás, del encaje de bolillos que es esta función. Bueno, y si el público pudiera verme entre bambalinas, con todos los cambios que tiene mi personaje, alucinaría. Hay momentos en los que puedo respirar, pero también en los que pienso que se me va a salir el corazón.

Todo ello preparado en plena pandemia. ¿Una pequeña locura o, en realidad, ya estamos acostumbrados a esto?

-Las horas de estudio, trabajo y ensayo han sido las mismas. El proceso, en ese sentido, no ha cambiado. En este caso, la diferencia ha sido que primero trabajamos en la estructura de la obra y después en los personajes. Cuando ves la obra, entiendes las razones por las que se ha hecho así. Hay muchas cosas que coordinar. Es una forma de hacer, en realidad, muy deportiva, de atleta. Es probar, probar y probar, y luego ya centrarnos y bajar toda la información a las entrañas. Ha sido un proceso muy bonito y no he notado esa presencia de la pandemia durante el camino, más allá de que, claro, hemos hecho ese proceso siguiendo todas las medidas.

Por cierto, que no tiene nada que ver este personaje de la obra con el que interpreta en el último corto de Paul Urkijo, 'Dar-Dar', que no para de cosechar premios por medio mundo.

-(Risas) No, no, no tiene nada que ver. La verdad es que me encantó esa experiencia con Paul. Mira, cuando se estrenó el cortometraje en Sitges, fui con Paul y después de la presentación tuvimos una fiesta. Una persona se me acercó y me dijo: Almudena, ¿qué tal?, ¿qué haces por aquí? Yo le comenté que estaba por Dar-Dar. Y me preguntó: ¿Qué eres, la productora? Claro, le aclaré que no, que era la actriz que salía. ¿Cómo? ¿Que eres tú la que he visto en la pantalla? ¡No me jodas! (risas). Fue muy gracioso pero sé que le ha pasado a más gente.

Además del trabajo en la interpretación está su vena literaria, también relacionada con el mundo de la gimnasia, gracias a la publicación de la serie de 'Olympia'. No suele ser habitual encontrarse con alguien tan activa en diferentes frentes.

-Pero tengo mis fracasos, no creas (risas). En lo que hago, está todo entrelazado. Los libros nacieron por una necesidad de ordenar mi vida, de tener una especie de catarsis emocional, de permitirle a los jóvenes que empiezan en este deporte entender que hay cosas que no solo le pasan a una persona. Era algo que hice para mí, pero también para dejar huella de cuál había sido mi paso por el deporte y qué me queda de todo aquello. Al final, es contar historias. Y la interpretación también tiene vínculos con el deporte, por lo menos con el mío, que al final pasa por mostrarte ante un público y trabajar mucho sobre algo para enseñarlo. Los nervios que tengo ahora para estrenar en Vitoria son iguales a los que tenía cuando tenía que actuar aquí como gimnasta. Siento que mi puesta en escena, mi trabajo previo y mi capacidad de concentración tienen mucho vínculo con lo que hago ahora mismo.

Pero más allá del proyecto concreto de 'Olympia', ¿seguirá escribiendo?

-Este mes sale el último libro de Olympia. Termina la historia en Pekín, como sucedió en la realidad. Y ahora sí que tengo en mente una historia pero que necesito elaborar. Creo que me costará como un par de años. Pero me apetece escribir una novela para adultos. Hasta ahora, el lenguaje me ha prohibido adentrarme en detalles mucho más específicos del deporte y quiero contar otras realidades que ahora mismo, por el público joven al que se dirige Olympia, no puedo tratar o por lo menos no de manera tan explícita o realista. Quiero hablar del proceso del deportista y, sobre todo, del después.

Se han producido este año unos Juegos Olímpicos en los que estas cuestiones, por ejemplo con la situación de Simone Biles, han estado muy presentes. En realidad, son circunstancias que se han dado siempre solo que ahora tienen visibilidad. ¿Qué se les puede decir a las nuevas generaciones para que sigan apostando por la gimnasia, para que saber que se producen determinados escenarios no significa que tengan que renunciar a lo que quieren hacer?

-Que se estén dando estos movimientos es algo positivo. Ayuda a concienciar a la sociedad, como lo vimos con el Me Too en su momento o ahora con la cuestión de la salud mental. Son problemas que hemos asumido con normalidad en el deporte y que han dejado una herencia muy, muy, muy negativa a la hora de incorporarte a la otra vida, a la vida normal. Así que si podemos trabajar desde ya frente a eso, adelante. De hecho, diría que las nuevas generaciones pueden encontrar una situación mejor que nosotros no vivimos porque no hubo nadie que hablase de estas cuestiones. Ahora creo que el panorama puede ser mejor porque se está hablando y además claramente de algunos aspectos que antes estaban prohibidos. Para mí, hoy hay más seguridad para practicar cualquier deporte.

Volviendo a esas distintas facetas artísticas de Almudena Cid. Ahora toca cantar o...

-No, no, no (risas). En esta función hay un poco de eso, pero yo con entonar y no irme de la nota, tengo más que suficiente. He tenido un trauma con mi voz durante muchos años.

¿Por?

-Porque siempre me he expresado con el movimiento y ponerle palabras a lo que sentía me resultaba complicado. Además, nunca me ha gustado escucharme. Hasta que he aprendido a saber que también es un instrumento que se modula, se trabaja y con el que se aprende, he llevado lo mío. Si me pongo las primeras retransmisiones que hacía en la televisión, que hacía con Paloma del Río, y las comparo con las que hago ahora, es que no hay color. Ahora se nota que tengo un trabajo hecho, que soy más consciente, y sé cuándo quiero poner la emoción, cuándo busco que algo sea muy didáctico, y demás. He ido aprendiendo. Algo que me ha gustado de la interpretación es que me permite enriquecer mi deporte desde este arte. La gala del Euskalgym se celebra en noviembre en Bilbao y siempre preparo un cierre reflexivo, que consigo sacarlo de una forma que a la gente le emociona mucho porque he explorado y trabajado en este mundo de la interpretación.

Un mundo en el que está desde 2008, aunque seguro que más de uno pensó en aquel momento que aquello no tenía futuro. ¿Qué le diría ahora a esa Almudena?

-Siempre me he guiado por la intuición, que viene dada de las experiencias que una va viviendo. Lo que necesitaba era seguir expresándome. Me salí del tapiz de una manera consciente y obligada por mí misma. Y necesitaba seguir contando historias. Antes lo hacía con un ejercicio en el que podía hablar del reciclaje o del amor o de lo que fuera. Me montaba mi propia historia. Ahora me he dado cuenta de que puedo seguir exteriorizando esas emociones de otra manera, y que no hay problema por hacerlo. En el deporte tenía que reprimirlas para poder sobrevivir en un entorno complicado y sacar el trabajo en un minuto y medio, por lo que no podía dejarme llevar por la emoción nunca. En cambio, ahora es como abrir un grifo y dejarme llevar. Eso es lo que le diría a aquella Almudena, que se deje llevar, que siga su intuición. No me arrepiento de las decisiones que tomé. Todo el mundo me ponía como entrenadora, pero yo no escuché esas voces y es algo que hice muy bien, no escuchar las voces de otros sino la mía propia. Subí el volumen de mi voz y bajé el de las voces de los demás. Si no lo hubiera hecho, habría tomado una decisión equivocada.

Un camino que hoy pasa por el Principal, donde a buen seguro habrá mucha gente cercana.

-Calla, calla (risas). Estoy cagada. ¿Pero sabes qué es lo que más me preocupa?

¿El qué?

-La inclinación del escenario. Tiene un poco de pendiente y tenemos mucho material que entra y sale con ruedas (risas).

¿Por cierto, cómo llevó durante el confinamiento lo de no poder venir a su ciudad natal?

-Sabes lo que pasa, que justo nos pilló que mis aitas estaban en mi casa de Madrid. Dentro de la tragedia que hemos vivido, fue la primera vez desde que tenía 13 años que estaba más de 15 días seguidos con mis padres. Estuve tres meses con ellos y para mí fue un regalo. A mi madre le decía: ama, ven a darme el beso de buenas noches. Echaba de menos tenerlos cerca. Si esta situación la hubiera vivido de lejos, hubiera sido inquietante para mí. Por supuesto, eché de menos ver a mis hermanos, viajar a mi ciudad, tener libertad para poder movernos como ahora aunque sea con la mascarilla. El tener limitaciones para moverme, lo he llevado bien porque he sido deportista y he tenido limitaciones toda mi vida. He tenido épocas en mi vida en las que he estado sin ver a mis aitas durante mucho tiempo por estar preparando unos Juegos Olímpicos, por ejemplo. Así que esto ha sido como estar en una concentración permanente.

"Si el público pudiera verme entre bambalinas, con todos los cambios que tiene mi personaje durante la obra, alucinaría"

"Todo el mundo me ponía como entrenadora cuando dejé la gimnasia, pero yo no escuché esas voces sino la mía e hice muy bien"

"Ahora sale el último libro de 'Olympia' y me apetece escribir una novela para adultos para tratar de manera más explícita detalles del deporte"