Libremente es el álbum que acaban de grabar Eduardo Moreno y Ulrich Calvo, un trabajo musical en el que ha primado la imaginación como una liberación de estereotipos y una manera de expresar la libertad creativa e interpretativa, dando enfoques sorprendentes a piezas conocidas.
¿Qué imagina?
-Imagino que a mi edad he decidido hacer lo que me da la gana, dentro de lo poco que la vida te permite hacer lo que te da la gana. Pero he decidido hacerlo como quiero y lo que quiero. No tener perjuicios, ni impedimentos, ni hacer caso a la crítica. En el disco digo que no busco la respetabilidad, busco solo hacer las cosas como yo quiero.
¿Es el trabajo más personal e íntimo de los que ha realizado hasta ahora?
-Es sobre todo el disco que más habla de mí, hasta la propia foto. Pero es que responde a la necesidad de decir lo que quiero decir y como quiero decirlo. Es decir, no tener que justificar nada. No tener que dar cuentas a nadie y a ser como quiero ser. Esto es a lo que se corresponde este disco, a la libertad pero desde la mente porque no llego porque sí, con la libertad de los 20 años. Llego con 44 tras mucha reflexión, mucho pensamiento de mucho tipo. A este disco que es un trabajo ameno y optimista llego tras mogollón de pensamiento. No porque sí. Hay mucha ciencia aquí.
¿Son composiciones propias?
-Hay dos composiciones mías y voy desde el barroco hasta la actualidad. Hay música de John Dowland, que fue un laudista inglés, excomulgado -y quizás por eso me gusta especialmente- porque se fue a Europa y ganaba más dinero; hay también música del barroco español, con unas variaciones indecorosas sobre un tema de Gaspar Sanz para lo que hemos cogido una melodía famosísima durante el XVII y el XVIII, que comenzamos a tocar de forma tradicional hasta llegar a la bossa nova o a transformarla en electrónica y descomponerla.
Un ejercicio completo de imaginación y libertad...
-Así es. Hay ópera, un aria de Puccini, de La Bohème, que es tan maravillosa que la hacemos como nos gusta y hay un par de temas míos, incluso folclore que nadie lo entrevé: cogemos una melodía muy sencilla, el txulalai, que es una melodía muy de aquí, de Páganos y lo que hago es convertir algo tan sencillo en otra cosa sofisticada y elegante, con armonías de jazz, con una forma de expresar más típica de los años 50 y 40. También hago un passo triple, los pasodobles de siempre, que los convierto en ritmo ternario, tocándolo como lo haría el saxofonista Charlie Parker. Es un trabajo haciendo lo que quiero y sin ningún tipo de impedimento o prejuicio.
¿Es un trabajo para escuchar al detalle o como compañía?
-Gente como yo escuchamos los discos en absoluto silencio, con el equipo puesto justo enfrente, en el punto exacto, sin ruidos, sin que nadie nos moleste. Pero este disco también se puede escuchar en el coche perfectamente. De hecho, acabo con una rumba, con un tema compuesto por mí, música aflamencada. La verdad es que en este tiempo que nos ha tocado vivir no quería hacer un disco hermético, sino con esa actitud que debemos tener los músicos de intentar alegrar a la gente, intentar dar una visión optimista del mundo, porque en esta época hay que dar cosas buenas a la gente, alegría.
Y todo eso entre dos, una guitarra y un clarinete...
-Este disco es el compendio de muchos discos, porque lo que quería hacer el año pasado era recoger folclore de la tierra y llevarlo a big band, es decir a la sección de saxos, trombones, trompetas, percusión... y quería añadirle sección de cuerdas, percusión sinfónica y hacer un disco con un montón de músicos. Obviamente las cosas no están para juntarnos 35 personas en un sitio.
Al final es un trabajo entre los dos.
-Llevo muchísimos años con Ulrich Calvo y lo que hemos recogido en el disco son muchas cosas que estábamos haciendo interpretado entre dos personas; realmente no se necesitaba a nadie más: a una guitarra eléctrica y a un clarinete. Pero es que este trabajo es una forma sobre cómo se construyen las cosas y cómo las dices. Estamos cerrando ya conciertos de solo dos personas y subiremos al escenario durante hora y media, él con su guitarra y yo con mi clarinete, y nos gustaría que se viera que en ese tiempo realmente lo que hacemos es un diálogo entre los dos, no una melodía acompañada.
¿Lleva mucho tiempo trabajando con Ulrich Calvo?
-Tenemos una larga historia. Yo estudié con su hermano, que hizo guitarra clásica y es profesor en Sevilla ¡y hace falta ser muy bueno para ser profesor de guitarra en Sevilla!. A mi siempre me ha atraído el jazz y hace tiempo me plantee que necesitaba un guitarrista de jazz y me acordé de su hermano. Ya llevamos 10 años. Y aunque él trabaja en Pamplona hemos logrado hacer este disco en la distancia, porque no nos podíamos juntar con la pandemia. Así que hemos trabajado mandándonos vídeos y solo con dos ensayos hemos grabado el disco. El tema estaba en que lo que nos podíamos aportar el uno al otro debía hacer crecer el proyecto. Y lo hemos logrado.
Insiste mucho en su necesidad de liberación, ¿se sentía atado por algo?
--No es que me sintiera atado, pero creo que hay mucha gente que repite notas. Creo que no hay mucha gente que se dedique a crear artísticamente. Eso es muy difícil. A veces, en las redes, pregunto a los músicos, musicólogos, si la música lleva ocho décadas parada y si realmente no hemos evolucionado nada. Son preguntas que me hago a mí mismo y, por eso, este intento del disco ha sido un ejercicio para liberarme personalmente, pero también una forma de expresar, de no pertenecer a nada.
¿Hay un exceso de etiquetas?
-Estamos muy etiquetados, yo mismo soy un músico especializado en el siglo XVIII, o un músico de banda, o de música clásica. Y no, no quiero tener ninguna atadura a nada y en algún sentido, aparte de la reivindicación, siento que soy más libre con este disco, que soy más yo, que he realizado un trabajo más honesto que otros trabajos, y que me representa mejor.
¿Y los conciertos, para cuándo?
-Empezaremos en julio. Iremos a varios lugares en el País Vasco donde ya está apalabrado, pero pendiente por las cuestiones sanitarias. También iremos a La Rioja, a Logroño. De momento tenemos cuatro conciertos previstos, pero dada la situación es como si estuvieran pendientes porque el contexto puede cambiar de un día para otro. De todas formas, es un formato y un tipo de música que es optimista, que es lo que hace falta, que somos dos personas y que todo apunta a que iremos a más.