n el año más raro de la historia del Oscar, se ha impuesto un palmarés canónico. Ni una sola sorpresa, ni un solo desatino salvo, quizá, el perreo de Glenn Close harta de estar harta, reina en las nominaciones al Óscar, nunca ha ganado uno.
En el año en el que se consumó la caída del rey de las mentiras, Donald Trump, y su culto al triunfo, al dinero y al exceso, la gran ganadora, Nomadland, se descubre como una película que habla de los desterrados, de los perdedores, de los que recorren EEUU sin destino. Se sugiere que cambian libertad por futuro, pero se nos oculta la cara amarga de su elección y la responsabilidad del sistema en su exilio. ¿O tal vez no?
Esa es la sombra de incertidumbre que amenaza el contenido de un filme de inequívoco sabor americano; percibir que su reflexión política implica un evidente desafecto ante la denuncia social, a cambio de rumiar y sublimar el valor del individuo. Relato que huele al Oeste de Ford, aunque su directora no ha nacido en EEUU.
Chloé Zhao nació en Pekín, el 31 de marzo de 1982, pero Pekín reniega de ella como si se tratase de la más desalmada de las espías del telón del algoritmo. Ajena al desprecio de sus compatriotas, a cuyo gobierno acusó de enfermizamente mentiroso, Chloé se ha convertido en la segunda mujer en la historia en ganar el Óscar a la mejor dirección y en la primera oriental en hacerlo. Su película, que comenzó a cabalgar de premio en premio con su presentación en el festival de Venecia de 2020, era la gran favorita en esta edición, la 93. Y Hollywood, que ha sorteado una guerra mundial, varios conflictos internacionales, magnicidios y crisis económicas, ataques como el del 11S y descalabros como el de Vietnam, ofició en la madrugada del pasado lunes su ceremonia más extraña, aquella en la que se escenificaba el cambio de paradigma al que se enfrenta el planeta entero.
En esta edición insólita, atravesada por el fantasma de la pandemia que recorre el mundo y pírrica en su voluntad de acariciar la normalidad en tiempos anormales, las gentes de Hollywood, con un glamour más discreto que nunca, insistieron en reivindicar las salas de cine como ese escenario mágico de socialización, descubrimiento y encuentro. Esas salas de cine que durante meses hemos mantenido cerradas, las mismas a las que las plataformas de los grandes imperios amenazan con desactivar hasta convertirlas en meros complementos, se convirtieron en la clave de la noche.
Más allá de todo ello, un apunte a vuelapluma de lo que puede representar esta 93 edición nos depara datos muy interesantes. El mundo del cine estadounidense parece estar a la altura de su nuevo presidente, Joe Biden. Por ejemplo, tras la agitación del Me Too, la presencia de la mujer ha alcanzado hitos relevantes. Un nuevo paso para una igualdad deseable. Otro tanto pasa con las llamadas minorías, rostros orientales, afroamericanos, latinos... ya no son una concesión, ellos conceden los premios.
Ese juego de equilibrio en busca de un tiempo menos delirante se manifiesta así mismo en el hecho de que las películas nominadas han sido escogidas independientemente de que hayan sido vistas en las salas de cine o pertenezcan a Netflix. Ese fue el caso de la aplaudida Mank, del siempre notable David Fincher, y del alabado documental Lo que el pulpo me enseñó Recuerden, con Netflix
Pero de aquel "sálvese quién pueda" habitual en otros tiempos, la última edición del Óscar ha pasado a un "aquí cabemos todos". En consecuencia, aires de concordia soplaron la madrugada del lunes en California. Con vientos que proclaman la necesidad de seguir mejorando. Se premió a gente ya premiada como Frances McDormand y Anthony Hopkins, y se dio el espaldarazo a películas contundentes como Una joven prometedora y Una joven prometedoraOtra ronda Ha habido golosinas para todos. Incluso en un año en el que el cine español no se había asomado por allí, el maquillador Sergio López-Rivera, premiado por La madre del blues, incrementa nuestro particular ranking honorífico.
Pero no olviden que el Óscar, a diferencia de la ley que siempre camina un paso detrás de lo que la sociedad necesita, no hace sino ratificar lo ya sabido. Y lo que en este caso, con el triunfo de Nomadland y Chloé Zhao,Nomadland se nos está adelantando es que pronto recibiremos su nueva película, Eternals. Y con ella, Zhao presentará la pieza definitiva con la que Marvel plantea inaugurar la nueva situación tras la derrota del Covid 19.
De eso hablamos cuando hablamos de Hollywood. El Oscar nunca da puntada sin hilo.