Murieron nuestros padres y está claro que moriremos nosotros también, cada cual de lo suyo, de rabia, de asco, de no tener dinero para seguir viviendo, de alguna de las viejas siete plagas o de alguna de las miles que bullen en lo profundo de las selvas o en laboratorios criminales de última generación -que sí, que de acuerdo, que también somos conspiranoicos- porque aquí, en esta tierra de Caín, lo que cuenta son mis muertos, tus muertos, esos que están siempre en el aire, haya pasado el tiempo que haya pasado (...) Así comienza el segundo capítulo de lo nuevo de Miguel Sánchez-Ostiz que publica Pamiela.
Lo primero y más evidente, ¿con 'Moriremos nosotros también' da por concluida la serie que inició con 'El Escarmiento'? ¿Era el momento de poner fin a esta línea de trabajo?
-Por concluido lo iniciado con los libros que citas, sí, aunque en el fondo este tenga que ver con ellos de forma tangencial. La riada del relato apunta ya a futuras páginas en ese tono de disparate más o menos burlesco, acerca del presente. No me desentiendo de los asuntos sobre los que he escrito, sino que me aparto, porque yo al menos no tengo más que decir de lo ya dicho desde su punto de vista histórico, me faltan ganas y fuerzas, y tiempo para seguir por ese camino que otros transitan con más fortuna y documentación€ Como digo, si se trata de hablar del presente es otra cosa. Necesito tiempo para otras cosas.
Como dice, 'Moriremos nosotros también' se parece, pero a la vez difiere de las otras obras. Parece más una crónica, un soliloquio (o 'soliloqueo', como dice) o quizá una mezcla de géneros, ¿qué me puede decir al respecto? ¿Y qué lugar ocupa aquí el subtítulo, me refiero sobre todo a lo de 'Desbarre'?
-Es una mezcla, por eso lo llamo artefacto narrativo: no es una novela ni una autobiografía estricta, aunque de ambas tenga y de crónica del presente también€ Un desbarre, en la taberna La Huerta de Larequi con un negroni, ese aperitivo genial, en la mano, que es un homenaje a un amigo fallecido hace poco, una persona que ha contado mucho en mi vida y en las entrelíneas de este relato.
Sé que prefiere desbarre que esperpento, pero algunos pasajes recuerdan a 'Luces de Bohemia', con esos personajes entre reales e imaginarios, surrealistas a veces, y esas sentencias que son verdades, aunque duelan. ¿Hoy también resulta casi imposible vivir en este país de corruptelas, ultras, trepas y demás?
-Sí, Valle está al fondo. Me gustó muchísimo la puesta en escena de Luces de Bohemia de Sanzol que vi en Madrid hace un tiempo. Volví a Valle y al Callejón del Gato, y a esa España que "es una deformación grotesca de la civilización europea"... Aunque esta empiece a ser una deformación grotesca de sí misma. Valle está muy presente en Moriremos hasta en los diálogos delirantes de los personajes.
¿Qué lugar ocupan los 'Cayetanos' en este trabajo, de dónde han salido y qué pretenden? ¿Habían estado hibernando?
-¿Hibernando los Cayetanos? Engordando a la vista de todo el que quisiera verlos€ Y si no habían armado bulla antes es porque lo primero era el cajón y el vivir como Dios. ¿Con que cuatro gatos, eh? 52 diputados. Si lo avisabas eras apocalíptico, tremendista y no sé qué más. Son los hijos y los nietos de los vencedores de la Guerra Civil, tienen alma de golpistas, como los militares de las últimas soflamas, y darían un golpe violento si pudieran. Ahora intentan una y otra vez uno de esos golpes democráticos de nuevo cuño ya experimentados en otros países, en un intento evidente de derribo del gobierno de coalición.
¿Qué le pasa por la cabeza cuando ve cómo en apenas unos años la ultraderecha de VOX está en las instituciones? ¿Por qué la mayoría ha normalizado su presencia, por qué no nos indignamos cada vez que sale uno de ellos en los medios?
-Pues estupor e indignación, y un evidente temor a que ese sea el verdadero sustrato de un país o cuando menos signifique una mayoría que acabe gobernando y haciendo daño con su autoritarismo, su clasismo, su xenofobia y su racismo, sus ganas de acabar con las diferencias hoy autonómicas€ a qué seguir. Eso tiene más apoyos de los que parece. ¿No será que estamos baldados, ahítos, abatidos, que hemos pasado de la indignación a la resignación? La pandemia no ayuda.
¿Qué responsabilidad tenemos los medios en la normalización de cualquier tipo de opinión?
-Lo ignoro y sobre todo, lo dudo. ¿Qué ganas con silenciarlos? Que sean públicos sus rebuznos y berridos ayuda a que una parte de la sociedad se reafirme en su ideas democráticas.
¿Qué me cuenta de esa ciudad, Torresmotzas de Baruglio, en la que sucede el libro? Inspirada en la que creó Torrente Ballester (Castroforte del Baralla), pero con un aroma más cercano. ¿Sánchez-Ostiz también es de los que trató de huir de ella, pero nunca pudo?
-Ay, pues igual, quién sabe, me voy, pero me quedo, pero me voy, que escribía Miguel Hernández, y al final la verdad es que vivo mucho más tiempo fuera, entre Madrid y Baztan, que en la ciudad del Baruglio. Sí, Torrente y el cuadro Asmodea, de Goya, ese en el que dos personajes huyen por el aire de una ciudad amurallada. En Torresmotzas, los personajes que llevan el peso de la narración lo hacen desde las mesas de una taberna llamada La Huerta de Larequi, con eso está todo dicho, por mucho que ellos y los demás curriños merodeen por el Madrid rojigualdo y cayetano.
El libro tiene mucho de autobiográfico. A pesar de los ataques de todo tipo que ha recibido con estos y otros libros a lo largo de los años, el que no parece escarmentado es Miguel Sánchez-Ostiz, ¿no? La cainina no parece haber acabado con su empeño de denuncia de lo sucedido en los últimos 80 años. Aunque también busca rinconces y se protege. ¿Una cosa es resistir y otra inmolarse?
-Mira, mejor no me hago el Espartaco porque algo escarmentado sí estoy, pero no en vano escribí una Perorata del insensato. Como me decía un amigo en Bolivia: 'Lo que te pasa es que pijchas de manera poco juiciooosa'. Pues eso, que escribo de manera poco juiciosa. Esa idea última que apuntas no es mía, sino de Salvador Allende, en su emocionante discurso radiofónico del 11 de septiembre de 1973. En mi opinión, inmolarse es entregarse. Hay que medir nuestras fuerzas y no desistir de defenderse de un autoritarismo de mala traza en la medida que puedas. Y como dices, la cainina es un alcaloide que circula libremente, que es gratis, que se respira en medios de comunicación, en intervenciones parlamentarias, en mítines, en broncas callejeras€ Pero eso sí, el odio siempre es cosa del otro, tú Abel, siempre Abel, el mártir€ Es el odio el rasgo más acusado de esta época. Un asco.
Ya está en el título, pero este es un libro que refleja también una cierta preocupación por el paso del tiempo, por la edad "que se nos ha echado encima", y en particular también por el hecho de que la pandemia y que le hayan convertido en grupo de riesgo.
-Evidente, el alientico helado en el cogote que sientes con la luz del atardecer, por ejemplo, y en plan lírico, el advertir que te declaran viejo y hasta anciano, el ver cómo van falleciendo tus amigos del alma y cómo los echas en falta todos los días, y que eso va a más. Escribí A cierta edad pensando en las limitaciones de la senectud, pero no tenía ni idea de lo que podía venírsenos encima.
¿Cómo está viviendo este último año de pandemia? ¿Cómo cree que estamos reaccionando como sociedad ante esta situación?
-Pues no puedo quejarme de nada. A veces me siento cansado, inquieto, por la incertidumbre que conlleva esta situación, pero eso es todo. Ni he enfermado ni me he llevado revolcones que otros (muchos) si se están llevando. ¿Reaccionando como sociedad? Mal, rematadamente mal. Nos hemos visto las caras. ¿Con que íbamos a salir mejores? Ya y un cuerno. Hace falta ser muy miserable para utilizar esta calamidad como argumento político€ por ejemplo. Las conductas asociales han proliferado€ ¿Aplausos? Ná, garrotas y navajas cabriteras. Metemos miedo.
También hay autocrítica en este libro, ¿siente que, de algún modo, debería haberte implicado en la lucha por la memoria histórica y la reparación mucho antes? ¿No bastan las miles de páginas que le ha dedicado en los últimos años?
-Pues sí, cuando era más joven y tenía más fuerza. En todo caso, eso de las autocríticas€ No sé yo si no pasan de ser puestas en escena para quedar bien. No sé, ya digo. Necesitaba decir algunas cosas sobre unos años que pude haber vivido de otra manera€ o no, vete a saber.
¿Qué le gustaría haber conseguido con esta tetralogía o con esta serie de libros?
-... Haber echado una mano de apoyo a quien lo necesitaba€ Y eso es ya muchísimo.
¿Son los jóvenes los que tienen que tomar el relevo; tienen suficiente información o interés por saber qué hicieron sus padres, sus abuelos?
-No lo sé, conozco jóvenes muy comprometidos con lo que se llama memoria histórica, verdad justicia y reparación. En una ocasión asistí al homenaje de La Tapia, en el Cementerio madrileño de la Almudena, y al margen de hijos o nietos de asesinados o represaliados, había biznietos. Hay una transmisión del daño y del duelo, algo que ya apunté en La sombra del Escarmiento, creo. Hay gente que lo explica mejor que yo. En todo caso, el olvido o la negación también se heredan€ Durante demasiado tiempo, los partidarios de pasar página ni la han leído ni permitido escribir otra que no fuera la suya, así nos va.
¿Adónde van a ir ahora a vivir esos personajes, ese Matías, ese Lambroa, ese Paquito Arizcun, ese Gezurtegi, Basurde...?
-Matías y Lanbroa, aprovechando el alivio de haber acabado la función, se han ido de copas, como aquellos músicos del Este que tocaban en el Gayarre y luego se ponían tifos en el Niza, y al cierre se iban dando tumbos por los porches tarareando alguna maravilla€ Los demás han fallecido por el camino, aunque no renuncio a seguir contando sus hechos de armas y hazañas bélicas, que son muchas.
¿Está su corazón purgado y pacificado?
-¿Es bonito eso, eh, poético y así? Pero como decía Alfredo Zitarrosa en La ley es tela de araña, el conseguirlo "tiene su dificultá".
¿Qué será lo próximo? ¿En qué trabaja?
-En un libro de recuerdos literarios y no literarios al hilo del encierro que estamos viviendo. Una especie de 'cómo he llegado hasta aquí'. En realidad, en varias cosas, en otro desbarre también, para que el primero no se quede solo y se nos eche a la bebida... Y están por salir enseguida dos ensayos sobre Baroja, a modo de despedida y cierre de ese asunto que ya atufa.
¿Es la escritura una salvación en estos tiempos de ruido constante, y más ahora en que parece que no hay otra cosa que la pandemia?
-Lo dudo, como mucho es un bálsamo del Tigre, un unto para los coscorrones, como la lectura apasionada, pero sí, quien tiene un flotador tiene suerte, ahora mismo vivimos echando mano de supervivencias domésticas. No hemos visto el alcance real de lo que padecemos. Nos hemos acostumbrado a la rutina de la calamidad más de lo que creemos. Y detrás de la enfermedad y la muerte, está una pobreza y una exclusión social que han ido creciendo de manera imparable y que tienen mal arreglo. ¿Quién se acuerda de los aplausos de los balcones, insisto? Parecía que estábamos cantando la Oda a la alegría: ¡Abrazaos millones de criaturas! / ¡Que un beso una al mundo entero! Ya, y un cuerno.