El suyo es un nombre consagrado el mundo editorial, aunque este término no le seduzca, y se le reconoce como una de las voces más interesantes de la literatura y el ensayo actuales. Galicia, su tierra natal, ha sido el escenario de numerosos relatos que ha escrito. Le tira, y mucho, todo lo relacionado con su entorno y confiesa que no sabe vivir alejado del mar ni se resiste a zambullirse en ese Atlántico salvaje, perverso y atractivo que tan bien conoce. En Zona a defender, su última entrega literaria, muestra lo que los humanos, los sapiens brutos, como él dice, hemos hecho con el planeta Tierra y las consecuencias que estamos pagando por ello. Aboga por añadir a esta situación apocalíptica y de colapso dosis justa de ironía y de humor, y cuando se le pregunta si habrá salida, contesta riendo con la evasiva gallega por excelencia: “Depende...”.

Zona a defender es el título de su último libro, un viaje con mucha carga de profundidad y también una reivindicación llevada a cabo por numerosos activistas tiempo atrás.Zona a defender

Hubo una lucha para defender espacios ecológicos y muchos de los que defendían determinados espacios se fueron a vivir a esas zonas. Son luchas concretas y muchas veces ignoradas. Creo que hoy ese grito, en Zona a defender, tiene mucho que ver con todo el planeta, porque desde mi punto de vista la zona a defender es la Tierra.

¿Está en peligro? Hay quien opina que la globalidad es culpable de esta situación...

Hemos puesto al planeta en peligro, no me cabe duda de eso, y una prueba de cómo se desarrolla esa globalidad es que vivimos una crisis mundial. En buena parte, está causada por globoludos.

Perdón. ¿Quiénes son los globoludos

Ja, ja, ja… No está en la RAE. Es una derivación de la palabra argentina pelotudos. Es esa gente que ha contribuido a que este planeta esté mal, y de lo que se trata es de salvar la herencia que debemos dejar a otras generaciones, pero todos tenemos nuestra parte de responsabilidad.

¿Qué relación tiene este con su anterior libro, Contra todo esto?

Digamos que son siameses. Contra todo esto tenía un tono más acusatorio y de denuncia, y ahí fui explorando todo aquello que nos avergüenza en el mundo de hoy. La palabra germinal era vergüenza.

¿No se manifiesta la vergüenza en Zona a defender

Digamos que hay una pulsión más creativa, aunque también están esos elementos que nos pueden producir vergüenza y asco. Pero en todo esto, y también en las luchas, hay que personalizar lo que se siente, porque la mirada de cada uno es propia y diferente.

Será una cuestión de prioridades a defender, ¿no?

Y nos tenemos que preguntar cuáles son las nuestras. Hay que preguntarse por lo que realmente vale la pena de estar en este mundo y vivir estos tiempos.

Hemos acabado la segunda década del siglo XXI con un miedo que las generaciones actuales no habían conocido...

Es un miedo que está justificado. Vivimos con miedo a lo desconocido y estamos en una situación de emergencia, primitivamente sanitaria, pero que después se traduce en una crisis genérica. Zona a defender no es un libro que trate de este tiempo de megapandemia. De lo que hablo es de una emergencia que viene de atrás, aunque ahora estamos metidos en el ojo de un huracán.

Muchos dicen que estamos absolutamente paralizados en estos momentos.

Y atemorizados. Sentimos un temor animal, porque es un temor a nuestra propia vida. Esto forma parte de esa era mayday (llamada de socorro) y tiene mucho que ver con el tipo de relación que tenemos con la naturaleza y también con la que tenemos con nosotros mismos. Estamos en una situación de colapso, la incertidumbre produce miedo y ahora no sabemos qué va a pasar ni hacia dónde vamos.

Se repite hasta la saciedad: De esta vamos a salir. ¿Usted qué cree?

Yo hablaría del rescate de la esperanza y también el rescate de otra forma de vida. Creo que estamos en una encrucijada. Ahora mismo estamos pensando en lo inmediato, en la vacuna, pero en el contexto en el que se ha producido, esta pandemia ha sacudido verdades establecidas o asumidas. El miedo paraliza, pero también se genera para que nos metamos en nuestra propia concha.

No es de extrañar que cunda el miedo con los términos que se utilizan: estado de alarma, confinamiento, toque de queda… Es todo muy belicista.

Estoy totalmente de acuerdo. Fíjate si es significativo que hasta se multiplican los anuncios publicitarios de sistemas de alarma para tu casa. Han aumentado, ¿no te parece? Junto con los mensajes de estado de alarma llegan estos otros que parecen decirte que no puedes salir ni diez minutos de tu casa, no sea que cuando vuelvas no sea tuya. Es significativa la producción a escala industrial del miedo. El miedo se está convirtiendo en mercancía. La fábrica más rentable hoy en día es la de las mentiras, y está teniendo una producción muy interesante. Vemos cómo las elecciones de la mayor potencia del mundo han sido una fábrica de mentiras, y esta es una de las cosas contra la que debiéramos luchar, para contrarrestarlas.

¿Quiere decir que nos hemos cargado el planeta y estamos pagando las facturas en muchos ámbitos?

Creo que sí. Muchos investigadores dicen que hemos llegado a un punto de extralimitación al que podemos denominar violencia contra la naturaleza, pero es que no nos damos cuenta de que nosotros somos parte de esa naturaleza y de que nos atacamos a nosotros mismos de muchas formas. Vivimos en una sociedad con miedo y con muchas mentiras. La destrucción del planeta, y por lo tanto de nosotros mismos, va a una velocidad de flecha, y la concienciación, aunque sea cada vez mayor, va a velocidad de tortuga.

Hay quien cierra los ojos ante la deriva de este mundo y ante las agresiones que infringimos al planeta...

Lo inquietante es que tenemos responsabilidades y a veces, muchas, no se cumplen. También hay gente con mucho poder en el mundo que practica el negacionismo hacia lo que está ocurriendo con la Tierra. Estamos en esa fase mayday: el planeta no está totalmente destruido, pero casi. La naturaleza grita y pide auxilio.

¿Cree que se puede revertir todo lo que hemos hecho y lo que estamos viviendo en esta era pandémica en muchos aspectos?

Hoy lo digo de forma muy alegre: depende...

Una respuesta muy gallega.

Ja, ja, ja… Depende es una respuesta popular, bastante irónica e inteligente en la mayoría de los casos.

Y evasiva.

Exacto. Pero en nuestra defensa diré que no solo la utilizamos los gallegos; yo la he escuchado en mucho lugares. Siguiendo con el tema, creo que hay instrumentos estupendos para enfrentarse de alguna forma a esta situación que vivimos, como el humor y la ironía. Con estas dos armas se pueden enfrentar posibles salidas en falso de este momento apocalíptico y de colapso.

Parece que hay cantidades astronómicas de dinero para salir de esta situación. ¿Se conseguirá con estas ayudas?

No lo sabemos. Lo bueno sería no repetir los errores que se dieron en la crisis económica allá por 2008. Lo que se está demostrando es que hay una gran crisis existencial del sistema.

Hace tiempo que se habla de esa crisis del sistema en el que hemos estado viviendo.

Sí, y todo viene dado por una especie de conformismo. Nos justificábamos diciendo que el capitalismo causa injusticias, desigualdades, pero es el sistema más eficaz. Es lo que teníamos instalado en nuestra forma de vida, lo que siempre han defendido múltiples gurús, pero lo que se ha puesto de relieve es que es verdad que causa injusticias, que las desigualdades están aumentando, pero ahora estamos viendo además que es ineficaz.

¿Y qué demuestra a su juicio que el capitalismo es ineficaz?

Todo. Por ejemplo, se ha tenido que recurrir otra vez a lo público de una forma más intensa. Lo hemos visto durante todos estos meses.

¿Hay salida?

Sí, pero siempre que incluyamos a la naturaleza en término generales. Tenemos que relacionarnos con ella, pero no como si fuéramos Atila. Tenemos que copilotar la naturaleza porque somos parte de ella, una parte esencial. El censo de la humanidad no son solo los sapiens, que son bastante brutos y temibles. Tenemos que pensar que este mundo lo tenemos que compartir. Ese censo tendría que incluir a las aves, los árboles, las plantas y el resto de los animales que viven en un lugar determinado.

Uno de sus ensayos se titula El periodismo es un cuento. ¿Lo es?

Es una pregunta con doble sentido, ¿verdad? El periodismo está lleno de historias, de relatos, de principios y finales. Pienso que el periodismo abre la imaginación si lo leemos o lo escuchamos no de una forma estupefaciente, sino de una forma creativa.

PERSONAL

Edad: 63 años (24 de octubre de 1957).

Lugar de nacimiento: A Coruña.

Familia: Está casado y tiene dos hijos: Sol y Martín. Este último es un reconocido actor de televisión.

Trayectoria periodística: Ha colaborado con diversos medios de prensa, radio y televisión. En octubre de 2003 participó, junto con Xurxo Souto, en la reinauguración de la emisora comunitaria Cuac FM (A Coruña), de la que ambos se convirtieron en padrinos y socios de honor. Su obra periodística está compilada en El periodismo es un cuento (1998), usado como libro de texto en numerosas facultades de Ciencias de la Información.

Trayectoria literaria: También son motivos de estudio los volúmenes Toxos e flores (1992), Galicia, el bonsái atlántico (1994), Galicia, Galicia (2001), Mujer en el baño (2004) y Una espía en el reino de Galicia (2004). Es autor de tres novelas cortas muy significativas: Los comedores de patatas (1993), El lápiz del carpintero (1998), Premio de la Crítica española, llevada al cine por Antón Reixa, y En salvaje compañía (1995), que fue reeditada con correcciones del autor en 2004. Otros libros destacados son El héroe (2005), teatral, Los libros arden mal (2006), una novela, y Os Grouchos (2007), un ensayo periodístico. Junto con Suso de Toro es la cabeza visible de una generación de narradores gallegos con amplio eco de crítica y público. Es un autor muy prolífico y mezcla ensayo y ficción. Él firma el libro de cuentos Vivir sin permiso y otras historias de Oeste, que fue el origen de la serie de Telecinco. Contra todo esto y Zona a defender han sido sus últimas entregas.